El Impuesto PAIS, una tasa del 30% sobre las compras de bienes y servicios en el exterior, dejó de aplicarse este último 23 de diciembre. Había sido implementado durante el gobierno anterior como medida de emergencia para desalentar la demanda de dólares. La finalización de su vigencia es la que estaba establecida en la ley que le dio origen. Para darle continuidad, el gobierno debería proponer y el Congreso aprobar una nueva ley que restablezca el tributo. El anuncio por parte de la actual administración es otra táctica publicitaria.

El gobierno la presentó como una iniciativa propia que traerá muchos beneficios a la sociedad. En un comunicado difundido el último lunes, sostiene, entre otras cosas, que el fin del impuesto “refleja el compromiso del gobierno de aliviar la presión fiscal sobre los ciudadanos y fomentar el acceso a bienes y servicios internacionales”. “La eliminación del impuesto PAIS es un paso fundamental hacia la normalización de nuestra economía. Permitirá acceder a productos y servicios a mejores precios, incentivará la competitividad y fortalecerá sectores como el turismo y el comercio exterior”, agrega.

El planteo anterior revive lo que proponía en su momento Martínez de Hoz. Por ejemplo, el supuesto beneficio que produce la apertura de la economía, con la “mayor competitividad” y con los productos de “mejor calidad” procedentes del exterior. Una publicidad de esa época afirmaba: “antes la competencia era insuficiente. Teníamos productos buenos. Pero muchas veces el consumidor debía conformarse con lo que había sin poder comparar. Ahora tiene para elegir. Además de los productos nacionales, los importados”. Cuando la voz en off pronunciaba la palabra “comparar” el actor del spot se sentaba en una silla que se rompía. Era la silla nacional cuyos pedazos quedaban en el suelo mientras las sillas procedentes del exterior se multiplicaban como alternativa en la pantalla.

Lo que dice el comunicado del gobierno también recuerda la época del “deme dos” durante la presidencia de Carlos Menem. Hay imágenes de ese momento con pasajeros que bajaban en Ezeiza con carritos llenos de productos adquiridos afuera. Cuando algunos argentinos y argentinas van a comprar a otros lugares es porque las cosas no están bien en nuestro país.

La Argentina precisa importar lo necesario para mejorar los procesos productivos, pero no para reemplazar lo que se produce localmente. Eso ya se hizo varias veces y siempre terminó mal. Cuando se importa una máquina, se está ampliando nuestra capacidad productiva. En cambio, cuando se importa lo que una máquina como ésa produce, se están destruyendo puestos de trabajo en el país. En este segundo caso, habrá más desempleados y menos capacidad de consumo.

Un ejemplo: en la Argentina hay varias fábricas de neumáticos y el gobierno abrió la importación de este producto. De las compañías que operan en el país, la única que protestó fue la de capitales nacionales, porque no realiza importaciones. A las otras la medida no les trae problemas: pueden reducir o cerrar su producción local y traer los neumáticos desde fábricas situadas en el exterior y posiblemente ganen más plata de ese modo. Pero, en el camino, se pierden puestos de trabajo y se utilizan dólares escasos para pagar las importaciones.

Otro ejemplo: los medicamentos. Si se abren indiscriminadamente las importaciones, entran en crisis los laboratorios nacionales y las empresas globales ganan más dinero que antes; se apropian de la cuota de mercado de los que pueden pagar y, los demás, se quedan afuera. El rumbo a seguir debería ser retomar la producción de genéricos para abastecer la demanda interna. Nadie compra remedios para acumular sino para utilizarlos de modo inmediato: donde hay una necesidad hay un derecho.

Guillermo Moretti, vicepresidente regional de la Unión Industrial Argentina (UIA), en esta misma perspectiva sostuvo que el fin del impuesto PAIS “va a traer mayor cantidad de productos terminados y menos mano de obra para Argentina”. “Tenemos que ver las consecuencias. Deja menos valor agregado, más expulsión de mano de obra y más pérdida de dólares”, añadió.

En otro aspecto central del debate, el presidente Javier Milei ha dicho reiteradamente que el Estado “es una asociación criminal violenta que vive de los impuestos”. A partir de allí, las empresas públicas no son objeto de discusión sino de eliminación. Nosotros creemos que no se trata de analizar la supuesta ineficiencia de las empresas públicas desde el último renglón del balance. Ello es absolutamente incorrecto. En este sentido, hay que reconocerle al Presidente que ha sincerado el debate: para él estas compañías estatales tienen que desaparecer por ineficientes y, si son rentables, deben pasar a ser operadas por el mercado. A diferencia de Milei, nosotros creemos que las empresas públicas son imprescindibles en un modelo de país en el que se intente disminuir las desigualdades sociales y garantizar el acceso a los servicios esenciales al conjunto de la población.

Hay una concesión que es necesario evitar: que las empresas públicas sólo son aceptables si son rentables, subestimando el rol social de las mismas. Por supuesto: lo anterior no significa que no se concentren esfuerzos en luchar contra la ineficiencia y la corrupción.

A veces siento como si estuviera releyendo Confieso que he vivido, de Pablo Neruda, o parafraseando a Gabriel García Márquez: Crónica de un "fracaso anunciado". Los que tenemos algunos años, esto ya lo vivimos y siempre terminó mal. Las “4 M” –Martínez de Hoz, Menem, Macri y Milei– tienen las mismas políticas y modos similares de presentarlas públicamente.

Está claro: nosotros elegimos otro modelo de país. Sin embargo, hablamos poco de él.

Al proyecto propio se lo puede criticar para mejorarlo. Pero también hay que defenderlo. Para ello, la unidad sigue siendo un valor imprescindible.

La totalidad del campo nacional y popular debe proponerle a la sociedad un camino alternativo al que sigue la actual administración.

Por ahora, una parte de los que votaron el proyecto gubernamental continúa teniendo expectativas de que el país va a mejorar por ese camino. Esto sucede, en buena medida, porque nosotros no logramos aún sintetizar de manera suficiente y poner a consideración de la sociedad más rápidamente nuestro proyecto alternativo.

Esta película ya la vimos. Tenemos que acelerar el consenso sobre los contenidos de la propuesta que renueve la esperanza de que un país mejor es posible.

* Diputado nacional Unión por la Patria y presidente del Partido Solidario.