El ingreso de dólares por el blanqueo fue una inyección de oxígeno para una economía cuyo sector externo comenzaba a mostrar signos de asfixia. Es que aún con niveles de actividad ultradeprimidos, que en Argentina implica muy bajos niveles de importaciones, la cuenta corriente se tornó negativa desde mediados de año, según el balance cambiario del BCRA.

Un bajo nivel de liquidación de exportaciones junto a un dólar barato que fomenta el turismo en el exterior y la importación de bienes de consumo facilitada por ciertas desregulaciones fue suficiente para que el saldo de cuenta corriente que mostraba un superávit promedio de 2.000 millones de dólares mensuales desde que asumió Milei, se convirtiera en un déficit de 1.000 millones de dólares mensuales de junio a esta parte.

El aporte de dólares del blanqueo se reflejó en los depósitos bancarios en moneda extranjera del sector privado, que se ampliaron en unos 16.000 millones de dólares gracias a esa medida, incrementando las reservas brutas. El incremento de las reservas netas, un indicador más cercano de la capacidad de intervención del banco central, fue muy menor debido a que los dólares depositados pertenecen al sector privado, y no a la autoridad monetaria.

Sin embargo, el incremento de los créditos en dólares permite transformar esas reservas brutas en netas, tal como viene señalando el ex-BCRA, Jorge Carrera. Las regulaciones obligan a que el crédito nominado en dólares, se deposite en pesos por un valor equivalente, en la cuenta del prestatario. De esa manera, los bancos deben vender los dólares prestados en el mercado oficial de cambios y eso permite engordar temporalmente las reservas netas (que disminuyen por el mecanismo inverso al cancelarse el crédito).

Esa posibilidad lleva a los funcionarios de economía a pensar mecanismos para expandir los créditos en dólares, que se ampliaron sólo unos 2.500 millones de dólares desde la implementación del blanqueo, muy por debajo del crecimiento de los depósitos.

Las regulaciones impuestas desde la crisis de la convertibilidad obligan a los bancos a otorgar créditos en dólares sólo a quienes son exportadores y/o generan ingresos en esa moneda. Una medida tomada para evitar incumplimientos masivos en la devolución de los créditos en caso de una devaluación de la moneda nacional.

Esa regulación empezó a ser cuestionada recientemente por ADEBA (entidad que agrupa a los bancos privados nacionales), cuyo titular pidió ampliar las posibilidades de brindar crédito en dólares para así mejorar la capacidad de hacer negocios con los depósitos en moneda extranjera. Los bancos extranjeros se mostraron mucho más cautos, y el titular del Santander salió a respaldar la actual regulación.

Una dolarización creciente del sistema financiero puede tornarlo riesgoso no sólo por el descalce entre ingresos y deudas del sector privado que puede desatar una devaluación. Si se habilita libremente abrir depósitos y otorgar créditos en moneda extranjera, se permitiría la creación de “argendólares” financieros que no tienen respaldo real en moneda extranjera.

Dicha situación ataría la estabilidad del sistema financiero a la del mercado cambiario, ya que una corrida sobre el dólar se transformaría rápidamente en una sobre los depósitos en moneda extranjera, sin que los bancos poseyeran dólares reales para hacerle frente.