Tres fuerzas políticas de características y tradiciones diferentes dieron origen hace un año a una experiencia inédita en cuanto al funcionamiento de las coaliciones electorales no peronistas. Aunque con roces, tensiones y cortocircuitos desde un primer momento, la sociedad que protagonizan Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió, logró sobrevivir al primer año de Gobierno en un complejo equilibrio, que incluyó pases de facturas públicos, discusiones internas y un ruido que fue subiendo y bajando de tono con el correr de los meses. Sin embargo, los sectores mayoritarios de los tres espacios hicieron un balance positivo del acuerdo y por ahora sólo algunos referentes aislados hablan de explorar otras alternativas, ya sea rompiendo Cambiemos y acordando con el massismo (del lado de la UCR) o incorporando otros actores del peronismo a la coalición (del lado del PRO). La prueba de fuego para la alianza será el armado de las listas del año próximo y la performance electoral. Una mala distribución de cargos, sumado a un mal resultado, abrirían un escenario de incertidumbre sobre su destino.

Con un fuerte apoyo del establishment económico y social, Cambiemos llegó al poder en un marco de fuerte debate sobre el funcionamiento de su coalición. De entrada Macri le marcó la cancha a los radicales, relegándolos de cargos importantes en el Gabinete (sólo tres ministerios secundarios para hombres sin representatividad ni volumen dentro del partido). Además, les espetó que no habría ningún “cogobierno” con ellos. La Coalición Cívica se ahorró esa discusión, en parte porque Carrió nunca planteó el tema y en parte porque más allá de la presencia mediática de Lilita, su estructura territorial y parlamentaria es significativamente menos relevante (una sóla senadora nacional –con alta autonomía–, cuatro Diputados, ningún gobernador ni intendente). 

Más allá de las críticas de los sectores de la oposición radical como el diputado Ricardo Alfonsín, la UCR se disciplinó detrás del PRO, que monopolizó la toma de decisiones. Los intentos de crear espacios de articulación y coordinación entre ambas fuerzas no lograron modificar esa tendencia. Los cortocircuitos más notorios se vieron en casos puntuales como la eliminación de las retenciones mineras, la designación de jueces de la Corte por decreto y la habilitación a los familiares de funcionarios para ingresar del blanqueo de capitales. 

  Sin embargo, los momentos de mayor rispidez surgieron del estrecho vínculo que el PRO estableció “para garantizar la gobernabilidad” con sectores de la oposición peronista no kirchnerista, lo que en muchos casos significó privilegiar ese vínculo por encima de los dirigentes radicales locales. El titular del Comité Nacional, José Corral y el asesor presidencial, Ernesto Sanz, rechazaron en una cumbre en Tucumán la posibilidad de abrir la alianza, algo que públicamente reclamó el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. “El funcionamiento de la coalición es un déficit. El rol del radicalismo es acorde con los votos que sacó en la PASO (no llegó al 3 por ciento) pero no de la representación territorial y de legisladores”, analiza un crítico dirigente de la UCR.   

Embarcado inexorablemente junto al PRO en la suerte del Gobierno, en el radicalismo ven con preocupación la situación económica, que no despegó ni aún al final del segundo semestre. Este punto fue motivo de severas diferencias entre Sanz y el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Durante una parte del año, incluso, la relación entre el asesor presidencial y Macri se enfrió al punto de pasar semanas sin diálogo. El vínculo con Macri se reestableció pero las diferencias con Peña subsisten. Habrá que ver qué sucede con la UCR a medida que los distintos distritos comiencen a definir, hacia marzo próximos, las candidaturas.

“Lilita es Lilita”

La frase puede salir indistintamente de bocas radicales, macristas y de la propia Coalición Cívica. El fuerte (pero no irracional) temperamento de la chaqueña marcó una relación que tuvo dos puntos críticos: el conflicto con el presidente de Boca y operador judicial, Daniel Angelici y las denuncias sobre el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Ambas situaciones dejaron a Macri en una situación incómoda, a punto tal que la convocó especialmente para dialogar con ella sobre ambos casos. Sin embargo, Carrió siempre apartó al Presidente de esas situaciones y hasta hace pocos días reivindicó el trato fluído y sincero con él. Hasta ahora, Macri supo recibirla en Olivos y contenerla para evitar un daño mayor. Con un grado de autonomía mayor que la UCR, Carrió logró armar su juego propio. En Cambiemos esperan con expectativa conocer su próxima jugada: competirá como senadora por la provincia de Buenos Aires o renovará en la cámar baja por su histórico bastión porteño.