Ubicado en un rincón rural de New Hampshire, Grafton fue elegido en la década del 2000 como el sitio ideal para demostrar que un pueblo podía funcionar sin intervención estatal. Con tasas municipales reducidas al mínimo y servicios públicos desmantelados, el Free Town Project prometía convertir a Grafton en un paraíso libertario.

Sin embargo, como pudimos comprobar durante nuestra visita este año para Experimento Libertario, lo que quedó fue un pueblo deteriorado, con casas abandonadas, un aumento de hechos violentos y osos que aparecen en los videos de los celulares de los residentes, buscando comida.

Hundido por el caos

Grafton no fue elegido al azar. Con una población pequeña, una economía modesta y un entorno rural, los libertarios consideraron que era el escenario perfecto para demostrar que la autogestión individualista y la eliminación de tasas municipales eran el camino hacia la prosperidad. No se trataba de un pueblo destacado, pero sí funcional. Algo así ocurrió en Cospaia, que es la pequeña república que los libertarios dicen admirar y que supuestamente fue próspera gracias a la “libertad”.

Se trasladaron casi un centenar de libertarios allí y, veinte años después del experimento, Grafton está peor que antes. Las casas abandonadas y los servicios inexistentes son el resultado directo de políticas que eliminaron todo atisbo de infraestructura. La falta de recursos llevó al deterioro extremo de los caminos, la imposibilidad de sostener un buen servicio de seguridad y, lo más visible, la acumulación de basura.

Los debates en las asambleas locales sobre cómo gestionar la recolección de residuos no hicieron más que retrasar soluciones prácticas. Mientras tanto, las bolsas de basura se acumularon en propiedades privadas, y los osos negros, atraídos por el olor, comenzaron a rondar las viviendas.

Osos, símbolos del fracaso

Por primera vez en décadas, Grafton registró ataques de osos. Aunque no es inusual que estos animales deambulen por bosques cercanos, su aparición en zonas habitadas refleja la magnitud del deterioro del pueblo. En nuestra visita, varios residentes nos mostraron videos grabados con sus celulares, donde se ven osos buscando alimentos.

Lejos de ser un problema aislado, el fenómeno de los osos se convirtió en un símbolo del fracaso libertario. La idea de que la "autorregulación" reemplazaría al Estado colapsó cuando la falta de organización y recursos dejó a Grafton sin la capacidad de resolver sus problemas más básicos.

Aislamiento y violencia

Sin gasolineras, supermercados ni tiendas básicas, los habitantes de Grafton dependen de pueblos cercanos para sobrevivir. Viajar kilómetros para conseguir comida o combustible es parte del día a día. Paradójicamente, un experimento que prometía libertad terminó generando dependencia extrema del exterior.

Pero los problemas no terminaron ahí. La llegada de los libertarios también trajo un aumento de la violencia y los conflictos sociales. La tensión entre los recién llegados y los residentes históricos, que nunca aceptaron del todo el experimento, fue escalando con los años. Uno de los episodios más recordados es el incendio de una iglesia gestionada por un pastor libertario, un excéntrico que se creía elegido por Dios, un evento que quedó como metáfora perfecta del fracaso del modelo.

Casas abandonadas

Grafton, que fue un pueblo rural funcional, hoy está marcado por el abandono y el deterioro. Las casas vacías y las calles deterioradas no son el resultado de una crisis externa, sino la consecuencia directa de las políticas libertarias.

Una de las mayores ironías del experimento libertario en Grafton es que, tras reducir las tasas municipales y desmejorar los servicios, el peso fiscal terminó siendo mayor para los residentes. Sin otras fuentes de ingreso, el costo de mantener lo poco que quedaba recayó completamente en los propietarios a través de impuestos a la propiedad. Es decir, pagaron más por menos, mientras el abandono y el deterioro seguían profundizándose.

Lo que quedó fue un espacio donde el caos y el desorden reemplazan cualquier idea de libertad organizada. Lejos de prosperar, Grafton se convirtió en un ejemplo de cómo la ausencia del Estado no trae orden espontáneo ni bienestar, sino problemas que ninguna "autorregulación" puede resolver.

Espejo de las limitaciones

El caso de Grafton es una advertencia para aquellos que creen que menos Estado significa automáticamente más libertad. Las políticas libertarias no sólo fracasaron en generar prosperidad, sino que llevaron al pueblo a un estado de abandono, violencia y caos.

Esta vez los libertarios eligieron un pueblo con todo para crecer, en vez del caso de Liberland en el cual quieren hacer un país de cero. Los dos coinciden en algo: las políticas libertarias son un estrepitoso fracaso.

Grafton no es el paraíso de libertad que imaginaron los libertarios del Free Town Project. Es, en cambio, un símbolo contundente de lo que sucede cuando se ignora la complejidad de una sociedad y se desmantelan las estructuras básicas que permiten su funcionamiento.

*Economista y autor de Experimento Libertario