Vivimos en un país oficial y formalmente democrático. Pero, ¿cómo puede considerarse democrático un país con las extraordinarias desigualdades que nos caracterizan? Se supone que en una democracia todos son iguales ante la ley. ¿Se puede decir que hoy en Brasil todos son iguales ante la ley? Por supuesto. Pero somos absolutamente desiguales en la realidad. Social y económicamente desiguales. Con derechos políticos distintos. Pocas personas logran ser elegidas para un cargo político.

Pero las desigualdades estructurales del país no son sólo sociales y económicas, sino también regionales, culturales e institucionales. El nuevo gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva permite disminuir las desigualdades sociales y económicas, con su conjunto de políticas sociales. El propio acceso de Lula a la presidencia es un buen ejemplo de cómo la fuerza social y política de su liderazgo lo permite.

La sociedad brasileña, sin embargo, todavía refleja menos esta democratización. Es cierto que este fin de año demostró que realmente hubo un proceso de redistribución del ingreso en el país. Las tiendas y todos los negocios se inundaron de gente comprando en grandes cantidades.

Pero las desigualdades todavía se expresan en el gran número de personas abandonadas en las calles. Así lo vemos por ejemplo en la la ciudad de San Pablo, con miles de personas durmiendo en la calle. Es la situación más degradada socialmente que puede vivir una sociedad, con el abandono total de un número todavía significativo de personas.

La mejora efectiva de la economía aún no ha llegado a las calles. Los alcaldes deberían tener políticas y acciones concretas para atender a toda esta gente. A veces son personas, otras veces son familias enteras que duermen y viven en las calles. Hay regiones del país donde se concentra la riqueza, como el interior de San Pablo, el norte de Paraná y el triángulo minero. Que son, al mismo tiempo, los sectores políticamente más conservadores.

Lo que cambió en el país con los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) fue, principalmente, el rescate de los estados tradicionalmente más atrasados, los del nordeste en particular. Los programas sociales del gobierno, y la elección de gobernadores del PT y de la oposición en general, permitieron que el nordeste se convirtiera en la región con mayor tasa de expansión económica, lo que se puede comprobar al visitar cualquiera de los estados de la región.

Los gobernadores y exgobernadores del nordeste se convirtieron en ministros del gobierno de Lula y asumieron el liderazgo político del país. La apariencia de gran parte de los líderes políticos de Brasil ha cambiado. Sin embargo, a pesar de todos estos avances, la derecha aún mantiene fuerza política en el país. En las encuestas, al menos, todavía goza de apoyo. A su vez, a pesar de su liderazgo y prestigio, el apoyo a Lula y al gobierno no es tan alto como debiera ser.

La derecha se apoya en los medios de comunicación como su principal aliado para intentar empañar la imagen del gobierno y de la izquierda. Su monopolio cuenta como una fuerza importante para desempeñar este papel. La televisión, la radio e Internet muestran un esquema de derecha que revela una fuerza mucho mayor que su presencia real en la sociedad. 

El PT está haciendo un buen trabajo de gobierno, pero está perdiendo la batalla de la comunicación. Lula se dio cuenta de esto y ahora se centra en cambios en el sector de las comunicaciones. Pero cambiar a la persona no es suficiente. Es necesario un cambio en la propia política de comunicaciones. Es necesario encontrar la manera de hacer llegar a la masa de la población el sentido y los efectos de las políticas sociales del gobierno, que benefician a la gran mayoría de la población.

Lula sigue siendo el mayor comunicador del país. Pero no cuenta con algo como lo que tenía el presidente Andrés Manuel López Obrador en México: una conversación diaria, todas las mañanas, con amplios sectores del pueblo, a través de una fuerte red de comunicaciones. Este sería un elemento que favorecería este proceso.

Para emprender esa tarea es necesario que el conjunto de dirigentes y cuadros políticos de la izquierda y del movimiento popular ocupen espacios de comunicación y encuentren otras formas de comunicarse con la población. La disputa en el área de comunicaciones es decisiva para la disputa política en Brasil y para el futuro del país. Es el mayor desafío para el país en el futuro inmediato.