La conquista, 2005-6 (Foto: Ignacio Iasparra)
 

A lo largo de dos décadas, Leo Chiachio y Daniel Giannone enhebraron cientos de agujas y usaron miles de hilos y telas para dar origen a muchas de sus producciones. Referentes del arte textil dentro del campo cultural argentino, esta dupla de artistas crearon un corpus de obras que entrelazan una identidad queer con elementos de la cultura popular de este país y también con aquella de otros puntos del mundo. El hilo y la aguja es, para Chiachio y Giannone, una suerte de conexión a internet, un medio a través del cual establecen diferentes relaciones con distintos imaginarios que transforman sus propios cuerpos, su vida y el espacio que los rodea. En sus bordados están las huellas de la relación amorosa que los une y también de todas las personas, culturas, viajes y hasta objetos que han aparecido a lo largo de su carrera. Actualmente, en la Colección Amalia Lacroze de Fortabat se está realizando una muestra antológica de esta pareja. La exhibición, titulada Vivir sus vidas, reúne obras que hicieron apenas arrancaron su carrera, hace unos 20 años, y también otras más recientes, incluso trabajos inéditos que encontraron su debut en esta exposición.

Vivir sus vidas es una muestra separada en diferentes bloques que funcionan, al mismo tiempo, como límites geográficos. En este sentido, el recorrido que propone Leandro Martínez Depietri –curador de la muestra– es una aproximación a la mirada que tienen Chiachio y Giannone de diferentes lugares que visitaron, habitaron y en los que también trabajaron. Los viajes y los desplazamientos aparecen como un condicionante muy fuerte en la obra de esta pareja: según dónde están, hacen un tipo de obra y establecen alguna relación con las personas que vivan en el lugar de destino. “Los viajes nos dieron muchas cosas y no lo digo solo por los que nos llevaron al exterior, ni por las visitas a otros países, sino también por los viajes a Salta o a Córdoba. Todo eso nos nutrió de diferentes cosas para poder trabajar y hacer un montón de proyectos diferentes a lo largo de estos años”, dice Daniel Giannone. De cada geografía que visitaron, estos artistas sacaron elementos para llevar a cabo su tarea. En sus textiles está el norte argentino y el litoral, pero también hay estéticas gay de los Estados Unidos e infinidad de referencias a la cultura oriental. Esta exposición antológica establece sus límites de la siguiente manera: “Preludio criollo”, “Belleza y orientalismo”, “Romance guaraní”, “Ecos del Collasuyo”, “Sueño americano”, “Rincón Caribe”, “El viejo mundo” y “La invención de los Comechiffones”. A modo de apéndice, la muestra incluye una pequeña sección en la que los artistas amplían la idea de familia y en la que se incluyen una serie de retratos de la pareja, realizados por fotógrafxs y amigxs.

Chiachio y Giannone han conquistado espacios de exhibición dentro y fuera del país. Hicieron muestras en México, Chile, China, Francia y Canadá. Muchos de sus trabajos viven en colecciones argentinas y también en otras extranjeras: están en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, el Museo Provincial de Bellas Artes de Córdoba Emilio Caraffa, el Palais de Glace, el Museum of Latin American Art en Los Ángeles y el Minneapolis Institute of Art, entre otros. Además, desde hace varios años pertenecen al staff de artistas que integran la galería Ruth Benzacar, espacio en el que ya realizaron varias muestras individuales.

La famille dans la joyeuse verdure, 2019 (Foto: Ignacio Iasparra)
 

EL ORIGEN DE LAS ESPECIES

Leo Chiachio nació en Buenos Aires, en el año 1969 y Daniel Giannone en Córdoba, un poco antes, en 1964. Los dos se formaron en artes, específicamente en pintura. Mientras que Leo estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de La Cárcova, Daniel pasó por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba y se formó también en talleres de Sergio Bazán y Teresa Lascano. En aquel entonces, ninguno de los dos pensaba que el devenir de su trabajo sería con grandes obras textiles y decenas de bordados estallados de color. “Nuestra formación tenía que ver con la pintura, yo particularmente me pensaba a mí mismo como un pintor”, dice Chiachio y Giannone agrega: “Yo también vengo más por el lado de la pintura, pero igual nosotros seguimos pensando así, seguimos pensando que somos pintores. Por eso nosotros decimos que nuestras obras son pinturas, pero bueno, hechas de otra cosa”.

