“Tüpa nemae ndere jare tëtara. Yasurupay”, saluda amablemente María del Carmen. El contexto post navideño y “entre fiestas” es propicio para este intercambio de palabras que la docente ava guaraní explica con paciencia y dedicación, “Tüpa nemae (que Dios te proteja, te cuide), ndere (a vos), jare tëtara (también a tu familia). Yasurupay (Gracias).
María del Carmen se acaba de jubilar hace pocos días. Fueron 30 años de servicio y al servicio trabajando en las aulas del norte salteño, más específicamente en las de la Escuela Indígena Juan XXIII, ubicada en su Comunidad, Misión San Francisco, en la localidad de Pichanal, distante 250 kilómetros de la capital salteña.
“Nací en el Ingenio, en La Loma, La Capilla, como le decíamos, en año 1966, y formo parte de una comunidad netamente ava guaraní con descendencia simba, que quiere decir que mis abuelitos tenía tembeta y mi abuela se vestía con tipoy, que es la vestimenta tradicional del del Pueblo Guaraní”.
Cuando tenía tres años de edad María del Carmen y toda su comunidad vivirán un suceso que los marcará para toda la vida. “En ese momento el Ingenio San Martín corrió a la comunidad ava guaraní del lugar donde vivíamos. En ese tiempo estaba dirigiendo a la comunidad un padre franciscano que fue quien compró un pedacito de tierra en Pichanal, y otras fueron donadas por la Curia Franciscana. Ese año, en 1968, comenzó el éxodo”.
Con la herida aún abierta, la comunidad tuvo que rehacerse en su nuevo espacio físico. “Luego de la expulsión, en ese tiempo fue Robustiano Patrón Costas quien nos expulsa, vinimos caminando hasta lo que hoy es Misión San Francisco, yo con tres años, sin poder hacer Jardincito ni nada”.
Una vez en el nuevo terruño, “tratamos de vivir una infancia lo más linda posible, me acuerdo de estar jugando entre los canales con los vecinos y con una escuela en la que en esa época sonaban campanadas. La primera era a la mañana, como diciendo ‘levántense’; a la segunda había que estar listo, y la tercera era para estar todos adentro de la escuela”.
Ser docente
Aquella pulsión por reforzar el sentido comunitario y cohesionar aún más la comunidad, inclusive en el destierro, la llevó a María del Carmen a estudiar para docente. “Nos recibimos cinco maestros de la comunidad, pero por cuestiones de sumar puntaje y demás, tardé unos años en poder estar en la escuela de la Misión. Tuve que viajar a la ciudad de Salta y con el tiempo, después de pasar por algunas escuelas, volví a mi escuelita en 1997”. María del Carmen se convertía así en la primera docente recibida que pudo volver a dar clases en la escuela que la había abrazado tanto a ella como a su comunidad.
Ser docente en ejercicio dentro de su misma comunidad genera un valor trascendental tanto para la persona como para el conjunto. “Es entender los códigos, las formas y las maneras. La comunidad estaba muy emocionada porque pude volver a la escuela, y yo también. Uno es parte, se siente parte, es la familia de uno, el entorno, los alumnos, uno puede comprender el universo de esos niños”.
En este sentido, uno de los valores centrales de poder regresar como docente a su tierra fue “potenciar el trabajo siempre como maestra bilingüe, articulando con los maestros auxiliares reforzando la lengua materna, trabajando desde la perspectiva indígena de los pueblos originarios de la comunidad guaraní; ver cómo se trasladan al aula los conocimientos que uno está enseñando en su propia lengua, y por qué no, redescubrirla también”.
María del Carmen recuerda particularmente a la directora Zulma Lazarte, quien incentivó a los docentes a capacitarse y perfeccionarse en la perspectiva bilingüe, específicamente del Pueblo Guaraní. “No teníamos una gramática, pero con la llegada de Zulma, que conocía al pueblo, avanzamos mucho. Ella nos incentivó a hacer cursos donde aprendimos nuestro abecedario, el achegueti. A partir de ahí sabíamos cómo trabajar con él, que es muy rico y muy amplio, por ejemplo, tenemos 12 vocales, que son regulares, y las nasales”.
