A Claire Vaye Watkins, la escritora que nació en Bishop, California, en 1984 y que según la revista Granta es una de las mejores novelistas estadounidenses, no le gustan las historias que se cuentan ordenadas, le gustan las del aliento agitado, las que se van por las ramas, las que hacen que el presente y el pasado entren y salgan siguiendo el pulso de las emociones. 

Te amo pero elegí la oscuridad es una novela llena de temblores, como si camináramos ochenta kilómetros en una noche helada, y complejas percepciones. Desde la escena en la que una mujer cargando un sacaleche sale de su casa y deja atrás a su hija y a su marido, la historia zigzaguea el mandato como un río que no muere lejos de donde nace y se mete en el desierto californiano: “Así es como me gusta contar la historia”, dice la narradora después de hablar de su mamá, de su papá y del lapislázuli, la piedra de su nostalgia. Lo autobiográfico y lo que nunca lo es del todo cuentan una historia que no se ataja frente al dolor, nunca se ataja. 

Es una historia de mujeres, una historia sobre el dinero y su falta y también una historia sobre el valor de los gustos y las intenciones: “Mamá abría nuestras puertas, del frente y de atrás, para que las tarántulas pudieran migrar a través de la casa. No las molestes, decía, ellas estaban acá primero”. Las verdades que la tradición familiar da por ciertas, las marcas que el presente concibe como recuerdos: “hubo mucho LSD ese primer verano y mucho sexo grupal, ahí la violación casual se disfrazaba como una supuesta y radical positividad corporal, pero no se hablaba de violencia” y la certeza de haber estado frente a los abismos que la evocación permite nombrar en voz alta son algunas de las rutas elegidas por Claire para contar en modo inquieto y episódico la historia de una hija que es madre. 

Con kilómetros de vértigo pisados para tragar la mímica del dolor y contada con mucho detalle (revelado y de prometida elución) la historia de Claire es eco de la compasión sobre el cuerpo que deja de cumplir con requisitos ajenos y practica la ceremonia de la furia renovada. Te amo pero elegí la oscuridad anuncia la intriga de la luz que templa la armonía rota del temperamento y en el camino evita que la puesta de sol o la solución del enigma (un cóctel de recuerdos, casinos, banquinas, remedios, fotos y cartas) se confunda con una escena obvia, insípida. 

Alguien tiene que salir a buscar la oscuridad que necesita para resplandecer en fulgores de otro simulacro. elución. “No tenemos los recuerdos que él esperaba que tuviéramos”, dice la narradora y cuando lo dice no solo está hablando de su papá muerto ni de su novela.