Al caminar por Pellegrini hacia la casa de los Meneguzzi, porque estábamos editando unos videos acerca de la época de la desaparición de personas, Enrico se detuvo por unos instantes, diría que obligatoriamente, porque pasar sin detenerse ante la casa de sus abuelos en donde transcurrió gran parte de su infancia y su adolescencia le hubiera parecido una forma infamante de abolir un tiempo transcurrido. 

Para colmo, la imagen de una mesa preparada para treinta o cuarenta comensales según la tradición italiana de su abuela para los domingos y las fiestas de navidad y de fin de año resucitaban literalmente antes sus ojos con una imagen tan nítida que desbordaban las imágenes del recuerdo, como si se presentasen en otra dimensión del espacio y del tiempo que se desprendían del frente de las casas que habían permanecido iguales. 

Era como una vivencia esencial de los arquetipos platónicos que omitía algunos cambios, pero sin alterar la atmosfera general del barrio que parecía ser unánimemente el que había sido siempre. 

¿Era un sentimiento de felicidad? Pero, la felicidad se quiere a sí misma y al recordar el bullicio, la alegría, el sentido de esa cena que albergaba el regocijo de la cena y el posterior disfrute del baile y las chanzas que se frecuentaban una a otras, emergía el espectro de un niño que seguía el festín generalizado, disimulando el poder interno de un poderoso e intenso agravio. 

Sintió, no pudo no sentir que todo le parecía una mascarada donde cada uno guardaba una suerte de tormento que grababa los malestares de sus vidas cotidianas. ¡Ho Hombre ten cuidado! Despierta de tu profunda melancolía. Despierta del profundo sueño que te hace soñar en una redención del hombre por el hombre, ya han pasado milenios en que un triste judío harapiento vino al mundo para redimirlo pero los hombres solo piensan en el interés del mañana que hasta el presente no ha sido redimido.

Sólo es ineludible constatar que hay millares de hombres que padecen, no el calvario y unas horas, sino toda su vida para comprobar que el mundo no es ni será el mejor de los mundos posibles. Es la eternidad de una promesa que solo es pronunciada por palabras sin otro destino que los predicadores de verdades eternas para acallar la posibilidad de una revuelta que daría vuelta sus verdades para exigir que pase y termine. Es el dolor el que exige que todo pase pues toda alegría quiere profunda eternidad. 

¿Qué es lo que hace hoy, en este presente tan abrupto, tan disparatado donde una multitud tal vez cansada, hastiada de sí misma, elija como guía a quienes van a inmolarla? ¿Un deseo de cambio, un deseo de que por lo menos todo termine de una vez, aún a costa de ellos mismo? ¿Tan potente resulta el designio de un padre? ¿Quieren homologar el destino del Nazareno que pidió al suyo que evitara su cáliz y el padre se lo negó? 

Pero si eso fuera cierto, ¿por qué evaden los preceptos de aquello en lo que creen? ¿Porque piensan solo en ellos? Cuesta mirarlos cuando se dicen cristianos y dan ganas de decirles: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Pero seguramente no sabría qué es lo que se les dice, porque ni siquiera son falsarios… 

Enrico se dio cuenta de que pensando en el presente y en la imagen del recuerdo, asimilaba el tiempo en dos formas, los presentes que pasan y los pasados que se conservan aun confluyendo no unánimemente, porque los recuerdos no se conservan en nuestro cerebro sino en el tiempo mismo, tal como las palabras de un paradigma que están en un lugar estático y a la vez un no lugar, es decir un lugar distópico como decimos ahora. 

De modo que al tiempo mismo lo asimilamos a la memoria y la escisión es tal, que cada instancia es de un estado tal, que ya no pertenece a la ecuación tiempo-movimiento, pese a que pasado futuro compromete una visión horizontal que arraiga en otra cosa. Hay algo siempre presente y es con respecto a esa cosa que algo ha pasado y algo todavía no es… y que cuando llega ser, se presenta como un acontecimiento, nos hundimos en él, nos detenemos en él, tratamos de encontrar una explicación porque A es A y también no A…y al mismo tiempo la confluencia en donde A se presenta como presente, como pasado y como futuro. Y los tres bajo la forma de tres presentes. El acontecimiento mismo se reviste de esos tres presentes simultáneamente. 

