A Pierre-Olivier Gourinchas, profesor de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, que está de licencia mientras bien se gana la vida como consejero económico y director del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional, en Washington D.C., le gusta dar informes felices. Por eso, al presentar el último reporte del organismo sobre el “crecimiento económico” mundial de 2024 comenzó aludiendo a lo que entiende es el vaso medio lleno.
Dijo que “la batalla mundial contra la inflación está prácticamente ganada, pese a que en algunos países persisten las presiones inflacionarias”. No citó a la Argentina, pero nuestro país es uno de ellos, con una tasa que rondará 120% para los doce meses. Por lejos, es una de las más altas del planeta e incluso se la cuestiona por irreal a la baja, pues no contempla el impacto que hoy tienen en el índice el costo de vida de varios servicios esenciales.
Ciertamente, en la pandemia los precios se dispararon en todos lados, especialmente por la disminución abrupta de la oferta de bienes, al interrumpirse los suministros y por --en la mirada de los monetaristas-- el gran salto de la emisión monetaria que hicieron los Estados para subsidiar y sostener todo lo posible la actividad productiva y comercial en medio de las cuarentenas y los cierres de las economías nacionales.
Sin embargo, hoy la tasa mundial promedio de inflación se acható a un tercio desde aquel pico, en torno al 3,5% anual. Ese es el rango medio que se espera tanto para este período como para 2025. Así, “en la mayoría de los países, la inflación ronda las metas de los bancos centrales, lo que allana el camino para la relajación de la política monetaria”, escribió Gourinchas.
El Norte, estancado
Dentro de todo ese escenario desinflacionario luego de los desbarajustes que provocó el Covid-19, el crecimiento de la economía mundial, en medio de transformaciones tecnológicas muy importantes que condicionan todo este ciclo, es bien moderado y estable en torno a 3%. Sería inferior incluso si no fuera empujado por los dos grandes países de Asia y miembros de los BRICS, India y China, que son, asimismo, los más poblados, ya que juntos suman el 35% de toda la humanidad.
Mientras los países desarrollados están estancados, sobre todo Europa y Japón --Estados Unidos atraviesa una etapa algo más dinámica, todavía, en parte apoyada en la maquinaria bélica que no descansa--, algunas economías “de ingreso bajo y en desarrollo” crecen más, pero no logran estabilizar un sendero expansivo muchas veces por la “intensificación de conflictos de distinto orden, que las obligan a revisar a la baja sus proyecciones”, explica el informe.
Dentro del hemisferio Norte, se prevé que el mayor Producto Bruto Mundial nacional, el de EE.UU. (en torno 28 billones de dólares), crecerá 2,8% en 2024, algo menos que el año pasado, pero más que la proyección 2025, que arroja 2,2% siempre según el FMI. O sea que la tendencia es a la baja. Habrá que ver qué sucede con el programa que promete su próximo presidente, Donald Trump, basado en proteccionismo hacia el exterior y desregulación hacia adentro.
El promedio de las economías avanzadas apenas supera el 2% este año, con excepciones como España (2,9%), pero con datos muy decepcionantes en las dos mayores economías de la Unión Europea, es decir, la ex locomotora, Alemania, y Francia, tras el abandono del bloque por parte de Gran Bretaña.
La performance de las tres es muy débil, si no paupérrima, y produce cimbronazos políticos: el gobierno alemán está tan desahuciado que, incapaz de avanzar en el ajuste y con un PBI empacado en 0%, debió llamar a elecciones anticipadas para el próximo febrero; el francés va a los tumbos por no ceder la gestión del gobierno a los partidos que ganaron legítimamente las legislativas y porfiar con un ajuste neoliberal clásico; y el británico, ante el hastío social cambió de signo del conservadurismo al laborismo luego de años de austeridad.
La zona euro en conjunto crece este año apenas 0,8% y está envuelta en crisis de todo tipo: la guerra en Ucrania tan cerca y sus coletazos, entre ellos pero no solo el energético; el fiasco de las sanciones a Rusia y el carísimo abrazo con EE.UU., las presiones migratorias, el auge de extremas derechas, etc.
Como parte del mismo problema y segmento, representado en el obsoleto Grupo de los 7, también la economía de Japón sigue sin despertar, este año con su PBI creciendo apenas 0,3%.
