4 - EL SILENCIO DE MARCOS TREMMER
(España-República Dominicana-Uruguay-Chile/2024)
Dirección: Miguel García de la Calera
Guion: Javier Dampierre y Ricardo Urroz
Duración: 110 minutos
Elenco: Benjamín Vicuña, Adriana Ugarte, Félix Gómez, Daniel Hendler, Irene Ferreiro y Mirta Busnelli
Estreno en salas
¿Qué hacen una señorita española, una dominicana, un hombre chileno y otro uruguayo en un bar? La pregunta podría ser el comienzo de un chiste, pero es una situación que ocurre en los minutos iniciales de El silencio de Marcos Tremmer. El elenco multinacional se debe a los mandatos de las coproducciones entre varios países, que exigen la presencia de algún actor o de técnicos de cada aportante. Muchas de las películas que enfrentan obligaciones de este tipo intentan adecuar sus esquemas para que las piezas se articulen de la mejor manera posible. No parece ser éste el caso, en tanto un Benjamín Vicuña con el acento del otro lado de la Cordillera bien marcado hace de hermano de Daniel Hendler, más uruguayo que desayunar mate con tostadas untadas con dulce de leche Conaprole. El primero está casado con la española y el segundo, con la dominicana. Para completar el rompecabezas de pasaportes, la madre de ambos vive en Colonia y es… la argentina Mirta Busnelli.
Todo lo anterior sería un dato de color si no fuera porque ilustra la factura gruesa y desprolija de este dramón más preocupado por emocionar a como dé lugar, incluso sacrificando la bonhomía de sus personajes, que por construir un relato sólido y coherente que vaya más allá de acumular golpes de efecto. Golpes que, aunque predecibles, serán difíciles de digerir luego de la panzada de las Fiestas. Hay pocas cosas en la película del español Miguel García de la Calera que no sean obvias y subrayadas, empezando por el par de retorcijones corporales que preludian malas noticias para Marcos (Vicuña), un reputado publicista en pareja con Lucía (Adriana Ugarte), a la que asegura amar con locura, aunque no parece darle demasiada bola. Al menos puede agradecer el tener un médico de cabecera de confianza como su hermano, quien luego de poner cara muy seria ante unas radiografías pulmonares asegura que le sacaron el tumor y hay que esperar el resultado de la biopsia.
Corte a Marcos y Lucía ante el doctor/hermano diciendo que está todo bien, una mentira cuyas razones todavía se investigan. Recién a solas con Marcos le dirá que es un cáncer terminal y que le quedan dos, a lo sumo seis meses de vida. El chileno devenido en uruguayo toma una decisión peor que la de su hermano: en lugar de contarle a la esposa, se convierte en un cretino despreciable para espantarla, siguiendo un credo de dudosa veracidad según el cual un rechazo sin motivo aparente es mejor que una verdad dolorosa. Y pasarán muchas cosas más, la mayoría exhumadas del cajón de guiones de “películas de enfermedades”. Un menú que incluye, entre otros platos, una quimioterapia que, milagro de la ciencia, no hace mella en el porte de Marcos; más cretinadas hacía una Lucía que llora lo que no lloró en toda su vida; el ingreso a la cancha de un amigo de ella que le tenía unas ganas tremendas; algunas escenas de sexo en poses imposibles y música ídem, un nuevo diagnóstico casi milagroso, intentos de redención y sigue la lista.