Esos pensamientos que abrían la puerta del tiempo lo bifurcaban en una suerte de inhóspita alegría, porque se mezclaban con los desacuerdos y las reyertas familiares incluso la hipocresía de fingir que uno lo pasaba bien cuando lo personal era de malestar y caos y recuerdos desagradables disimulados en la apariencia. Trató de anularlos con el recuerdo de haber bailado su primera milonga La puñalada con su tía Mari, pero llegaron Ramón y Mauro para dedicarse a la edición y rápidamente pudo reintegrarse a la fluencia habitual del presente donde todo el pasado se desvaneció. Como si el tiempo fuese una disrupción momentánea de cada instante. 

Algo en las remotas nieblas de su consciencia lo inquietaba, el día anterior había olvidado que era jueves y no había ido a su sesión de análisis, había sido la primera vez que le pasaba y sólo podía comentarlo con Ramón que tenía su mismo hábito. Tal vez estás para el pase, dijo Ramón con un dejo de ironía. Carlos preguntó qué era, cuando en realidad eludía semejante práctica. Deliberadamente decidí no contestarle.

No recuerdo por qué razón intenté acudir a una noción o pretexto para la edición pero olvidé, absorbido en el vacío de un tiempo discontinuo, el nombre de la novela de Paul Nizan, La Conspiración, porque me resonaba, quizá sin justificación, el proceder de los militares que mucha gente alaba. 

El hecho me contrariaba y peor aún, se me presentaba como un ingrediente del tiempo que promueve lo cíclico. La improbidad de nombrar como “Nunca más”, a aquello que no queremos y que casi siempre a lo largo de la historia se repite. 

Carlos dijo: Quiere decir aquello que no debería ocurrir nunca más. Sí, respondí, pero subsecuente a esa enunciación está el verbo deber, deber ser de tal o cual manera, responder a lo que nos inculcaron y que mantenemos, pese a que quizá lo inculcado ya no tiene otro sentido más que la obediencia a un gran padre. 

A un Padre absoluto, sobre todo si el nuestro ha muerto. Ramón dijo yo no leí La Conspiración, es mi ignorancia, agregó. La declaración me molestó. Yo estoy solo, respondí, la mayor parte del día y me asalta una inquietud sin ninguna importancia… recordé que el olvido es también parte del tiempo. 

Cada día que pasa agrava mi progresiva pérdida de memoria, en cuanto a la ignorancia, sé algunas cosas que pocos saben y no sé nada de asuntos de vital importancia. Piensen el sentido que le dieron al Logos los antiguos: reunión, es decir siempre es mejor pensar entre varios. 

Por ejemplo, aclarar algunos usos de las palabras que utilizamos. La conspiración es de Paul Nizan, ¿tiene importancia haberla leído? Yo pienso que no… Saber que bombardearon la plaza de mayo en el 55, tiene importancia… sí. Un hecho es importante. 

Ahora, la palabra conspiración es de origen latino, El prefijo “con” indica unión, “spirare” es un verbo que significa respirar, vivir. Como pueden observar, es respirar, vivir con… lo cual conspirar es una acción en conjunto y sin embargo suele usarse como de uno solo.

El banquete de Platón siempre se ha leído como el tema del amor pero admite la inserción de la relación, buscar relaciones entre lo que aparentemente no lo tiene. Newton no se quedó con lo que veía. Entendió que había una relación entre la manzana que cae y la luna que no cae. Por supuesto, había algunos que ya habían establecido lo mismo o algo parecido, porque lo que piensa un hombre es susceptible de ser pensado por cualquier otro, sino, no nos comunicaríamos. Sí, dijo Carlitos, dejemos de romper las pelotas y sigamos con la edición.