Tenemos noticia de la organización del año laboral de Freud, en la década del 1910. Sabemos que su trabajo se ordenaba, en parte, siguiendo el año académico. De tal forma, iniciaba su actividad el 1° de octubre y concluía a comienzos o mediados de Julio. Este modo de labor abarcaba una semana que sumaba al sábado. La actividad era sostenida sin interrupciones, a excepción de algún feriado, o debido a alguna inesperada dolencia. Así se conoce que Freud trabajaba los 24 y 31 de diciembre, pero descansaba los 25 y 26 de ese mes y el 1 de enero, los cuales eran continuación de encuentros familiares. La llegada de la segunda guerra mundial trastoca la organización laboral y familiar de Freud puesto que tres de sus hijos van al frente.

De las décadas previas nos entera su hijo Martin Freud, quien recuerda los festejos navideños y de vísperas de Año Nuevo. Según él esta tradición venía señalada por la abuela Amalia, la que ignoraba las fiestas judías. Es de suponer que la familia, de orientación liberal, había apostado por la integración a las costumbres vienesas. En aquellas fechas de encuentro, la comida era abundante y el menú para los niños traía frutas abrillantadas, tortas y ponche diluido. El festejo incluía la animación del hermano menor de su padre, Alexander, quien organizaba juegos y el recitado de poesías, las que eran premiadas por el aplauso familiar.

Martin guarda memoria que su padre, en aquellos años, aún obtenía escasos beneficios económicos del trabajo. A pesar de eso, no faltaban los regalos que enviaban amigos y los agradecidos pacientes.

La década del 1910 encontraría a Freud con algunos reconocimientos y ocupaciones crecientes. En 1912, su hija Anna intenta tentarlo con unas acotadas vacaciones en navidad, queriendo atraerlo al sitio que ella visita. Sigmund responde que no cree que pueda hacer ese viaje, agregando: “sabes que ya no puedo disponer de mi persona, pero me siento muy bien así”.

Las diferentes correspondencias que mantuvo Freud nos informan que las fechas de navidad y año nuevo eran además el momento para la definición de publicaciones y visitas de colegas. Las tareas, con altibajos continuaban.

La llegada de la Gran Guerra interrumpe las nuevas costumbres. Los tres hijos varones de Freud son convocados al frente de batalla, y la familia se dispersa. Martín recibe una carta el 20 de diciembre de 1914, poco antes de un traslado. El que escribe es su padre, quien le informa que le ha girado algún dinero. Hacia el final de la carta se deja señalada una modificación. Freud dice “la Navidad será tranquila y triste aquí, como en todas partes. Será triste y tranquila para nosotros.”

 

 

En el final de los años ‘20 y la década del ‘30, Freud se afilia a una librería de alquiler y se convierte en un asiduo cliente. Sus dueñas son las señoras Emy Moebius y Gertrude Kvergic-Kraus, hija del prolífico Karl Kraus. Ellas recuerdan al profesor y una de sus poco comunes costumbres. Son años en que la salida de la guerra y la crisis económica afectan a los vieneses. Emi Moebius sabe que Freud, junto a una desconocida, suelen repartir canastas y presentes entre los sedientos vieneses, en las cercanías de navidad. Getrude sospecha que la acompañante debería ser Dorothy Bulingham.

Harry Freud, sobrino de Sigmund, tiene el recuerdo de una última visita a su tío, el 12 de Agosto de 1939. Para la despedida, Harry promete volver en las navidades. Sigmund responde, con una sonrisa triste, que no volverán a verse. Ese año, la inoportuna muerte privaría de los encuentros.

 

*Miembro de la EOL y de la AMP. Integra el TyA argentina. Docente.