Una treintena de connotados músicos populares rodea el nuevo disco de Mijal Guinguis, Escalera Caracol. Es el cuarto de una saga personal –en todo sentido– que empieza en 2006, cuando a la cantante, pianista y compositora le da por grabar discos y debuta con el austero Lo que respiro. Prosigue en Sentido Contrario y deriva en el ahora anteúltimo, un ambicioso trabajo intitulado Pequeñas Eternidades, basado en finas orquestaciones de cuerdas y percusión. Aunque tenga diez años, viene al caso traerlo porque el flamante sigue la estructura: de ahí la treintena de músicos conducidos por Diego Penelas y Mariano Fernández que tocan en él. Entre ellos, el percusionista Mario Gusso, el bandoneonista Daniel Ruggiero, la batera Florencia Barrientos y Richard Nant, en trompeta.

"Creo que hacer música es uno de los motivos más lindos para encontrarse, para construir, para hacer crecer las ideas. Sin dudas la colaboración colectiva fue una apuesta y un regalo enorme", introduce Mijal, posada en un trabajo que por supuesto reboza de colectivismo musical. "Trabajar con una cantidad equis de músicos no fue algo que buscamos especialmente, sino que necesitamos de cada uno para que las canciones pudieran sonar como las imaginábamos. Y resultó que terminamos siendo treinta, ¡realmente un montón!"

Cada cual, por cierto, consciente del rol específico que le ha tocado en suerte, en un trabajo en el que maridan el jazz con el pop, o el rock con el folklore, siempre con la canción como epicentro, al servicio de la vida y sus deslindes. Por ejemplo los de "Tres deseos", tema que Mijal escribió para su padre el día que le diagnosticaron una enfermedad y ella pidió por él, en un simple pero fuerte deslinde existencial. "Las supersticiones, las plegarias y los rituales pueden verse como actitudes algo infantiles, es cierto. Pero también son necesarias", sostiene la música, que también es actriz de doblaje, locutora y fonoaudióloga. "En estos años pasé enfermedades familiares, pérdidas, la pandemia, y el disco también habla de eso: de cómo la energía vital se sobrepone. Esto pasa en la vida, y como un reflejo, también pasa en la música."

-El deseo reaparece también en la estructura humana que te rodea. Decís que el disco es sobre el deseo propio y el compartido, ¿cómo se logra un equilibrio entre ambos? No debe ser cosa fácil…

-¡Definitivamente no! (risas). Un gran desafío diario es tener los sentidos bien despiertos para intentar darles a los demás una buena versión de nosotros mismos, entender qué necesita el otro, qué le hace falta, qué tenemos para aportarle. Y, a su vez, poder darnos a nosotros mismos la posibilidad de ir tras nuestro propio deseo, que a veces coincide con el de los demás y a veces no. En definitiva, creo que haber tenido al deseo como motor es lo que me salvó la vida más de una vez. Y no perderlo de vista es un trabajo constante.

Primera conclusión, entonces: Escalera Caracol es un disco fuertemente motivado por el deseo. Por los deseos de su autora. Segunda: esos deseos son los que, en términos simbólicos, suben y bajan espiralados por esa escalera que Mijal imaginó para el título. "Me gustaba la idea de tomar la figura de una escalera caracol como un recorrido impredecible, incierto, algo sinuoso, que da vueltas, te sorprende, de pronto cambia, te obliga a reinventarte, te cachetea y te mantiene alerta", grafica. "La escalera caracol representa para mí la necesidad de crear algo lindo con los recursos que se tengan, de seguir generando lugares de encuentro y apostar a la construcción colectiva que, como decía antes, es la única salida posible. Juntos y hacia arriba."

-¿Por qué te saca de tu zona de confort el disco?

-Justamente porque surgió de las ganas que tenía de probar cosas diferentes, y esto implica transitar caminos desconocidos. Por un lado, es el primero de mis discos en los que trabajé en coproducción con otros músicos. Por ende, lo que más me llevó a salir de mi zona de confort fueron las ganas de trabajar con ellos, de generar un espacio para que puedan aportar a mis canciones.

Otra circunstancia que eyectó a Mijal de su comodidad es que por primera vez en cuatro discos no toca el piano. "Decidí dedicarme ciento por ciento a la composición y a cantar, como una forma de escuchar lo que necesitaban mis canciones. Soltar el piano fue un riesgo grande para mí, algo muy distinto a lo que estaba acostumbrada", asegura Mijal, cuyo contraejemplo está en la composición. Una costumbre sí confortable para ella, tal como emerge de "Como fruta de estación".

"Esta canción es un agradecimiento a la música, a las canciones, mi herramienta, mi hoja en blanco, mi alimento, ¡hacer canciones me ha salvado la vida tantas veces!", se emociona. "Ellas me llevaron a lugares maravillosos, me dieron un lugar de pertenencia, un montón de proyectos, sueños y cosas para hacer. En este sentido, 'Como fruta de estación' intenta contar todo lo que yo hago por las canciones, y todo lo que ellas hacen por mí, como si fuéramos un equipo indivisible. Como si ninguna de las dos supiera bien qué hacer sin la otra."