El año que se va dejó una constatación: la televisión abierta argentina se aferra a lo viejo conocido, pese a los magros resultados. Sin importar la caída de audiencia que sufre año tras año, la pantalla chica argentina no cree que la innovación sea una salida posible al ocaso que sufre incluso desde antes de que el mundo digital irrumpiera masivamente en la vida cotidiana de todos. Imposibilitada de competirle a los voluminosos presupuestos de los servicios de streaming y las redes sociales, la TV abierta local apela a una fórmula que es imposible que resulte exitosa: mismos programas, mismos panelistas y protagonistas, abordando las mismas temáticas. Definitivamente sin ficciones y siendo presa de la crisis económica, la TV vernácula se transformó en una suerte de gran programa omnibus entre los canales abiertos, en un continuado temático y discursivo que agota hasta a los televidentes más longevos.
Ni la pérdida de la mitad de la audiencia que sufrió en las últimas dos décadas ni la caída del 17 por ciento de televidentes que se produjo en el último trimestre respecto del mismo período en 2023 parecen ser suficientes razones para que propietarios, programadores y productores de la TV abierta den el volantazo necesario para salir a flote en medio de las aguas revueltas que trajo la era digital. En tiempos en los que la competencia se amplió, donde todos los medios pugnan por atrapar la atención de la ciudadanía, el 2024 de la pantalla chica se refugió en una estrategia súmamente conservadora. Una decisión condicionada por el presupuesto, pero fundamentalmente digitada por decisiones artísticas que no se animan a cambiar para poder renovar. Nada nuevo puede surgir si se hace siempre lo mismo.
Que la TV abierta dejó de tener el monopolio hogareño del entretenimiento y la información audiovisual es un hecho irrefutable. Hoy compite con la radio, los canales de streaming, las redes sociales, las plataformas, las consolas de videojuegos, las aplicaciones de audio y video y muchas otras cosas más que Internet puso a mano de los usuarios. Una oferta de posibilidades en la que para una parte de la ciudadanía la TV abierta o nunca fue una opción (los nativos digitales) o dejó de serlo ante el acceso por otros medios a otro tipo de contenidos, más afines a sus intereses particulares. La segmentación de contenidos que la TV generalista, por su propia génesis y penetración, no permite.
Si hasta hace poco las grandes audiencias aparecían en la TV abierta ante la transmisión en directo de grandes eventos (los partidos de la Copa Libertadores, las eliminatorias o el Mundial de Fútbol) y de los big shows, 2024 terminó por sepultar esa certeza. Es que a excepción del siempre convocante y popular fútbol, los formatos como Bake off Argentina, Survivor o Gran Hermano comenzaron a mostrar señales de un desgaste lógico al ser exprimidos al máximo, transformado los dos dígitos de rating promedio en una meta imposible para los dos primeros y apenas superada para el formato de encierro que -por repetido- ya no congrega repercusión masiva. Nada es para siempre.
Las “grandes figuras” de la TV argentina también acompañan la estampida de televidentes. El regreso de Susana Giménez, con una temporada corta y que intentó ampliar audiencias con invitados populares, mostró signos de decadencia y olor a naftalina: la “torpeza” de la diva que antes resultaba divertida para parte de la audiencia, hoy genera rechazo. Cada vez más alejada del país, tanto geográfica como culturalmente, la diva argentina-uruguaya estuvo a varios cuerpos de alcanzar las cifras de rating que sumaba en antaño. De hecho, dio hasta un poco de vergüenza ajena ver cómo Telefe dividía cada uno de los envíos del programa en tres partes, para que el promedio del ciclo no se vea tan afectado. Un absurdo que pone en evidencia que, incluso en el canal líder de audiencia desde hace años, se gasta más energía en camuflar la realidad que en pensar contenidos atractivos, y darle aire a nuevos y nuevas conductoras.
Algo similar ocurrió con Marcelo Tinelli. El conductor que durante décadas marcó el ritmo de la pantalla chica argentina tuvo un 2024 para el olvido: tuvo que autolevantarse un ciclo propio tras dos programas y terminó siendo desplazado de la gerencia artística de América luego de no poder sacar a esa pantalla del cuarto lugar de la preferencias del público. Su formato Cantando por un sueño apenas si supera los 2 puntos de rating, en un canal que se conforma con hacer más ruido que audiencia con magazines periodísticos-chimenteros a toda hora. Algo que intentará revertir en 2025, con el ingreso como accionista y CEO de Juan Cruz Avila, el hombre que estuvo detrás de LN+, señal desde la que desembarcarán varios periodistas de pensamiento cercano al gobierno nacional, como Eduardo Feinmann, Pablo Rossi, Antonio Laje y Luis Novaresio.