Esta insistencia con ese género fue la que los llevó a definir su trabajo como “pinturas blandas”. Con este concepto como referencia, Chiachio y Giannone han presentado su trabajo en numerosos salones, siempre bajo la categoría de pintura. Incluso han recibido reconocimientos en esos mismos espacios: en el año 2012 recibieron una mención honorífica en el Salón Nacional de Pintura, otorgada por la Fundación del Banco de la Nación Argentina. En todo caso, lo que estos artistas producen y ofrecen es una traducción del lenguaje de la pintura. Ellos traducen esa práctica a su propio idioma, le imponen su gramática personal y devuelven una imagen que ya no necesita de óleos y pinceles para existir, sino de telas, agujas e hilos.

La idea de las “pinturas blandas” encuentra su asidero en la manera que tienen de bordar. Estos artistas, a diferencia de la manera clásica de bordar, que significa copiar o seguir patrones y puntos específicos, dejan que la aguja circule libremente sobre la tela, como si se tratara de un pincel. Cuando empiezan una obra, no saben con exactitud cuál va a ser la figura que aparezca al terminar, sino que la descubren durante el propio hacer. Como si se tratara de una expansión infinita, se dejan llevar por las puntadas.

Pero antes de que aparecieran estas apreciaciones conceptuales de su trabajo e incluso antes de que la pareja se formara, Chiachio y Giannone recorrieron caminos que los llevaron por lugares bastantes diferentes de los que habitan hoy.

Mientras que Daniel vivió en la provincia de Córdoba siempre percibió que había sobre él cierto clima opresivo. “Yo me sentí en democracia recién cuando llegaron los noventa porque mientras vivía en mi provincia... La dictadura se había terminado y las urnas habían aparecido en 1983, pero en Córdoba los militares seguían teniendo mucho peso, incluso después de eso”, dice Giannone. En contraposición, Leo pasaba en Buenos Aires los años del destape con fulgor, entusiasmo y alegría: “Era una época muy espectacular, a veces me acuerdo de ese momento y hasta me agarra nostalgia. Yo me la pasaba yendo de acá para acá, rodeado de locas detrás de los escenarios, como Batato Barea, Klaudia con K y a veces hasta se te aparecía Fito Páez”.

El amor del Irupé, 2006 (Foto: Ignacio Iasparra)
 

TODO MATERIAL ES NOBLE

De los agitados y también represivos ochenta –todo esto sujeto a la ubicación geográfica de cada quien–, llegaron los noventa. En ese entonces, la escena del arte en Buenos Aires empezaba a reconfigurarse. En ese contexto, un grupo de artistas con nuevas lógicas de producción empezaba a generarse alrededor del Centro Cultural Rojas y de su director, Jorge Gumier Maier. Chiachio y Giannone conocían esa escena, pero no fue el grupo de artistas “rosa light” el que los juntó sino un escenario que, a priori, se podría pensar como menos alentador: el 2001.

“Yo tengo un amigo de Lomas, de toda la vida, el Chino Soria. En pleno momento de crisis, él vacía su casa porque se mudaba y antes de irse, medio como despedida, hace una muestra en el departamento vacío con todos sus amigos artistas y ahí nos conocemos, en ese lugar”, cuenta Leo. “Nos conocimos y nos enamoramos al toque, los dos ya habiendo caminado un poco, no éramos tan jovencitos. Enseguida decidimos crear esta unidad creativa porque nos dimos cuenta que juntos éramos mejores, sentíamos que nos potenciábamos el uno al otro”, agrega Daniel.

A pesar de que los dos se habían formado en pintura, no era ese el soporte a través del cual podían potenciar su trabajo, sino a través del bordado. En aquel entonces, a comienzos del nuevo milenio, se realizaban en Buenos Aires unos eventos que se llamaban Estudio Abierto; consistían en organizar exhibiciones de diferentes artistas en espacios históricos. La persona que comandaba ese proyecto era Ana María Battistozzi y fue ella quien los convocó para mostraran algo juntos por primera vez. El Estudio Abierto en el que debutaron se realizó en el local donde funcionaba la tienda Harrods. A partir de ese momento, Chiachio y Giannone no se separaron más.

Ese momento de convulsión política, económica y social en el que empezaron su carrera como dúo marcó para siempre su forma de trabajar. La crisis del 2001, las muestras en espacios autogestivos o itinerantes y trabajar con lo que se tenía a mano, generó que sus obras siempre tengan presente la posibilidad de darle una segunda vida a los materiales. Es por eso que esta dupla puede trabajar sin problemas con retazos de telas ajadas o con cortes carísimos; con porcelana brillante o plástico barato.