En síntesis, además del imprevisible impacto de lo tecnológico y lo digital en el conjunto y en una mirada más larga, la vulnerabilidad es lo que parece persistir, aunque haya menos inflación y no haya recesión. Pero por ejemplo, como señala el último informe del Foro Económico Mundial, aunque la mayoría de los economistas jefe de distintas instituciones encuestados (54%) espera que la situación de la economía global siga sin cambios durante 2025, quienes esperan que la situación se debilite es cuatro veces mayor (37%) que el de los que esperan que se fortalezca (9%).
El Sur global
En el Sur Global hubo este año un panorama económico distinto, aunque disperso. India es el país que más se expandió entre los grandes del sector, con una tasa anual de 7%. China ronda el 5%. Rusia y países afro-euroasiáticos están en promedio arriba de 3%. Hoy los países BRICS+ son los que sostienen el ritmo global.
La India, gobernada por el nacionalista hinduista Nadendra Modi, basa su crecimiento en reformas al agro, el impulso a la ciencia y la tecnología y el llamado “nuevo bienestarismo”, que incluye subsidios en el suministro de bienes privados esenciales, vivienda, cuentas bancarias y hasta para realizar pagos en efectivo.
China, con la guía del Partido Comunista, sobre cumple sus planes quinquenales y aunque Occidente fantasea hace décadas su derrumbe inminente, innova todo el tiempo, desactiva las bombas que le aparecen en su ciclo económico, como la burbuja inmobiliaria, y consolida cada vez más un mercado interno dinámico y pujante, donde el pulso de la economía se desligó mayormente del sector externo, aunque éste siga siendo importante para muchas de sus empresas.
Rusia ha logrado mejorar muchos de sus aspectos económicos pese a las sanciones de EE.UU. y la UE por la guerra en Ucrania, acelerando su integración con Oriente y otros países. “La fortaleza de Rusia ha sido una de las grandes sorpresas de la guerra”, escribe Emmanuel Todd en “La derrota de Occidente”, que ofrece datos estructurales rusos, como la autosuficiencia alimentaria o la mayor cantidad de ingenieros y menor de mortalidad infantil comparándola con EE.UU.
América latina
Respecto de América Latina y el Caribe, según el último reporte de la CEPAL, la tasa de crecimiento proyectada para 2024 es de 2,2% y para 2025, de 2,4%, con un crecimiento promedio anual en la década 2015-2024 de solo 1%, lo que implica un estancamiento del PIB per cápita durante ese período.
Como en la región se elige, en general, a gobiernos progresistas, la crítica neoliberal suele ser que Latinoamérica no crece por culpa del populismo. Sin embargo, pareciera más bien resultado de la reconfiguración global, donde el eje tradicional que dominó por varios siglos, el “occidente” o Norte global, también se ha estancado, como se ve en los datos citados más arriba.
De eso no se habla, en tanto aquí la región, junto con otros problemas estructurales no resueltos, como el alto endeudamiento, pobreza, fuga de divisas y debilidad institucional, no ha logrado reorientar totalmente su economía a las nuevas emergentes que ya no están en al Norte del Atlántico sino en otro lado, aunque en algunos casos intenta ir hacia ese camino.
El organismo que dirige el costarricense José Manuel Salazar-Xirinachs, y cuyo director de Desarrollo Económico es el chileno Daniel Titelman, dice que este año que termina, sorprendentemente las economías de República Dominicana (arriba del 5%) y Venezuela (arriba del 4%) fueron las que se lucieron en el vecindario.
Mientras, las de Argentina, pese a toda la perorata de su gobierno, y de Haití, el país más pobre del continente y uno de los más empobrecidos del planeta, son las peores (-3,5% y -4%, respectivamente). La mayor economía regional, la brasileña, que con Lula da Silva busca una suerte de neodesarrollismo haciendo equilibrio entre los BRICS y socios más tradicionales en cuanto a su articulación mundial, crecerá 3%.
Finalmente, una proyección. Para el año que viene, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe: Centroamérica crecería 2,9% y tanto Sudamérica como el Caribe (sin incluir a Guyana, un caso que se sale de molde por su –disputado- potencial petrolero) crecerían sendos 2,6%.