Parafraseando a Fito Páez en “Tema de Piluso”, Bélgica siempre estuvo cerca. El artista plástico Victor Delhez eligió establecerse (y morir) en Mendoza, desde donde se convirtió, a partir de los años '40, en uno de los mejores grabadores del siglo XX, a tal punto que era uno de los retratistas favoritos del general Perón. Aunque el caso más reciente es el del cantante Indra Buchmann Tiribelli, más conocido como Bhavi, quien ayudó a definir la identidad del trap argentino. El hit “Pump Up The Jam”, de Technotronic, descorcha la alegría hasta en un funeral, en tanto que los góticos porteños le ponen más tenacidad al baile cuando suena el EBM (siglas del género Electro Body Music). Tampoco hay que olvidar el gesto de 2 Many DJs al abrir su set de 2014 con “No me dejan salir”, de Charly García.

Sin embargo, la realidad musical de la nación europea es igual de compleja que su idiosincrasia, atravesada por tres idiomas: el alemán, el francés y el neerlandés. Los dos últimos dividen al país geográfica y políticamente. Por más que ese territorio (su extensión es similar a la de Misiones) supo ser potencia discográfica en los años '70, y dio vida a varios estilos y artistas aún influyentes en la cultura popular, no existe un sonido belga, tal como explica el músico Maarten Devoldere. “Me parece que esa idea es más una construcción que viene de afuera”, reflexiona. “El ser un país tan pequeño nos hace muy abiertos a otras culturas. Si te fijás en la historia reciente de nuestra música, existe mucha mezcla. Y eso lo reflejan propuestas como la de Stromae, una estrella de pop que en su sonido incluye influencias africanas”.

Devoldere es el frontman de una de las bandas belgas de música indie más famosas: Balthazar. Pero en noviembre último lanzó Karaoke Moon, cuarto álbum de su proyecto solista Warhaus, con el que pretende introducirse por primera vez ante el público argentino. “Si bien para un artista como yo es muy costoso ir a tocar a Sudamérica, quiero sacarme la duda sobre la respuesta que puede tener mi música allá. Hace rato que tengo ganas de actuar en Buenos Aires”, advierte el músico al otro lado del zoom, desde su hogar en la ciudad de Gante, mientras promociona su flamante disco. “Me contaron que el público argentino es cálido, acogedor y extrovertido. Así que en esta etapa de mi carrera prefiero el riesgo a seguir haciendo lo que ya conozco. Y tengo la sensación de que este disco es la llave para entrar”.

En sintonía con su trabajo anterior, Ha Ha Heartbreak (2022), con el que despegó su carrera en solitario, lo nuevo del artista nacido en 1987 es un viaje emocional envuelto en letras efectivas y melodías cautivantes. “Estoy feliz con este disco porque tuvo comentarios buenos”, revela el cantante, compositor y guitarrista. “Supongo que compartir algo con el mundo te deja en una situación vulnerable porque no sabés lo que puede pasar. Pero, por suerte, este repertorio caló bien. Nadie imagina el esfuerzo y el tiempo que lleva hacer una canción. Con esto no intento excusarme, porque estoy orgulloso de lo que hice con Warhaus. Aunque es un bajón cuando las cosas no salen según tus planes. De todas formas, me divertí haciendo este disco porque seguí explorando cierto humor desdramatizado que me interesa”.

“Todavía recuerdo el número que me pusieron en la camisa. Era un show de talentos para niños y yo era introvertido”, canta Devoldere en “Where The Names Are Real”, tema donde se nota el efecto que tuvieron la hipnosis y los alucinógenos en el proceso compositivo. “Luego de años de lectura y de sesiones de psicoanálisis, me animé a explorar más a fondo en mi subconsciente”, dilucida. “Con mi analista conversamos sobre la creatividad, lo que me llevó a experimentar con la hipnoterapia. Fue emocionante toda la información que encontré, al igual que las imágenes que aparecieron. Grabé las sesiones y en casa las escuchaba. El disco es un viaje psicodélico en el que tocó temas como la masculinidad, la evolución de mi yo adolescente y el amor, por más que no haya canciones románticas”.

De los 10 títulos que constituyen el cancionero de Karaoke Moon, el que no pasa inadvertido es “Jim Morrison”... aunque su letra no versa sobre el líder de The Doors. “En realidad es acerca de lo que él representa”, revela su autor. “Es un símbolo del cliché de la estrella de rock masculina: saca su pene en el escenario, se droga… Se volvió muy triste actuar como Jim Morrison y pese a que hoy es el arquetipo de lo que se considera una masculinidad tóxica hay gente a la que le sigue sirviendo de inspiración. Si te admiran y te comportás así, lo que estás haciendo es burlarte. No hay que olvidar que cuando hacés una canción te metés con algo especial, incluso espiritualmente. Puedo tomar distancia del personaje porque mi música es demasiado alternativa para ser una estrella del pop. A diferencia de él, no me elevo”.

A propósito de “Jim Morrison”, el músico belga dice además que es la canción “jazzera” del disco. Y es que si un rasgo abunda en este material solista son sus diferentes matices sonoros, paleta en la que dialogan el indie, el soul e influencias cancioneras como Nick Cave, Serge Gainsbourg, David Bowie y Leonard Cohen. “Al principio escribí canciones pop bastante clásicas y me dije que tenía que sorprender a la gente, así que probé otros enfoques para desafiarme y alejarme de lo que solía hacer”, evoca. “Es un álbum muy ecléctico que pasa por distintas fases. En la canción ‘No Surprise’ cuento que no escribo las canciones, que están escritas para mí. Fue entonces cuando surgió esta noción de Karaoke Moon. La metáfora del karaoke era la imagen que quería crear”.

 

Al momento de justificar por qué su emprendimiento musical en solitario no lleva su nombre, Maarten Devoldere aclara que ve más a Warhaus como un laboratorio artístico. Lo mismo sucede con los otros arrebatos solistas de los integrantes de Balthazar. De hecho, el bajista Simon Casier, a través del álter ego Zimmerman, sacó este año el disco Love Songs, en tanto que el cantante y guitarrista Jinte Deprez, bajo el alias de J. Bernardt, también puso a circular en 2024 el álbum Contigo. “Cuando tenés otro proyecto, es un lujo que tu otra banda pague el alquiler”, espeta. “Warhaus siempre fue una forma de profundizar en lo que estaba experimentando y de intentar ser lo más crudo posible sobre lo que me pasa. No esperaba que funcionara, pero debe ser por eso que le habla tanto a la gente: siente que es auténtico”.