Sobre el final del año, llamó la atención que algunas firmas importantes del agro argentino hayan entrado en default. No es la mejor manera de arrancar el 2025, si tropieza el sector que aporta las divisas por un monto similar al de los vencimientos que debe afrontar el gobierno nacional.

El campo tiene riesgos inherentes. Las inclemencias del tiempo o las plagas no son el único ni el principal temor. Hay algo aun peor: que a todos les vaya bien y ello haga caer los precios internacionales. Otra amenaza velada es que venga un gobierno libertario y les manosee la ecuación de rentabilidad atrasando el tipo de cambio y manteniendo las retenciones.

La casualidad quiso que a lo largo de la historia la mala suerte en el agro se repartiera de forma salomónica entre las fuerzas políticas. Los gobiernos peronistas padecen sequías, mientras que a los liberales se les caen irremediablemente los precios internacionales. Perón tuvo la sequía del '52, esa que llevó a comer “pan negro”.

Prebisch tuvo que pensar una teoría para explicar la caída de los términos del intercambio y alertar en soledad sobre los peligros de seguir siendo un país agroexportador. Más acá en el tiempo, el gobierno de Alberto Fernández afrontó una sequía que duró tres años, ahora en el gobierno de Milei los precios internacionales “se cayeron como un piano”, como gusta decir el presidente. A principios de 2023, la soja estaba arriba de los 600 dólares la tonelada y hoy está por debajo de los 300 dólares.

Pero más allá de esta moneda al aire que marca “barato o seca”, hoy hay una responsabilidad política por un esquema macroeconómico de espaldas a toda actividad productiva, y una irresponsabilidad privada por el manejo imprudente de una actividad productiva como si fuera financiera.

A comienzos del gobierno, el sector fue beneficiado con una devaluación del 118%, pero dependiendo de qué cultivo o cosecha se trate, algunos tuvieron que invertir con dólar caro, y luego, a medida que se fue dejando apreciar el tipo de cambio, vender con dólar barato. Juan Félix Rossetti, un productor de Santa Fe lo expresó así: "La soja es peronista, bajó más de un 30%. Estamos vendiendo a precios kirchneristas y comprando los insumos y los costos a precios libertarios. Queremos que nos emparejen todo a precio libertario. El campo es liberal, libertario, apoya a Milei, pero está en una situación que ha complicado a muchos productores y que van a quedar en el camino lamentablemente".

La devaluación inicial ayudó a dormir el sueño húmedo de la quita de las retenciones que les prometió Milei en la campaña, y ahora duerme la mona en el sueño de los injustos. La quita de retenciones y la dolarización fue el salariazo y la revolución productiva para los sojeros, a los cuales entretuvieron un año con el sonajero del superávit fiscal y la disciplina monetaria, mientras descuidaban la microeconomía del sector. Ahora el campo ha quedado librado a las inclemencias de Milei.