Esta centralidad trasladada a la currícula docente generó también un empoderamiento y revinculación de muchas familias con la raíz ancestral, así como también el reconocimiento desde la institución escolar. “La bandera guaraní está siempre presente en todos los actos y momentos trascendentes de la vida escolar”, fortaleciendo los rasgos culturales y ocupando un lugar central ante miradas discriminatorias hacia su cultura. Tal como lo describe María del Carmen, “el conocer nuestra lengua y nuestra historia ayuda y nos ayudó mucho a seguir adelante, a no quedarse”, superar los estigmas y “seguir avanzando sin pensar que nuestra cultura es un obstáculo”.
Durante muchos años la escuela funcionó en su primera locación, aquella que tenía una gran historia y significancia para la comunidad, pero que al mismo tiempo ya no reunía las condiciones para albergar a los más de 1200 estudiantes que asisten a la escuela hoy. Es por eso que en 2016, y luego de una lucha de años, se consigue un nuevo edificio para la Escuela Indígena Juan XXIII.
“En 2016 fue la primera etapa y nosotros nos trasladamos primeros, porque mi trabajo en docencia siempre estuvo en el primer ciclo, y ese era el primer grupo que se mudó. Aquel fue el año que comenzamos en el edificio nuevo y allá quedaron, en el edificio histórico, los grados más altos de cuarto a séptimo”.
A pesar del crecimiento y mejora en las instalaciones, los recuerdos abundaron y generaron sensaciones encontradas: “con solo decir que hice mi primaria ahí, el despegar fue muy difícil, porque era dejar mi escuela de primaria y también todo lo que viví como docente durante tanto tiempo. Fue bastante difícil pero teníamos que trasladarnos por la comunidad, por la comodidad de nuestros niños, porque eran aulas muy pequeñas y no había capacidad”.
Hoy instalados en el nuevo edificio, los desafíos continúan actualizándose, ya que si bien la escuela sirve como articuladora social, espacio de contención y resignificación de prácticas ancestrales, las problemáticas que vive la zona permean directamente en el cotidiano. María del Carmen detalla algunas de ellas: “la falta de trabajo es muy grave, y en cuanto a los niños, un gran problema es el consumo, ahora ya no solo el consumo de alcohol, sino el consumo de drogas. Creo que ese es una de las problemáticas más grandes que tiene la comunidad”.
“Si bien la escuela trata de acompañar”, resalta María del Carmen, “son situaciones problemáticas que muchas veces nos superan. Trabajamos con otras instituciones, con la Curia Franciscana, por ejemplo, tratando de que nos ayuden. De hecho, hace poco tuvimos un chico que era excelente en todas las materias, pero entró en el consumo y no había manera. Seguimos trabajando hasta que él mismo regresó y pudo terminar séptimo grado”, reflexiona la docente describiendo una muestra de lo que sucede, lamentablemente, de manera frecuente.
Sin embargo, aquellos obstáculos que se plantean a diario no son razón para abandonar la pelea, y mucho menos, para dejar de soñar. “Quisiera que los chicos estudien, que se capaciten, que no bajen los brazos, que no se sientan discriminados, y que si alguien decae, que se levante y que vuelvan a seguir caminando, eso para mi es la comunidad”.
La hoy jubilada docente recuerda una iniciativa que en 2018 la tuvo como protagonista a nivel nacional: “La voz de mi abuelo”, un proyecto que ahora piensa continuar. “Vamos a trabajar desde casa con algunos maestros para hacer producciones y algunos textos en guaraní, algo sencillito para que los chicos puedan leerlo en nuestra lengua, y que esté siempre presente, que nuestra lengua no se pierda. El gran deseo es que nuestra lengua, el tupí-guaraní, sea parte de nuestra vida diaria y recuperarla, porque nuestros abuelos se están yendo y ellos, en muchos casos, son los últimos que hablan la lengua. Así que desde nuestro lado aportaremos en ese camino”.
Si bien María del Carmen finalizará 2024 fuera del aula, un espacio que llenó de vida y proyectos conjuntos, no está en sus planes alejarse de la comunidad, por el contrario, toda la experiencia adquirida en su vida personal y docente, volverán como fuente de inspiración para seguir trabajando en y para su Pueblo Guaraní, orgullosa de formar parte de una cultura milenaria que nació mucho antes que occidente pise esta tierra.