En el año 2018 viajaron a China para realizar una residencia con el objetivo de realizar una serie de obras utilizando seda. Sin embargo, lo que tuvieron a la mano cuando aterrizaron del otro lado del mundo no fue eso, sino plástico. Siguiendo con la idea de trabajar con lo próximo, Chiachio y Giannone dieron origen a “Comrades in Shanghai”, una serie compuesta por siete dibujos hechos con marcadores sobre bolsas de plástico. Según cuentan, “las bolsas de plástico nos eran entregadas en cada compra que hacíamos. Las recolectamos durante nuestra estadía en la ciudad de Shanghái y las reutilizamos como soporte para nuestros dibujos. La idea era reusar bolsas de plástico en donde estuvieran impresos, en caracteres chinos, las marcas o direcciones en donde realizamos nuestras compras porque era una manera de reconstruir el paisaje contemporáneo de esa gran ciudad”. Para ellos todos los materiales son iguales de importante. No hay un material más noble que otro, sino elementos que están a disposición para crear un sinfín de obras.

Rohayhu, 2009 (Foto: Ignacio Iasparra)
 

LA FAMILIA QUEER

Al recorrer Vivir sus vidas, su retrospectiva en la Colección Fortabat, se pueden observar muchos autorretratos de la pareja. Mejor dicho, lo que se ve son diferentes versiones de ellos mismos, Chiachio y Giannone se dejan atravesar por el universo con el que están trabajando para que moldee sus cuerpos. En algunas de sus obras pueden ser San Sebastián, o personas del lejano oriente. Pueden ser conquistadores, miembros de un pueblo originario, brujas protectoras o una pareja gay que flota sobre un irupé. Estos autorretratos serían una manera de practicar el drag. Leo y Daniel “se montan” en sus obras, se travisten para dar origen a “diferentes” sí mismos.

“Antes de que existieran todos los derechos que hay hoy en día para la comunidad LGBT, nosotros queríamos hacer circular en la escena las imágenes de una familia gay. Hubo otros artistas que también ayudaron a visibilizar eso, pienso en Feliciano Centurión, en Pablo Suárez, en Roberto Jacoby y Gumier Maier”, dice Leo Chiachio. La producción textil de estos artistas se transformó en un registro de esa vida queer, en una forma para hacer circular un estilo de vida que hace más de veinte años no estaba tan representada ni tampoco tan visibilizada. A su vez, era una idea de familia que se corría de los estándares preestablecidos o que no necesariamente se pensaba dentro del horizonte de expectativa que genera el sentido común heterosexual. Por ejemplo, en numerosas de sus obras aparecen sus mascotas ocupando el lugar de hijos. La aceptación que tuvo este imaginario dentro del mundo de la cultura fue bastante amplio, de hecho realizaron una muestra en el Centro Cultural Recoleta con más de cien obras que sus amigos le hicieron a Piolín, su perro salchicha. Un homenaje a ese hijo de cuatro patas.

Para Daniel Giannone las personas tienen dos ADN: el que heredan de sus familias y el que construyen con los años, a partir de las relaciones que cada quien tiene. Este material genético es el “ADN artístico”. “Creo que este otro ADN está en todas nuestras obras porque aunque seamos nosotros los que aparecemos en los bordados están ahí también todos nuestros amigos y un montón de personas de la comunidad que nos han influenciado, con las que hemos trabajado y también crecido”, dice Daniel. “No es una representación únicamente de nosotros mismos, sino de todos aquellos que han estado cerca. Es más, nosotros teníamos una casita en el Tigre y venía Gumier a visitarnos y eran horas de mate, charla y bordado”.

Este interés por empezar a visibilizar otras vidas apareció en otros campos y escenas en los que ellos también circulaban. Por ejemplo, se veía alrededor de la editorial Belleza Felicidad, comandada por las poetas y artistas Fernanda Laguna y Cecilia Pavón, que editaba libros como Amantes, de Pablo Pérez –un poemario que recapituló las aventuras con cada uno de sus amantes de esa época– o daba a la luz, de este lado del río, a las primeras publicaciones del artista uruguayo Dani Umpi. Estas comunidades encontraron una instancia de legitimación varios años más tarde, cuando bajo el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se sancionaron las leyes de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género. Las narrativas que emergieron a comienzos de los dos mil, finalmente, fueron reconocidas por la “cultura oficial”.

Sin embargo, así como las cosas cambiaron para bien, luego también cambiaron para mal. “En nuestra muestra en Fortabat hay una gran bandera del orgullo en el centro de la sala que hace como vitral de una catedral gótica. Para nosotros es muy importante que eso esté ahí y que ocupe ese lugar central en un momento como este, donde la derecha avanza y la comunidad se ve tan amenazada”, dice Leo y Daniel agrega: “Somos de una generación que ha visto a gente desaparecer por trabajar en la conquista de derechos para nuestra comunidad. Nosotros y muchas personas más, después de años, logramos y ayudamos a materializar que esos derechos existan y hoy siento que estamos trabajando para que no se pierdan esas cosas, para que no deje de existir algo que dábamos por hecho que se había conseguido”.

