Las acciones de la bolsa porteña terminaron el año pasado con números exorbitantes y comenzaron 2025 en la misma tónica. Durante la primera jornada hábil del año hubo aumentos de algunas empresas de más del 14 por ciento y el riesgo país operó al borde de perforar los 600 puntos. El optimismo de los inversores con los activos argentinos es desmesurado.

Las consultoras hacen circular interpretaciones de todos los colores sobre lo que vendrá para las acciones y los bonos en los próximos meses. Existen distintas posturas sobre lo que puede ocurrir con la bolsa porteña, el precio de las principales empresas del Merval y los bonos soberanos.

Los más optimistas aseguran que la Argentina ingresó en una fase de cambio estructural de su economía. Se trataría de un momento bisagra para los próximos años porque la energía y la minería resolverían en poco tiempo todos los cuellos de botella del frente externo.

Vaca Muerta

Desde esta visión, Vaca Muerta sería una especie de santo grial de la Argentina, el final de los ciclos de stop and go y el motor que explica el incremento de precio de los activos de la bolsa porteña. El país tendría los dólares suficientes para poder pagar sus deudas, financiar sus importaciones y sostener el crecimiento de la economía sin enfrentarse a las distorsiones cambiarias que en las últimas décadas generaron sus crisis recurrentes.

Los analistas que confían en esta mirada sobre lo que viene aseguran que lo único que puede esperarse para las acciones y los bonos es que sigan aumentando. Las empresas de energía y los bancos se beneficiarían tanto del boom de exportaciones de gas y petróleo como del renacer del crédito.

Al mismo tiempo, el país tendría margen para cumplir con sus compromisos financieros y al 75 por ciento de paridad los títulos soberanos serían baratos. El dato que marcan es que el riesgo país aún es el doble que en otras economías de la región, que pagan tasas de 1 dígito por renovar su deuda.

Las consultoras más optimistas usan este elemento estructural vinculado al boom del gas y petróleo y lo cosen con la coyuntura de la política económica. Se asegura que el encanto por las acciones y los bonos argentinos se potencia por la firmeza del gobierno de cerrar el déficit fiscal.

Brasil

En este punto plantean que la contracara de la Argentina es Brasil. Los analistas se hacen eco de informes como los del Instituto Internacional de Finanzas (IIF) que aseguran que la economía brasileña perdió el rumbo por no frenar a tiempo el desequilibrio de las cuentas públicas.

La situación, considera el IIF, obliga al Banco Central de Brasil a subir sus tasas de interés para evitar devaluaciones del real y esto último genera un círculo vicioso para la confianza de los inversores porque aumenta los pagos futuros de deudas y siembra dudas sobre la sustentabilidad.

En el relato que hacen los consultores, todo parece jugar a favor de la Argentina y de las políticas de ajuste del Estado. Pero en la comparación contra la economía brasileña hay una variable que sorprendentemente pasa desapercibida. Brasil tiene más de 300 mil millones de dólares en sus reservas internacionales para usar como dique de contención.

La economía argentina, por el contrario, solamente tiene la expectativa que en los próximos años llegarán exportaciones de petróleo y minería, y que en el corto plazo el Fondo Monetario desembolsará nuevos fondos.

Las reservas del Banco Central argentino son negativas en una cifra que estaría por encima de los 5 mil millones de dólares, al mismo tiempo que la cuenta corriente del balance cambiaria tiene déficit y los precios de las materias primas están a la deriva, principalmente de la soja.

Pensar que unos pocos meses de fervor permitirán que los inversores de Brasil decidan migrar masivamente a la Argentina es irracional. Plantear que lo único que puede esperarse para las acciones y los bonos locales es que sigan subiendo es directamente ingenuo. Fue tan extremo el salto bursátil de este último año que la relación entre precio y utilidad de algunos bancos argentinos ya duplicaría a la de bancos de Brasil. La historia asegura que la euforia y los ciclos de desmesura no son permanentes.