Pensar el cine regional, obliga a un juego de cajas. La caja mayor, la del Incaa, está bajo un nuevo régimen, que amenaza a la mayoría de las producciones. Dado el asunto, las posibilidades de producción a nivel local son escasas. Espacio Santafesino, el valioso programa de estímulos a las Industrias Culturales del Ministerio de Cultura, por supuesto que no es suficiente; y la inexistencia de una Ley de Cine provincial mengua aún más las chances de financiamiento. Aun cuando el proyecto de la Ley de Cine fuera nuevamente discutido, difundido y explicado -por enésima vez a los funcionarios-, perdió estado parlamentario. La comunidad audiovisual tendrá que retomar la tarea el año próximo, tal vez el decisivo, para que finalmente se logre lo que otras provincias tienen. Como se sabe -¿o todavía no?-, el cine es una máquina económica; basta que un rodaje se ponga en marcha para que se movilicen recursos propios y ajenos.

Si bien la Ley de Cine no se logró, sí se revalidaron los espacios por donde la discusión ocurrió. En este sentido, Pulsar -el Mercado de la Industria Audiovisual que impulsa la Comisión de Filmaciones de Santa Fe- tuvo una nueva edición (en ciudad de Santa Fe), y entre proyecciones e instancias de consultoría, la comunidad audiovisual nuevamente se encontró. En verdad, no hay actividad ligada al quehacer audiovisual en la provincia que no diga lo suyo sobre la importancia de la Ley de Cine. Es decir, tanto el Festival de Cine Latinoamericano (organizado por el ente municipal Punto Audiovisual, en Cine Lumière) como el 20° Bafici Rosario (organizado por Calanda Producciones, con participación del municipio y la provincia), se pronunciaron al respecto. Puede que hayan, lógicamente, matices en las miradas, pero en ninguno de los casos hay desacuerdo respecto de la necesidad de la ley. Sin plata, no hay cine. Sin cultura, no queda nada. (Dicho esto, ¿de dónde saca dinero el Ministerio de Educación para hacer sus spots audiovisuales sobre la “Asistencia Perfecta” -pletóricos en su retórica del sufrimiento feliz-, y para proyectarlos en el espacio publicitario de salas comerciales? ¿Se verán también en otras ciudades además de Rosario?).

De las producciones locales que dio a conocer el año, la que sobresale es Vera y el placer de los otros, de Romina Tamburello y Federico Actis. Por un lado, por su puesta en escena, que hace de la película una obra sólida, que tematiza el secreto del mirar (o del oír), a partir de la adolescente perspicaz que interpreta Luciana Grasso. Pero también, porque la película del tándem Tamburello/Actis ejemplifica la valía de recibir, en su momento, un subsidio del INCAA, haber ganado el año pasado el premio a la Mejor Dirección en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, lograr un mes de cartelera comercial -ahora extendida gracias a Cine El Cairo-, e impulsar aún más las trayectorias profesionales de sus artífices. Si al momento de pensar una película así, el panorama a nivel nacional hubiera sido el actual, Vera y el placer de los otros no hubiese sido posible. Realizada desde una pericia profesional notable, el film es también ejemplo de lo mucho y bien que se filma por aquí. Sin olvidar que la provincia tiene, por lo menos, cuatro establecimientos donde se estudian artes audiovisuales: Iscaa, Epctv, Uai, Enerc.

;La zorra y la pampa, de Leandro Rovere e Ignacio Sánchez Ordóñez.l
 

 

La mención del Festival de Mar del Plata permite referir los estrenos locales que allí tuvieron pantalla; dos cortometrajes: Eco y reverberancia, de Fernanda Taleb; El obituario incompleto, de Jésica Aran y Francisco Matiozzi Molinas; y dos largometrajes: Desentierros. Los libros que no heredamos, el documental de María Julia Blanco dedicado al desentierro de los libros escondidos por su padre durante la última dictadura; y Romeo y Ofelia, el film shakespereano de Gustavo Postiglione, ubicado en una Rosario tan próxima como irreal. Es para remarcar que fue a través de Pulsar o de Espacio Santafesino cómo cada uno de estos trabajos contó con acompañamiento y asesoría.

