“Ocurrieron muchas noches de los lápices y yo les decía a los jóvenes si iban a tener espaldas para bancar ese semejante título, y me sorprendió que sí, que esos jóvenes tienen viva la memoria y dan un mensaje, un mensaje a las juventudes. Porque si los jóvenes no se comprometen con el otro, no hay futuro posible”, sostiene Adriana Martín, única sobreviviente de lo que se conoce como La Noche de los Lápices del Oeste, ocurrida un 28 de diciembre, hace ya 47 años atrás.

El aula de la Escuela Secundaria Nº 8 Sonia von Schmeling del barrio de Villa Udaondo de Ituzaingó ya no es solo un espacio de clases diarias, se convirtió en una suerte un set de rodaje, un archivo de memoria. Allí, un grupo de estudiantes y docentes lleva adelante un proyecto documental que reconstruye los sucesos de septiembre y diciembre de 1977, cuando ocho jóvenes militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de la zona oeste del conurbano bonaerense fueron secuestrados, torturados y siete de ellos asesinados por la Brigada de Investigaciones de San Justo.

En las últimas dos semanas de septiembre de 1977, un año después de la Noche de los Lápices en La Plata, el aparato represivo de la dictadura se trasladó hacia distintos puntos del conurbano como Ituzaingó (cuando pertenecía al partido de Morón), Hurlingham, San Justo, Castelar, Merlo y Olivos

Sonia von Schmeling, Jorge Luis Fernández, Alejandro Fernández, Adriana Martín, Alejandro Aibar, Marcelo Moglie, Enrique Ricardo Rodríguez y Luis Ángel García fueron secuestrados en sus domicilios y trasladados al centro clandestino de detención en la Brigada de San Justo, donde se estima que pasaron atrocidades más de un centenar de personas. La mayoría de ellos todavía cursaba sus estudios secundarios al momento del secuestro.

Marcelo “Chelo” Moglie, de 18 años, era empleado en Diemar, una empresa de logística industrial dedicada al transporte de carga pesada y militaba de la Juventud Peronista, la UES y Montoneros. Luis Ángel “Polenta” García era uno de los dirigentes de la UES de esa zona y tenía tareas de organización. García preparaba las reuniones y acercaba material para la difusión de los derechos de los estudiantes. Su rol era compartido con Enrique Ricardo “Pluma” Rodríguez. Ambos ya eran egresados.

El caso de “Pluma” Rodríguez fue uno de los más trágicos y resonantes de aquel despliegue militar. Durante el operativo en su casa en Hurlingham, asesinaron a sangre fría a sus padres, Juan Ventura Rodríguez y Epifanía Ramírez. Los militares regresaron después y desvalijaron la casa llevándose hasta las fotos familiares. "Mi papá tenía un taller donde fabricaba guantes de cuero en mi casa y se llevaron todo. Mi otro hermano fue a la Brigada de El Palomar a preguntar y lo llevaron a un hangar para mostrarle las cosas que se llevaron de mi casa para que no preguntara más", recuerda Elda Rodríguez, hermana de "Pluma".

Previo al secuestro de Sonia von Schmeling, a su padre, Hermann von Schmeling lo habían secuestrado por ser un referente social del barrio. “La familia evaluó dejar el país después del primer secuestro de Hermann. Sin embargo, luego de una reunión familiar deciden quedarse con la justificación de que ‘si ya te secuestraron no te van a venir a buscar otra vez’ y se mudan a Olivos, pero Sonia se planta en que quería volver a su escuela secundaria y al barrio en Ituzaingó, y ella comienza a viajar y quedarse en la casa de la abuela”, agregan los guionistas  del documental. 

El 28 de septiembre Sonia es secuestrada en su nuevo domicilio de zona norte y el 15 de noviembre de ese año a su papá lo secuestran por segunda vez, y también lo llevan a la Brigada de San Justo. Lo torturaron hasta matarlo.

Luego de tres meses de cautiverio, el 28 de diciembre de 1977, siete de los jóvenes fueron fusilados. Sus cuerpos todavía continúan desaparecidos. 

A Adriana Martín le practicaron un simulacro de fusilamiento y fue liberada el 30 de enero de 1978, pero pasaron 40 años para que pudiera contar su historia ante un tribunal en el juicio por los crímenes cometidos en San Justo, que arrojó cadenas perpetuas, iniciado en 2018. Gracias a su testimonio, los familiares de sus siete compañeros pudieron conocer el desenlace.