 

TRABAJO COLECTIVO

A lo largo de estos 20 años, Chiachio y Giannone realizaron muchos trabajos con otros artistas y también con diferentes comunidades locales de los lugares que visitaron. Si bien buena parte de su obra tiene que ver con una autorepresentación, muchos de sus trabajos también surgen de la interacción con otras personas y con otras poblaciones. En 2017 realizaron un bordado comunitario en la galería Ruth Benzacar, en el marco de su exhibición Arqueología suave. Luego, para una muestra que realizaron en 2022, también la Colección Fortabat, presentaron un cortometraje en súper 8 que codirigieron junto a Agustina Comedi, directora y guionista de El silencio es un cuerpo que Cae (2017) y Playback: ensayo para una despedida (2019). También crearon obras con prendas de ropa de sus amigos y en viajes que hicieron a Guatemala o Colombia, la dupla de artistas trabajó con comunidades de tejedores locales para producir diversas obras.

“Si bien nosotros trabajamos mucho el autorretrato, muchas veces hemos logrado incluir a otros en esa práctica. Un ‘ellos’ y un ‘nosotros’ en la misma pieza. Por ejemplo, cuando fuimos a Centroamérica, donde la transmisión oral del conocimiento es muy importante y donde los mitos y leyendas tienen mucho peso, les contamos cosas de nosotros a un grupo de tejedores de allá”, cuenta Daniel. “Les dijimos cómo eran nuestras vidas, cómo nos tratábamos, cómo era ser una familia homoparental con un hijo de con forma de perro o un perro con forma de niño. A partir de eso, ellos materializaban el relato en una imagen y la bordaban, es decir, se generaba una forma de trabajar colectivamente el autorretrato”.

En 2019, invitados por el Museum of Latin American Art de Los Ángeles, Chiachio y Giannone realizaron la exposición Celebrating Diversity. La muestra, que se centraba en diferentes representaciones de la comunidad queer, incluyó la producción colaborativa de una bandera del orgullo gay, una acción que habían realizado con anterioridad en el Centro Cultural Kirchner. “Para hacer esa bandera en Los Ángeles nos ayudaron como cuatro mil personas”, cuenta Leo. “Terminó teniendo una extensión de una cuadra”. Agrega Daniel: “Cuando se hizo la marcha del orgullo allá, nosotros participamos y sacamos la bandera a la calle. Se armó una cosa espectacular, Leo y yo adelante y toda la comunidad desfilando con nosotros. Fue increíble y hasta hicieron un montón de notas en la prensa contando toda la experiencia”.

Lo que podría haber quedado en una anécdota, en una acción de museo, generó cierto impacto en la comunidad LGBT. Al día siguiente de la marcha, los artistas fueron hasta el aeropuerto para cambiar su pasaje, pero cuando llegó el momento de pagar, la empleada de American Airlines que los atendió los sacó a la calle. “Yo pensé que nos iban a meter en cana, que es lo que pensaría cualquier persona a la que en un aeropuerto de Estados Unidos le dicen ‘acompáñenme afuera’”, cuenta Giannone. Sin embargo, cuando llegaron a la calle, la empleada les devolvió su tarjeta y les dijo que no les iban a cobrar por el cambio. Sigue Daniel: “Ella se nos pone a llorar y nos dice que había sido tan fuerte y tan importante para la comunidad lo que habíamos hecho en la marcha y con la bandera, que nos querían hacer un regalo y que no nos iban a dejar pagar por los pasajes. Estábamos con empleados del museo de Los Ángeles y nadie, ni ellos ni nosotros, lo podíamos creer”.

Así como en cada una de sus obras los hilos se cruzan para retratar una vida íntima, una historia homoparental con hijos de cuatro patas, en algunas experiencias de Chiachio y Giannone también están las historias de otras personas. Incluso, hay historias de paisajes y de territorios. Sus hilos retratan vidas humanas, pero también vidas animales y vegetales. Sus bordados son una combinación de todas esas cosas. Una forma de reunir ideas, colores y texturas. Chiachio y Giannone bordan su propia historia y también la de las personas que encuentran en el camino.

 

Vivir sus vidas se puede visitar de jueves a domingo, de 12 a 20, en la Colección Fortabat, Olga Cossenttini 141. Hasta febrero de 2025. Entrada: $4000.