WALLACE Y GROMIT: LA VENGANZA SE SIRVE CON PLUMAS 7 puntos
(Wallace & Gromit: Vengeance Most Fowl; Reino Unido/Francia, 2024)
Dirección: Merlin Crossingham y Nick Park.
Guion: Mark Burton.
Duración: 79 minutos.
Con la voces de: Ben Whitehead, Peter Kay, Lauren Patel, Reece Shearsmith, Diane Morgan.
Disponible en Netflix.
Podrá pensarse que plastilinas animadas eran las de antes, pero cuatro cortos y dos largometrajes más tarde (y tres premios Oscar de por medio) no parece haber nadie capaz de destronar a la compañía de Bristol Aardman Animations en el terreno de la así llamada claymation. Desde luego, la incorporación de técnicas digitales a ese universo otrora ciento por ciento manual es inevitable, como lo demuestra la reciente Pollitos en fuga - El origen de los nuggets, pero el corazón maleable y la magia de las criaturas y objetos pacientemente construidos a mano sigue intacta. No tanto secuela como continuación de una saga con múltiples entradas, Wallace y Gromit: La venganza se sirve con plumas retoma directamente la historia de Los pantalones equivocados, el cortometraje de 1993 protagonizado por el humano y el perro titulares, obviando el desvío del largo anterior La batalla de los vegetales (2005). Signo de los tiempos, la nueva aventura de los inopinados héroes aterriza, como la secuela de los pollitos, directamente en Netflix, sin pasar por salas de cine.
En Los pantalones equivocados un malvado pingüino lograba hacerse con un preciado y millonario diamante, pero el sofisticado robo era finalmente abortado por Wallace, el inventor más british jamás imaginado por el cine, y su fiel e inteligente perro Gromit. Condenado a permanecer encerrado en el zoológico, Feathers McGraw es un ejemplo perfecto de villanía minimalista: bastan apenas dos ojitos negros sin emociones aparentes para transmitir toda su maldad. Desde una fría celda, el ave comienza a tramar su venganza definitiva, cuyo objetivo no es otro que arruinar la existencia de sus archienemigos. Completamente ajeno al plan, Wallace termina de darle los toques finales a un gnomo robot especializado en tareas de mantenimiento de jardines, cuya producción en masa sienta las bases de la compleja vendetta plumífera. Así, las tranquilas mañanas en la casita inglesa, cuyos desayunos se completan gracias a un complejo sistema de engranajes y adminículos –homenaje directo a la cocina mecánica de Buster Keaton en el corto de 1920 The Scarecrow– terminan con Wallace, vecino modelo, sospechado como responsable de la serie de hurtos que están teniendo lugar en el barrio.
Saga cinéfila, como también lo es la de las gallinas escapistas, las referencias puntuales o indirectas a otros films de la historia del cine han sido siempre un componente central en los relatos de la dupla. A tal punto que los primeros cortos de los años '90 de Peter Lord y Nick Park, A Grand Day Out y el mencionado Los pantalones equivocados, ya acariciaban las superficies de placer del vértigo y la aventura, hoy moneda corriente en la animación mainstream. Aquí también habrá un par de persecuciones climáticas con riesgo de explosión y/o caída y/o destrucción total, aunque siempre con la flema a punto y la lengua bien pegada al cachete. Así, la invasión de gnomos, como la de los conejos-lobo del largo anterior, se transforma en la excusa perfecta para el caos y la confusión, que sólo el can Gromit podrá revertir a fuerza de inteligencia.
Más allá del carácter algo derivativo de las vueltas de tuerca de la historia, Nick Park y el codirector Merlin Crossingham, otro veterano de Aarman, logran combinar con destreza el ritmo general con los pequeños detalles de caracterización típicos de la factoría. Son precisamente esas especificidades las que logran que La venganza se sirve con plumas se desmarque del grueso de los tanques animados que suelen acaparar la atención del público, productos cada vez más homogeneizados en estilo, trama e intenciones.