Es decir, el espacio abierto por Pulsar es por donde circula la mayoría de las producciones de la región. Además, su pantalla -distribuida entre Santa Fe y Rosario-, permitió ver algunos trabajos representativos; como es el caso de La Sociedad del Afecto, el documental de Alejandra Marino y Marcela Marcolini dedicado a Chiqui González; Matria, de Jimena Chaves; Un jardín para Pichón, de Carla Ciarrochi; La zorra y la pampa, de Leandro Rovere e Ignacio Sánchez Ordóñez; Hijas del maíz, de Alfonso Gastiaburo; y Qonoq, de Mario Caporali. En este marco, la pantalla virtual de El Cairo Cine Público contó con una selección de trabajos de la EPCTV, que conmemoraron sus 40 años de trayectoria.

La 29° edición del Festival de Cine Latinoamericano Rosario fue otro de los grandes encuentros del año. La apertura contó con el estreno de Singapur, de Gustavo Postiglione; y en sus categorías principales resultaron ganadoras las películas Los tonos mayores, de Ingrid Pokropek (Mejor Largometraje); La mujer hormiga, de Betania Cappato y Adrián Suarez (Mejor Largometraje Santafesino); y Tiempo de pagar, de Felipe Wein (Premio Especial del Jurado). También Bafici Rosario tuvo jornadas de esplendor, donde pudieron verse muchas de las películas premiadas en el festival de Buenos Aires; se dio pantalla a producciones locales como Gombrowicz o la Inmadurez, de Nicolás Valentini; y hubo una función histórica de Adiós Sui Géneris en 35 mm (en El Cairo) junto a su director, Bebe Kamin.

Romeo y Ofelia, film shakespereano de Postiglione.
 

 

El tiempo dirá qué habrá de suceder. Por lo pronto, hay una cantidad de trabajadoras, trabajadores y egresados recientes -sin contar los estudiantes-, que quieren su lugar en la denominada “industria audiovisual”. Este mote es requerido, y el gremio de la animación lo pidió para sí durante la proyección que se hizo en El Cairo de los trabajos de la primera promoción de la carrera de Realización Integral con especialización en Animación 3D y Tecnologías Digitales de la ENERC (Rosario es una de sus sedes): el nivel técnico y narrativo es espléndido, y en algunos casos, excelente. Si estos pibes no pueden hacer lo que quieren acá, buscarán horizontes fronteras afuera, como ya sucedió tantas veces. Tienen una capacidad enorme. Muchos de ellos y ellas cursaron sus primeros estudios en la Escuela para Animadores, que dirigen Pablo Rodríguez Jáuregui y Diego Rolle desde Punto Audiovisual, escuela que se prepara para cumplir sus primeros veinte años.

En síntesis, películas, talentos, pantallas (El Cairo y Lumière son dos baluartes, Rosario es una ciudad privilegiada), hay mucho y de todo. Sin embargo, el asunto no termina de consolidarse. Queda mucho por hacer, pero la comunidad audiovisual, a diferencia de otras épocas, está más afianzada. Con o sin Ley de Cine, habrá que perseverar.

Las últimas líneas son para alguien que hizo posible el cine de la región: el realizador Mario Piazza (fallecido el 23 de mayo) lega una obra tan personal como cálida, de una postura política y estética irrenunciable. Vale recordar que en su última película, Acha Acha Cucaracha, dedicada al grupo surrealista Cucaño, registró a otro artista querido: El Marinero Turco, también fallecido este año. Los dos, dos luces que no se extinguirán.

La mujer hormiga, mejor largometraje santafesino.
 

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