Según el proverbio, "la verdad sale de la boca de los niños", pero ¿qué verdad es? ¿Se opone simplemente a la mentira, a la fabulación? Lacan califica a la verdad como mentirosa. Entonces, ¿cómo acoger y responder a la palabra del niño entre la verdad y la mentira? La indicación de Daniel Roy sirve de brújula: "El niño no es ni un fabulador ni un mitómano: es el significante que fabrica, ficcionaliza y mitifica lo real".

El pequeño texto de Freud de 1913, titulado "Dos mentiras infantiles", es una pepita. En él, presenta las mentiras como preciosas y propone tomarlas en serio: "deberían hacer pensar a los educadores en lugar de exasperarlos". No se trata de interpretarlas como "el pronóstico de un desarrollo de carácter inmoral". Hay que descifrarlas, porque tienen "un significado especial". Estas mentiras pueden anunciar "una predisposición a destinos futuros o neurosis futuras". Se producen "bajo la influencia de motivos amorosos de extrema fuerza", una referencia freudiana al complejo de Edipo.

Analicemos el segundo caso. En el análisis con Freud, una mujer da testimonio de su sufrimiento "después de una frustración en su vida". Cuando habla de su infancia, se describe a sí misma como "una niña terca e insatisfecha", habiendo sido "vanidosa y mentirosa". Su malestar actual tiene sus raíces en los reproches que se hace a sí misma, lo que, según ella, da testimonio de "su abyección fundamental".

Luego habla de un recuerdo. Una amiga de la escuela se jactó de que ella había "comido helado la noche anterior en el almuerzo". Picada por la rivalidad, no queriendo "quedarse fuera", va un paso más allá al decir: que tiene "hielo [Eis] todos los días". Freud aclaró entonces que no comprendía el significado del postre dulce y que se refería a los bloques de hielo que se utilizaban en la época.

Poco después, en clase, la instrucción es "dibujar un círculo a mano alzada". Para impresionar a su amiga, utiliza discretamente una brújula. Desenmascarada por el profesor, miente: lo niega categóricamente.

¿Cómo podemos leer las dos mentiras de las que esta mujer habla con Freud durante la sesión?

Primera lectura: el sentido sexual edípico.

La niña se encariñó muy joven con su padre, a quien idealizaba, pero "debió de descubrir pronto que este amado padre [...] no era ni tan poderoso ni tan distinguido como ella había pensado". Su posición inconsciente era la de apoyar al padre contra viento y marea. 

Identificada con su padre, un brillante dibujante, se vio impulsada a mantener este ideal sobresaliendo en el dibujo. Por lo tanto, estas mentiras estaban destinadas a brillar en el lugar del padre. Freud interpreta entonces un amor por el padre: no puede decir la verdad a riesgo de no mantener más el poder del padre y, por lo tanto, por identificación, su propio valor fálico.

Segunda lectura: ¿lo real miente?

Freud también interpreta que la mentira se construye a partir de un desplazamiento homofónico de la lengua. Así, en el discurso del niño, hay un cambio de Eis (agua congelada) a Eis (postre helado), y luego a Glass.

No hay otra vía de acceso, ya que la verdad no existe, siempre se pierde. Por lo tanto, ya sea que las palabras del niño tomen el color de la mentira o de la verdad, se trata de escucharlas dejando un lugar vacío, una brecha entre lo que se dice y lo que se dice, entre la expresión y la enunciación, lo que le dará al niño la oportunidad de inventar su propia manera de responder a este fracaso fundamental.

*Texto completo en el Blog Psicoanálisis Lacaniano, publicado el 16 de diciembre de 2024.