Adriana reveló que la noche del 27 de diciembre les dijeron que los iban a liberar y al día siguiente los sacaron encapuchados y atados mientras los represores les hacían bromas cínicas sobre el Día de los Inocentes, para luego hacerlos arrodillar en un descampado. Se preguntaban qué pasaba. La adolescente de 15 años, y que ya había sufrido un primer secuestro un año antes cuando era presidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela Técnica N°1 de Moreno, escuchó los disparos, pero ella seguía respirando.

 

 

El origen del documental y el compromiso de los estudiantes

La serie documental, cuyo estreno está previsto para el 16 de septiembre de 2025 para que coincida con el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios, no solo cuenta los hechos ocurridos, sino que busca poner rostro, voz y humanidad a las víctimas.

Recientemente, los alumnos presentaron un adelanto en el marco del encuentro anual Jóvenes y Memoria, organizado por la Comisión Provincial por la Memoria en Chapadmalal, donde recibió una emotiva recepción de parte de sus pares y docentes. La realización del evento, que se realiza desde hace 22 años en la ciudad balnearia, había estado en duda ante la falta de respuesta por parte de la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deporte de la Nación que lidera Daniel Scioli, según habían anticipado meses atrás desde la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) a este medio, pero finalmente se hizo.

El profesor Uriel Casella, coordinador general del proyecto, explica a Buenos Aires/12 que esta serie es fruto de un proceso de construcción colectiva. Todo comenzó cuando la comunidad educativa eligió el nombre de Sonia von Schmeling para la escuela en 2023, una decisión que marcó un compromiso con la memoria histórica, según relata.

"Este trabajo es hijo del camino que venimos transitando desde hace años. Primero fue la elección del nombre de la escuela, después el contacto con los familiares, con sobrevivientes, con fiscales y jueces de la causa. Y finalmente, la decisión de reconstruir estas historias en un documental que pueda ser visto en todas las escuelas de la región", dice.

La serie tendrá cinco capítulos de una hora cada uno, donde se abordarán temas como la militancia barrial y estudiantil, el funcionamiento del centro clandestino en San Justo, el rol de las familias en la búsqueda de justicia y el juicio que logró perpetuas para los responsables.

“Adriana Martín cuenta que frente a su casa familiar hay pinos, y que al pie de esos pinos se juntaba con Alejandro y Jorge Fernández, con Sonia, con Marcelo Moglie, con Luis Angel García. Se reunían a discutir política, a organizar la actividad en los distintos colegios. Hoy a nosotros se nos hace imposible pasar por ese lugar sin imaginarlos ahí reunidos. Sin saberlos arrancados. Eso te da el saber y conocer lo que pasó en nuestro barrio”, añade Casella.

Tomás Salto Palacios es uno de los estudiantes involucrados en el proyecto y en diálogo con este medio detalla el valor que buscan darle a la serie: "Queremos reconstruir las identidades de estos chicos que fueron arrancados de sus vidas y que son parte de los 30.000". El equipo de estudiantes entrevistó a familiares, jueces, fiscales y a Adriana Martín, la única sobreviviente. “Como dije en una frase del discurso que dimos en Chapadmalal, ‘mientras siga viva la memoria colectiva permanecerán entre nosotros los desaparecidos’, y yo creo que va con ese objetivo. Nosotros anhelamos también como institución que este material se pueda difundir por los sectores del distrito, en especial la zona oeste, de donde eran estos chicos, y que sea útil en las escuelas. Así como nosotros lo implementamos en nuestra secundaria, también podamos incentivar eso en los demás chicos”, agrega Tomás.

El deseo de Tomás es compartido por Adriana Martín: “Cuando uno piensa que hay jóvenes que están drogándose, están en cualquiera, veo que estos jóvenes están comprometidos con los derechos humanos y a mí me llena de satisfacción”.

Los testimonios

La serie documental recoge testimonios de familiares, como el de Griselda Aibar, hermana de Alejandro "Indio" Aibar, quien también visitó la escuela. Es hija de Sergia Paolini, ya integrante de Madres de Plaza de Mayo. "Este proyecto es una reparación para nosotros. Los jóvenes que lo llevan adelante tienen un nivel de conciencia social impresionante. Han logrado reconstruir un rompecabezas enorme, pieza por pieza, con amor, respeto y compromiso", expresa a Buenos Aires/12 y continúa: “Desaparecieron a quienes desde su sitio no daban vuelta la cara a la crueldad. Se peleaba por educación pública, por derecho a sueldos dignos, a condiciones laborales, realmente humanas. Se peleaba por la manifestación artística, por las libertades populares. Entonces, yo creo que un documental así va a mostrar cosas que hoy están naturalizadas”.

