Es difícil exagerar el fenómeno cultural que supuso la banda sonora de El Rey León en 1994. De las cinco canciones escritas por Elton John y el letrista Tim Rice, tres fueron nominadas a la Mejor Canción Original en los Oscar (con la balada "Can You Feel the Love Tonight" triunfando sobre la épica "Circle of Life" y la exuberante "Hakuna Matata"). Dos de ellas fueron nominadas a Canción del Año en los Grammy. El álbum de la banda sonora fue el disco más vendido del año en Estados Unidos, resistiendo la competencia de artistas de la talla de Nirvana, Green Day y TLC. Las canciones son la base del musical más taquillero de la historia de Broadway. Treinta años después, siguen grabadas en el inconsciente colectivo, por lo que se podría perdonar a Lin-Manuel Miranda por sentirse receloso al ser llamado para componer las melodías de la continuación de Mufasa: El Rey León. "Bueno, cuando lo decís así, ¡es aterrador!", suelta, con una sonrisa socarrona que se abre paso a través de su barbita negra. "¡No había pensado en ninguna de esas estadísticas!".

Miranda, por supuesto, sabe un par de cosas sobre la creación de fenómenos culturales. Este neoyorquino de 44 años debutó en Broadway en 2008 con el musical In the Heights, ganador de un premio Tony. Unos años más tarde llegó Hamilton, el musical histórico inspirado en el hip-hop sobre uno de los padres fundadores de Estados Unidos que se convirtió en un auténtico monstruo de la cultura pop. Es un fijo en Broadway desde su estreno en 2015 y en el West End londinense desde 2017.

Dada su trayectoria, Miranda no sintió la necesidad de pedir consejo a sus predecesores John o Rice. "He hablado con ellos de otras cosas. Esto no ha surgido", recula. "Ha estado muy ocupado", añade sobre Elton. "Tiene El diablo viste a la moda y Tammy Faye». El primero, un musical basado en la comedia de moda de 2006, comenzó su andadura en el West End en octubre. El segundo, sobre la vida de la evangelista Tammy Faye Bakker, se estrenó en Broadway en noviembre, aunque desde entonces ha anunciado su cierre. "Casi hemos cambiado los roles", dice Miranda. "Ahora mismo él es como el bebé de Broadway y yo escribí la música de esta película".

Criado en Manhattan en el seno de una familia puertorriqueña de clase media, Miranda tenía la vista puesta en las brillantes luces de Broadway desde muy joven. Empezó a escribir In the Heights mientras estudiaba en la Universidad de Wesleyan, ambientando la historia en el barrio de Washington Heights, donde sigue viviendo con su mujer Vanessa Nadal, a la que conoce desde la secundaria. Tienen dos hijos, de 10 y 6 años, y el mayor lleva el nombre del cangrejo Sebastián, de La sirenita. Está claro que Miranda ama profundamente a Disney. Ahora está sentadoa la sombra en el San Diego Safari Park, con jirafas, rinocerontes y asnos salvajes somalíes pastando en una falsa sabana a sus espaldas. En otro recinto cercano, un león africano de impresionante melena llamado Bo se relaja al sol. Disney ha elegido el lugar por su larga relación con la franquicia de El Rey León: cuenta la leyenda que los animadores visitaron el parque antes de la película original de 1994 para inspirarse y enseguida añadieron a Timón al guión como alivio cómico tras enamorarse de los suricatos.

El primer Rey León marcó un punto de inflexión tanto para Disney como para el cine de animación. Aunque la mayor parte de la película fue dibujada a mano por animadores al estilo tradicional de Disney, también fue la primera producción del estudio en incorporar la tecnología CGI para dar cuerpo a las escenas multitudinarias, sobre todo en la dramática secuencia de la estampida de ñus. La película fue un éxito de taquilla sin precedentes: recaudó 978 millones de dólares y se convirtió en la película de animación 2D más taquillera de todos los tiempos, pero también marcó un cambio de guardia. Al año siguiente llegó Toy Story, de Pixar, filial de Disney, el primer largometraje animado íntegramente por computadora.

Mufasa: El Rey León.

Hoy en día, Disney está volcada en los gráficos generados por computadora. A pesar del cariño que gran parte de su público aún siente por la animación tradicional, el estudio no ha estrenado una película en 2D desde Winnie the Pooh de 2011. Sin embargo, aunque la estética de Disney ha cambiado, El Rey León ha seguido siendo la joya de su corona. Cuando Jon Favreau rehizo la película en 2019 con CGI fotorrealista dividió a los críticos, pero el público acudió en masa a verla. Obtuvo la asombrosa cifra de 1.600 millones de dólares en taquilla, convirtiéndose en la película de animación más taquillera de la historia hasta que ese récord fue superado a principios de este año por Intensamente 2, de Pixar.

Mufasa, por tanto, tiene un duro acto que seguir. La nueva película, que actúa como precuela y secuela de la versión de Favreau de 2019, necesita demostrar que hay apetito por la animación fotorrealista que va más allá de los remakes de los clásicos ya queridos de Disney. Que Barry Jenkins, cambiando su cámara de cine por paisajes generados por computadora y lentes de realidad virtual, haya estado a la altura del reto depende de a quién se le pregunte. The Times le dio cinco estrellas y la calificó de "deslumbrante precuela con canciones soberbias", pero el crítico de The Independent no se quedó tan impresionado: le dio sólo dos estrellas y la calificó de "desperdicio catastrófico" del talento del oscarizado director de Moonlight. Para quien escribe, Jenkins ha conseguido aportar una auténtica profundidad emocional a lo que, de otro modo, podría haber sido una superflua historia de origen para el regio Mufasa y su traicionero hermano adoptivo Scar.