El 2024 también fue la temporada en la que las presiones del gobierno nacional se hicieron sentir fuertemente en la pantalla chica. Al punto que, en un hecho inédito, hasta Kantar Ibope Media tuvo que modificar la manera de medir el rating de la “cadena nacional”. Tras el “apagón” televisivo que sufrió la cadena nacional de Javier Milei de septiembre pasado, donde la audiencia de los canales de TV abierta cayó estrepitosamente ni bien comenzó la alocución presidencial, la consultora “decidió” que se deje de desagregar el share por cada canal en la última utilización comunicacional de este tipo de parte del Poder Ejecutivo. Una modificación que no fue anunciada previamente y que significó que Ibope únicamente informara de manera conjunta el promedio general del rating de la TV abierta, sin discriminar por pantalla en el minuto a minuto. Insólito pero real.
El primer año de la gestión libertaria en la TV Pública estuvo a la altura de la política cultural de destrucción y vaciamiento que implementó el gobierno en toda el área. Limitando la pantalla a su mínima expresión, cerrando las ediciones de los noticieros de los fines de semana, sumando a la programación ciclos de chimentos (Estamos en una y Nuevas tardes con Denise) y dos ficciones importadas de origen mexicano, la TV Pública dejó de cumplir el rol de servicio social y cada vez la ve menos gente. Eso sí: aunque ya no forme parte del debate público, la utilización gubernamental de la pantalla estatal se desarrolla vivita y coleando: cada acto de gobierno o de algunos de sus miembros es transmitido en directo. El colmo fue cuando la señal cubrió la fiesta de “los personajes del año” de revista Gente, con reportaje incluida a la hija de Yuyito González, vedette, conductora y pareja de Javier Milei. Un canal al servicio de la cultura libertaria.
Al perder el hábito de ver ficciones en la TV abierta, el único programa del género de producción nacional que se estrenó en 2024, Margarita, tuvo una performance regular. La ficción de Cris Morena, que no puede salir de sus universos de tonos pasteles, fue perdiendo audiencia día a día, hasta caer por debajo de los dos dígitos y perder en la competencia directa con The floor, el nuevo formato con el que Guido Kazcka (que también conduce Los 8 escalones) sigue rindiendo pero no haciendo milagros en la alicaída pantalla de El Trece. En Canal 9, Bendita TV continúa siendo el pilar de una programación que, sin despegar, le basta para mantenerse en el tercer lugar de rating de la TV abierta.
El streaming, la nueva TV
En medio de este panorama, los servicios y canales de streaming siguen acaparando la atención de las nuevas generaciones y parecen estar más dispuestos a ampliar su círculo de usuarios. De hecho, el 2024 fue el año en el que los canales de streaming institucionalizaron prácticas propias del sistema de TV tradicional. Primero lo hicieron con figuras de los medios tradicionales que se sumaron a sus programaciones, en el rol de columnistas y luego directamente como conductores (Alejandro Dolina en Blender, Beto Casella en Bondi, Leandro Leunis en Luzu TV), en una simbiosis que está dando sus primeros pasos. No conformes con ese intercambio, canales de streaming como Luzu y Blender estrenaron ficciones exclusivas, como Privier y Un futuro sin vos, respectivamente, comenzando a hacer pie en un género que la TV abierta dejó abandonado.
Los rasgos tradicionales que el streaming empezó a tomar para ampliar sus audiencias no se detienen ahí. El reciente anuncio de que Olga adquirió los derechos de El hormiguero, el histórico ciclo de entrevistas de la española Antena 3, para hacer su propia versión en 2025, es otro síntoma de esa tendencia. La reciente “polémica” que se generó por los pases de programas y/o conductores de un canal a otro también resulta un novedad para el formato audiovisual más moderno y se asimila a las rencillas de la TV abierta. Los grandes eventos en vivo (como el Spinetta Day o el Cris Morena Day en Olga) también se trata de nuevas maneras de acercarse al público para el streaming, rememorando lo que en otra época hacía la vieja TV. Mudar parte de la programación a la Costa Atlántica es otra faceta del streaming que recuerda la antiguas prácticas de la pantalla chica.
Un párrafo aparte que pone de relevancia el crecimiento de los canales de streaming y de la producción de grandes eventos en estos medios fue el “Párense de manos 2”, la segunda edición de la noche pugilística organizada por Luquita Rodríguez y compañía desde Vorterix. Si la primera edición se había realizado en el Luna Park y había alcanzado un pico de 430 mil visualizaciones en vivo, la de 2024 redobló la apuesta: ahora llenaron una cancha de Vélez y hubo más de 630 mil espectadores que siguieron en vivo la transmisión por internet. Impresionante.
Entre una TV abierta que se conforma con intentar que la sangría de televidentes no sea más brutal de la que ya es y un streaming que para un par de generaciones representa ya a los nuevos “medios tradicionales”, el universo audiovisual argentino pasó el 2024 reacomodando sus piezas. La fusión entre lo viejo y lo nuevo parece signar este momento de transición en el que las audiencias ya no se mueven a la velocidad del zapping sino de una conectividad que volvió multiverso al ecosistema mediático.