“Nuestra adolescencia fue muy dura. Yo me sentía mal todo el tiempo por quién era en el barrio. Por mis gustos artísticos y sexuales. Pensaba que estaba loco o enfermo. Me enteraba de que pasaban cosas como las que me gustaban en Capital Federal o en Nueva York y soñaba con llegar algún día a un lugar así. Toda la vida me lamenté y un día dije: no, prefiero estar vivo. Y pensé qué podía hacer que me hiciera bien a mí y a los demás. Ahí surgieron varios proyectos y el último fue El Relicario: un espacio para nosotros en el barrio”, dice Maxi Rau, fundador de ese espacio y parte del grupo musical Generación Paluca.

Él trabajó toda la vida como cartero, pero fue despedido hace dos años por un recorte de personal. Desde febrero del 2023 lleva adelante, junto con Noelia Marzoa, “El relicario”, una tienda de antigüedades y espacio cultural que es un secreto a viva voz en Los Polvorines.

Ellos se conocieron a través de la música y de un foro de internet. Se dedican al arte sonoro y son parte del colectivo de artistas de improvisación libre Jose 666 y Lupercos.

Siempre fueron coleccionistas de objetos. “Noelia heredó del padre la tendencia a juntar cosas de la calle y yo viví mucho tiempo con mi abuela. Un día volví a su casa para buscar mis cosas: figuritas, muñequitos Jack, álbumes, historietas y mi abuela había tirado todo. Fue un shock. Sentí que había perdido una parte de mí y desde ese día acumulé todo. Las cosas que vendo en El Relicario son baratas, pero para mí valen por cada historia”, relata Rau.

El Relicario nació como un depósito o muestrario de las colecciones de ambos. Antigüedades. Vajilla, cristalería, lámparas, objetos decorativos, libros, cómics, ropa, obras de arte. Es un local de rarezas. “La gente tira a la calle cosas todo el tiempo. Fallece alguien y por ahí vacían la casa entera. Es muy común ver eso por acá. Yo creo que lo que hago es atesorar recuerdos y es algo que me quedó del oficio de cartero donde por ahí me quedaba con postales, fotos, cartas que nunca eran recibidas en destino”, dice Rau.

El local apareció por azar. Vieron un cartel de “Se alquila” en un espacio cerca de su casa y se acercaron al dueño que les ofreció un acuerdo muy ameno. “A él le gusta lo que hacemos, nos ofreció un precio muy barato y eso permite que El Relicario siga existiendo porque tener una tienda de antigüedades en el conurbano no es muy rentable”, cuenta entre risas.

Pronto la tienda se convirtió en un local para alojar al colectivo de improvisación libre del que ambos son parte. “Se volvió un espacio para las voces minoritarias, para los artistas alternativos del conurbano que necesitaban un espacio de pertenencia. En Los Polvorines no había nada y ahora se logró construir una escena. Todos los fines de semana sucede algo y eso tiene mucho que ver con la Universidad Nacional de General Sarmiento”, relata y agrega que fue todo un contexto socioeconómico que se transformó gracias a la gestión kirchnerista, en donde por primera vez se prestó oídos a las minorías y se gestionaron desde el sector público proyectos que apoyaban y fomentaban a las nuevas corrientes de artistas alternativos en la zona.

En El Relicario suena música en vivo y además se pueden adquirir vinilos, cassettes, CDs, dispositivos y reproductores musicales de todas las épocas a precios muy baratos, ya que para ellos lo importante es que los objetos encuentren a sus dueños. Parecen salidos de un cuento de Isidoro Blaisten cuando afirman que lo importante es que las personas tengan acceso a lo que desean, a esas pequeñas cosas que les sacan una sonrisa. “Las cosas acá valen poco y yo me las rebusco como albañil o juntando metales, lo que me pague el alquiler. Todos nos dicen que estamos locos, pero nos hace feliz este espacio y eso no es poco”, dice Rau.

El lugar se define como contracultural porque los artistas que se nuclean fueron marginados socialmente por su identidad sexual o sus gustos y formas. “Hay una cultura muy homofóbica acá en los barrios, prácticamente parece imposible erradicar y nuestra razón principal para existir fue crear un lugar amistoso para todo tipo de minorías. Un día llegué y Noelia estaba dándole de comer a un hombre mayor que anda siempre borracho y solo por el barrio. Como él hay muchos y encontraron un espacio donde poder almorzar y sentirse cómodos. Hablamos con ellos y les damos contención. Es un lugar en donde siempre hay gente. Por ejemplo, está el Turko Live, un poeta y performer muy conocido de los 90 o Adriano Vottero que es un escultor que en su momento tuvo gran reconocimiento, tuvo siete salones nacionales con exposiciones de sus obras en los años 70 y 80. En los 90 también ganó varios concursos y ahora vive en Polvorines. Poca gente lo recuerda, tiene 84 años y él viene seguido, se siente a gusto”, dice Rau.

Es que El Relicario es un faro donde se cruza gente de todas las edades. “Hay gente que se vuelve retrógrada porque pierde el diálogo con gente que tenga otras ideas. Por ahí vienen acá y se da un cruce tan distinto de mundos y personalidades. La gente recuerda cosas que pensaba en su juventud y había desechado. Nos dicen a veces que se van reencontrando con fragmentos de sí mismos”, explica.

Por el espacio pasaron músicos, performers y poetas reconocidos en la escena del under actual y de otras épocas. Los vecinos, para sorpresa de los fundadores, están contentos con que el barrio está lleno de vida. “A nosotros nos sacó el prejuicio porque somos bastantes freaks. Yo me visto de mujer. Me maquillo, me pongo ropa linda. Me defino como una Drag Queen y pensé que se iban a escandalizar, pero no, nos traen comida, tortas fritas”, cuenta.

El mundo de los coleccionistas está repleto de personajes pintorescos y de todas las clases sociales. Por la tienda circulan comisarios, ferroviarios, maestras, millonarios. “A todos les ves en los ojos a su niño interior. Hay algo que tiene que ver con la infancia, con esa forma de mirar al mundo maravillado, con buscar y encontrar tesoros y quizás lo que para uno es un cachivache para otro es una reliquia”, dice Rau.

El Relicario queda en Eustaquio Frias 3220, Los Polvorines. El próximo evento será el 15 de enero. Se trata del ciclo “Conurbano Sonoro” organizado por El Zombie Espacial, un artista sonoro porteño y es parte del intercambio que buscan generar entre la capital y la Provincia.

“Vivir en el barrio te aliena. Uno cree, después de pasada la juventud, que si no salió, tiene que conformarse. Son muchas cosas las que nos limitan en los barrios y la gente tiende a reventarse en la droga. Este es un espacio para la fantasía. Yo colecciono las conversaciones de los habitués. Es un relicario donde todos guardamos al otro”, concluye el dueño.