Miranda afirma que fue la oportunidad de colaborar con Jenkins, junto con el legado musical de la película original, lo que le convenció para hacer de Mufasa su próximo proyecto. "Sentí que aprendería mucho trabajando con Barry", dice. "Pero también sentí, dado el increíble álbum (inspirado en la remake) de Beyoncé (The Gift) que lanzó en 2019, que El Rey León es casi su propio género musical. Tiene sus raíces en el ritmo y las armonías africanas, pero sentí que había mucho espacio para jugar y abrir nuevos caminos".

Nuevo terreno, pero también una oportunidad para volver a los estándares de Disney. Como señala el compositor de "No hablamos de Bruno", de Encanto, las heroínas Disney modernas no suelen cantar baladas de amor. "Es casi una especie en peligro de extinción", dice Miranda. "Pero yo crecí en la época de la balada romántica de Disney: 'Kiss the Girl', 'A Whole New World', 'La Bella y la Bestia', 'Can You Feel the Love Tonight'... ¡casi todas las canciones de Tarzán! Phil Collins no tenía que esforzarse tanto, pero lo hizo... ¡por nosotros!".

Estaba decidido a escribir una balada para el joven Mufasa (al que pone voz y canta Aaron Pierre) y su interés amoroso Sarabi (Tiffany Boone). "Cuando leí el guión y Sarabi me dijo: 'Dime que eres tú. Sé que eres tú'. Pensé: Esa es la canción, ¡muchas gracias! Sabía que íbamos por buen camino y fue un placer escribirla".

Por lo demás, su partitura incluye un guiño fugaz al primer acto de El fantasma de la ópera, y también un auténtico himno a los villanos de Disney, para Kiros, el león blanco antagonista de Mads Mikkelsen, que llegó después de que Miranda leyera en Internet que es un compositor demasiado serio para escribir algo memorable para un malo. "Me puse en plan Michael Jordan cuando leí eso", bromea, haciendo referencia a un meme del documental sobre baloncesto The Last Dance. "'Y me lo tomé como algo personal...' Así que esa canción no estaba originalmente en el guión, pero yo estaba en plan: 'Barry, poneme de entrenador, dejame hacerlo'".

Imagen: AFP

Mufasa llega en un momento crítico de la historia de Disney. El año pasado, mientras su costosa gallina de los huevos de oro, Marvel, seguía fracasando, el estudio fue derrotado estrepitosamente en la taquilla mundial por Universal gracias a Oppenheimer y a la película de Super Mario Bros. Este año, Disney volvió a la cima. Antes del estreno de Mufasa, ya tenía tres de las cuatro películas más taquilleras del año: Intensamente 2, Deadpool y Wolverine y Moana 2. El éxito de esta última ha sido una gran victoria para el consejero delegado Bob Iger, que tomó la decisión de convertir una serie prevista de Disney+ en un estreno en salas. Con ello demostró que Disney sigue siendo capaz de hacer lo que mejor sabía hacer en sus años de renacimiento: crear musicales animados que llenan los cines.

El gran número de espectadores de Moana 2 puede atribuirse, al menos en parte, al trabajo de Miranda en la película original de 2016. Su contagiosa banda sonora produjo el tema nominado al Oscar "How Far I'll Go" y ayudó a que Moana se convirtiera en la película más vista en streaming de los últimos cinco años, con más de mil millones de horas en Disney+. La ausencia de Miranda en la secuela ha sido muy comentada por la crítica, pero él dice que tuvo "muchas reuniones" para ofrecer consejos a las compositoras entrantes Abigail Barlow y Emily Bear, que tomaron el relevo cuando la secuela aún se estaba planeando como serie de Disney+. Mientras tanto, publicó Warriors, un álbum conceptual basado en la película de acción de 1979 The Warriors. Las canciones son mucho más atrevidas que su música de Disney, ya que la historia sigue a una banda callejera que se abre camino a través de los barrios de Nueva York, a los que ponen voz iconos del rap como Nas (Queens), Busta Rhymes (Brooklyn) y RZA y Ghostface Killah (Staten Island). Muchos esperan que Miranda pueda adaptarla como su próximo musical.

Pero antes de eso, hay que lidiar con la recepción de Mufasa. Disney es consciente de que no hay apuesta segura cuando se trata de una superproducción de 200 millones de dólares, incluso con la banda sonora de Miranda, un director venerado por la crítica y un personaje muy querido en el centro de la historia. Sin embargo, sí puede contar con las canciones de Miranda para darle legitimidad en la temporada de premios. Ya ha sido nominado al Oscar por "How Far I'll Go" de Moana y "Dos oruguitas" de Encanto. Con dos Emmys, cinco Grammys y tres Tonys a sus espaldas, al compositor sólo le falta un Oscar para alcanzar el estatus de EGOT. Sin embargo, Miranda insiste en que no le preocupa ningún vacío en su palmarés. "Rechazo la idea de que estoy en esta carrera", sonríe, encogiéndose de hombros. "Tengo un Pulitzer y una beca MacArthur Genius. Ya soy algo que nadie más es".

The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.