Como narra Henry David Thoreau en Walden, su mítica y autobiográfica obra, más gente se desconecta o reduce sus conexiones con la vida en sociedad al mínimo, tratando de poner distancia tanto del consumismo y del enorme peso de las facturas de servicios sobre la economía familiar, como de un modo de vida cuyo colapso parece cada día más inevitable.
Walden es en realidad un ensayo, un cuaderno de reflexiones, en el que Thoreau da cuenta de su experiencia de dos años viviendo en una pequeña cabaña construida con sus propias manos, en la costa de una laguna homónima.
Allí, el escritor y naturalista, un militante de la sencillez y la austeridad, logra autoabastecerse, vivir de la recolección, la pesca y una pequeña quinta que se dedica a cultivar. Porque lo importante de esa experiencia, para el autor, es tener el tiempo y la energía disponibles para un trabajo tanto de introspección como de disección de la vida en sociedad, a la que luego regresa, renovado.
Lo que se observa en algunos parajes rurales es el camino inverso. No se trata tanto de gente se prepara para vivir en sociedad de la mejor manera, sino de gente que se retira de ella o lo hace tanto como puede, como quien se sube a un bote del Titanic antes de que el ruido de la colisión estalle en sus oídos.
El centro de la provincia de Buenos Aires integra, junto a las vecinas Santa Fe y Córdoba, la denominada "zona núcleo sojera". El sur bonaerense, más frío, es tradicionalmente triguero. Pero existen áreas de la llanura, por ejemplo la pampa deprimida, los alrededores del Samborombón, que permanecen todavía al margen del agronegocio global. Allí, donde la tierra vale menos, proliferan los Walden criollos.
Son, en términos de Toreau, "gran parte de los hombres que está disconforme, y se queja de forma más enérgica e inconsolable porque, según dicen, están cumpliendo con su deber. También tengo en mente a aquellos que, en apariencia, son ricos, pero que en realidad pertenecen a una clase terriblemente empobrecida, que han acumulado basura, y no saben cómo hacer uso o deshacerse de ella, y que de esta forma han construido sus propias prisiones de plata u oro”.
O sea, no son ricos ni pobres y sienten una profunda insatisfacción respecto de la marcha de "las cosas", así, en general. Comienzan con un termotanque solar, que además de bajar el gasto mensual de luz o gas, les proporciona una agradable sensación de independencia.
Siguen con un molino de viento o con una cocina económica, como se conocía a las antiguas Istilart a leña, que se producen en Tres Arroyos hoy igual que hace más de un siglo. Luego, al bajar sus costos fijos, cambia también su relación con el trabajo, porque así se necesita menos dinero para vivir. Y menos trabajo significa más tiempo disponible, para explorar otro tipo de opciones.
Conozcan o no a Thoreau, los Walden criollos hacen una cuenta simple: se obtienen más kilos de carne por hora hombre cazando que trabajando para ganar plata e ir a comprarla a la carnicería. Lo mismo con el pescado. Y la satisfacción, además, no tiene precio.
Eso que descubren es el capitalismo, su funcionamiento, su matriz. El razonamiento es adictivo. ¿Por qué, por ejemplo, es tan caro construir, si son tan mal pagos los albañiles o carpinteros? Los Walden hacen cálculos de estructura, curan sus maderas con gasoil, clavan chapas y tablas, forran con ruberoid. Otros construyen con barro o con botellas. Todo esto, ayudados con la noble motosierra, herramienta que pronto merecerá un desagravio histórico y nada tiene que ver con los que hacen de ella uso y abuso político y simbólico.
Algunos, además, comienzan a acopiar libros. Libros, en papel, porque descreen de la capacidad de supervivencia de la nube, caso en el que los dispositivos quedarían reducidos al triste status de basura electrónica. Libros que puedan releer pero, sobre todo, libros que puedan leer sus hijos, que les permitan algo parecido a una educación o socialización mínima.
Para los émulos de Thoreau, autor del concepto de desobediencia civil, la locura consiste en permanecer a bordo de un barco que se hunde unos centímetros cada día. Fuera de él, argumentan, no sólo tienen mayores chances de sobrevivir: viven mejor.
Walden era además el libro de cabecera del joven Christopher McCandless, el protagonista de "Into the wild". La película, dirigida por Sean Penn en 2007, narra el viaje iniciático del pibe a Alaska, en la misma búsqueda, la de encontrarse a sí mismo primero y, a continuación, encontrarle un sentido a la vida.
Tras sobrevivir al crudo invierno de aquellos confines, McCandless observa complacido la llegada de la primavera y con ella el despertar de un nuevo ciclo de la naturaleza. Emprende, reconfortado, el viaje de regreso. Pero el río que cruzo en invierno, caminando sobre hielo, es ahora un caudaloso y correntoso río de deshielo. Cuando se sentía apto para una vida plena, McCandless descubre que puede apenas puede elegir cómo morir, si ahogado en el río o congelado y de hambre. Un dilema existencial, nada menos. Con Walden en la mochila.