Griselda se toma un momento para describir lo que hacía su hermano Alejandro por fuera de las horas de clases de su último año en la escuela, que lejos estaba de una actividad “subversiva”, según explica: “Él era titiritero en el barrio de Pompeya, junto con su compañera Gladys Morales, que también se encuentra desaparecida. Hacían obras de títeres de teatro, concursos de mancha para los chicos y las chicas del barrio. Hacían actividades para los niños que estaban internados en los hospitales y buscaban la forma de que pudieran tomar su medicación. Hacían que lo que les tocaba sea más llevadero. Eran militantes del amor y de la solidaridad. Peleaban por derechos estudiantiles”.

Gabriel Fernández, hermano de Jorge y Juan Alejandro Fernández, explica: “Mi deseo es que el documental llegue a todos los colegios y espacios de difusión para nuestras juventudes y que puedan valorar la Memoria como transmisora de esas identidades de lucha y resistencia”.

Gabriel presenció los secuestros de sus hermanos en su casa y también fue querellante en la causa Brigada de San Justo: "Ellos no murieron por un boleto estudiantil o porque fueran comunistas, peronistas o terroristas. Murieron porque pensaban, porque cuestionaban, porque soñaban con una patria justa. Este documental no solo los honra a ellos, sino que nos desafía a todos a no olvidar y a seguir luchando por los mismos ideales", afirma.

El documental no será solo un producto audiovisual. "Será un legado. Un puente entre generaciones, una herramienta pedagógica para las escuelas de todo el país", coinciden en la mirada Gabriel y Griselda.

Animarse a hablar en tiempos de negacionismo

El documental narra lo que ocurrió hace 47 años, pero inevitablemente interpela el presente. Adriana Martín manifiesta su preocupación por el discurso negacionista que según ella baja desde las altas esferas del Estado: “Va a ser un bastión de los derechos humanos para los jóvenes, porque estamos en una actualidad adversa donde hay negacionismo. No creen que fueran 30.000 compañeros desaparecidos y la verdad que yo lamento mucho esa falacia porque es una falta de respeto total. Yo fui víctima dos veces, fui secuestrada dos veces y vi, pasé cautiverio con muchos compañeros que ahora no están. Y no podemos permitir que se mancille el nombre de los compañeros que fueron arrebatados sus proyectos de vida. Por eso, nosotros exigimos que la Justicia siga juzgando a los genocidas que cometieron tantas atrocidades. Yo pido justicia por la memoria de mis compañeros y todos los familiares que todavía siguen sufriendo”, asegura.

El trabajo realizado por los estudiantes no se limita a contar lo ocurrido en 1977, sino que invita a reflexionar sobre la importancia de los derechos humanos: “Este mensaje va a ser un legado para ellos porque no van a olvidarse nunca más de esta historia y entonces no va a repetirse nunca más esta tragedia argentina. Y quiero que los chicos, los jóvenes sigan confiando en la política como una herramienta de transformación y para la posteridad”, menciona.

Además, repudia la visita de los diputados libertarios a genocidas en Ezeiza. “Los juicios de la verdad sirven para que no sean olvidados y hacer justicia. El gobierno libertario avala el accionar represivo, niega los derechos humanos, y por eso es tan cruel con el pueblo argentino. Me hace sentir muy mal porque es un retroceso importante para los derechos conquistados. Yo pude estudiar a pesar de lo que padecí, y me motiva un proyecto de país con justicia social. Tenemos que recuperar todo. No quiero me roben la alegría y la esperanza”, concluye.

Gabriel Fernández argumenta que los sectores que hoy “gobiernan no solo son negacionistas, creo que ellos reivindican todo lo sucedido y no tengo duda de que si por ellos fuera, lo repetirían”. 

“Lo que buscamos es despertar esa llama que está presente en cada joven. Mostrarles ejemplos de resistencia y de lucha que fueron nuestra Madres y Abuelas de la Plaza. La importancia que tuvieron y tienen hoy los organismos que nunca se detuvieron en la búsqueda de la Verdad y la Justicia”, completa.

 

Griselda Aibar insiste en que la llegada a la gente es necesaria en tiempos en que el “negacionismo vuelve a hacernos sentir vulnerables, expuestos y maltratados a los que fuimos víctimas directas del terrorismo de Estado, pero también al país, porque esta herida nos atraviesa a todos como sociedad”.