“Esta Argentina donde los niños y los sueños mueren desnutridos, donde los explotadores dictan las condiciones de la convivencia, esta Argentina no la queremos”
John William Cooke (1966)
En la actualidad, al igual que en anteriores períodos de nuestra historia, hay dos modelos que disputan la hegemonía: un modelo elitista, anti-industrialista, neocolonial y un modelo nacional, popular, impulsor de la industrialización. El modelo elitista o neoliberal periférico [1] fue impuesto, genocidio mediante, en los años ’70 y se profundizó, ya en democracia formal, en los ’90 con Menem para volver, después de tres gobiernos populares, con el gobierno de Macri, que nos condenó a sufrir el control permanente FMI y ahora con el actual horror de Milei.
El concepto de estilo tecnológico, desarrollado por Varsavsky [2] en los años ’70, se propone como “un conjunto de características cualitativas generales, comunes a todas las ramas de la tecnología (y la ciencia), deseables porque son directamente deducibles de los objetivos nacionales, y prácticas, en el sentido que ayudan a tomar decisiones pues no son compatibles con cualquier propuesta”.
El estilo tecnológico del modelo neoliberal periférico es la reprimarización de la producción; la apropiación por grandes empresas, en general extranjeras o con centros financieros en el exterior, de las ganancias que producen los enclaves extractivos (agro, gas y petróleo, minería) y la centralización de la producción industrial en manos de multinacionales. En este modelo, el sector financiero acumula enormes ganancias y se transforma en el eje de la economía [3]. Este modelo naturaliza el hecho de que determinados conocimientos científicos y determinadas tecnologías sean inaccesibles para nuestro país [4] .
Por otro lado, el modelo nacional y popular es el modelo del desarrollismo peronista: industrialista y distribucionista, modelo que en Argentina se transitó durante las presidencias de Juan Perón, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
En la figura que sigue el físico Fernando Cuccietti[2] grafica la evolución del PBI per cápita y del índice GINI
La presidencia de Néstor Kirchner presenta la curva ideal del modelo de crecimiento inclusivo: crecimiento continuo del PBI y disminución también continua del índice GINI; la presidencia de Macri y el año de Milei presentan lo contrapuesto: disminución del PBI y aumento simultaneo del GINI.
Ambos modelos tienen políticas opuestas en educación: mientras los neoliberales consideran a la educación pública un gasto prescindible y la desfinancian, los gobiernos nacionales y populares invirtieron fuertemente en la educación pública; en cuanto al sistema nacional de ciencia y tecnología los neoliberales buscan desacreditarlo y desfinanciarlo y los gobiernos nacionales y populares buscan apoyarse en el sector de ciencia y tecnología para construir un futuro sin niños y sueños que mueran desnutridos.
Ciencia y tecnología, juntas pero no revueltas[3]; cuando un país logra acoplar el sistema científico y el desarrollo tecnológico, ese país puede dar un salto cualitativo en la producción de valor agregado [1]. El objetivo que estos países se proponen alcanzar es “lograr capacidad técnico-científica de decisión propia a través de la inserción de la ciencia y de la técnica en la tarea misma del proceso de desarrollo” [5].
La ley Bases y, en particular, su capítulo del RIGI, son iniciativas estratégicas que buscan asegurar el completo control del sistema económico-productivo del país, por lo menor por 30 años, por parte de las multinacionales asociadas a al trío Milei – Luis Caputo – Sturzenegger; el que denominamos proyecto neoliberal periférico, involucra lisa y llanamente la consolidación del status neocolonial de nuestro país (estatuto del coloniaje, lo llamó Cristina).
Necesitamos reconstruir un futuro contrapuesto al que nos intenta imponer la derecha. En su primer año, el negacionista Milei indujo una fenomenal recesión, se cancelaron las obras públicas y se canceló el plan nuclear (las anunciadas privatizaciones de INVAP e IMPSA terminarían por sepultar nuestro desarrollo nuclear) , se perdieron miles de puestos de trabajo, se cerraron empresas pymes, está presente la amenaza de privatizar Aerolíneas, cayó impresionantemente el poder adquisitivo de la población, muy en particular de los jubilados y consecuentemente crecieron la pobreza y la indigencia mientras las justas y pacíficas protestas fueron reprimidas con crueldad .
Pero, a pesar de todo, Milei mantiene aproximadamente un 50% de imagen positiva; es hora de que los militantes del campo nacional y popular nos hagamos una pregunta incómoda… ¿que estamos haciendo tan mal para que esto ocurra?
[1] E. Dvorkin, ¿Qué ciencia quiere el país?, Buenos Aires: Colihue, 2017.
[2] O. Varsavsky, Estilos tecnológicos - Propuestas para la selección de tecnologías bajo racionalidad socialista, Biblioteca Nacional (reimpresión), 1974 - reimpreso 2013.
[3] M. Mazzucato, The value of everything, Public Affairs.
[4] A. Herrera, Ciencia y política en América Latina, Biblioteca Nacional (reimpresión), 1970 - reimpreso 2015.
[5]J. Sábato y N. Botana, La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América latina (publicado en El pensamiento latinoamericano en la problemática ciencia-tecnología-desarrollo-dependencia), Biblioteca Nacional (reimpresión), 1975 - reimpreso 2011.
*https://x.com/thefercook?lang=es
¡¡Gracias Emilce Moler!!
* Profesor Emérito UBA