Quiero contarles una historia que puede ser la de tantos de ustedes, lectores. Una historia de escritura, lo que la escritura es capaz de hacer cuando se vuelve estrategia de supervivencia. La escritura no solamente es patrimonio de publicaciones o libros, hablo también de la escritura rebelde, clandestina o fugitiva, la escritura en papelitos, diarios íntimos, o cualquier soporte que sepa albergarla. Josefina Ludmer llamó a esas escrituras "género de la realidad". La realidad, lo sabemos, sólo se soporta si escribimos, si leemos. Ahora bien, hay veces en que el problema no es si podremos narrar, sino si habrá quienes quieran y estén dispuestos a leer/escuchar.

Primo Levi, Jorge Semprún, supieron escribir acerca de la escritura que nace durante y después del abismo. La escritura es una dislocación del tiempo y el espacio que nos permite habitar un tiempo y un espacio, concentrar nuestra materia –eso que llamamos cuerpo– en una historia, la nuestra.

Aquí, lectores que nos reunimos al amparo de este diario que se llama Página|12, como un fogón en el que se entraman información e historias. Sí, historias. Esa palabra que a veces sirve para despreciar la viva sustancia de la que estamos hechos. Mariana Roldán Suárez ha escrito un libro recientemente publicado, su título es Des-amparo. Tuve el gusto de presentarlo junto a Luis Bruschtein. Las palabras son un artefacto humano con potencia de eco, reverberan, duran, pueden expandirse. Las que dijimos aquella tarde aún lo hacen. En este territorio de letras quiero hacerlas durar y compartirlas.

Con pluma autobiográfica, Mariana compone una pintura de época, al mismo tiempo que narra las encrucijadas de su vida. Dice que llegó a escribir este libro acompañada por Primo Levi, ese hombre que escribió un testimonio indeleble para todo aquel que lo haya leído. Des-amparo es un libro acerca de las fronteras y de las experiencias fronterizas, acerca de esos territorios liminares que pueden ser el exilio, el testimonio, una guardia en un hospital, el manicomio, el lenguaje, la infancia. A Mariana le importa narrar la frontera, es que está hecha ella de fronteras. En esos márgenes vivió y vive, investigó y explora, es protagonista y testigo. Migrante vive y ha vivido, migrante escribe y su pluma toca todos esos sitios, personas, universos.

El desamparo y el amparo discuten también sus fronteras, y en los confines del desamparo Mariana mete una pincelada de tinta y el fuego amparante surge, brota, nace. Del mismo modo, en el refugio que los amparos construyen, Mariana indaga y logra rescatar huellas tempranas de desamparos, fibras dolorosas que ella advierte, reconoce. El camino que dejó el trauma debajo de la piel o del paisaje, esa costura fabricada por palabras y silencios que no se ve a simple vista.

En una de las páginas de Des-amparo encontramos un paisaje particular: una casa levantada en la intemperie de la vereda, los desechos que engendra el consumo, eso que una vez puesto a andar nada lo detiene. Mariana recupera esos desechos y los transforma en materia prima de un trabajo de escritura que es al mismo tiempo trabajo de pensamiento. Mariana discute el destino que los desechos tienen por lo general: la invisibilidad. Entonces, la extranjería, la marginalidad, la pobreza, el hambre, la locura, el exterminio en sus múltiples formas, los miedos, soledades y terrores de la infancia también, retornan –ya no como basura hecha de materia humana e inanimada– sino como resistencia, batalla, ternura.

La escritura es una fábrica extraña, muy extraña, que ama a lo extraño y a lo extranjero, a lo desviado y a lo extraviado. La escritura de Mariana trabaja con lo que se expone a cielo abierto y al mismo tiempo se naturaliza hasta que ya no lo vemos; quiero decir, con lo que se transforma en naturaleza, paisaje, clima, destino, esencia, incluso familia. Nombres del orden de lo desigual, ese orden que se sueña inmutable. Casas amuebladas en la vereda, países instalados en barrios extranjeros, guetos de sobrevivientes, perseguidos o exiliados, incluso camas en una bañadera, una forma de armarse un refugio. Réplicas de una patria en donde se pueda y como se pueda, así lo humano prosigue sus batallas, contra ese proceso de descarte o abandono que se replica en lo micro y en lo macro.

Entonces, en este ensayo acerca de las migraciones, Mariana discute las reglas de juego. ¿Qué es el adentro y qué es el afuera, ya sea que hablemos de un país, de una familia o del mundo todo? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es el espanto? ¿Qué hacemos con el dolor, el de una, el de todes? ¿Quiénes reparten las cartas entre desamparo y amparo? El libro –ése es el fenómeno del que los libros son capaces– las vuelve a repartir.

Este ensayo poético indaga en la exclusión. Investiga, apenas armado de memoria, esa función capaz de imprevisibles y enormes asombros, en el mapa que países, instituciones, sistemas, personas, trazan para definir esa frontera siempre desigualante entre adentro y afuera. Incluso ese mapa que cada persona lleva en su carne y sus huesos y tejidos, ese mapa que según el caso ampara o despoja, reconoce o ignora, cobija o desnuda, el dolor propio y el dolor de los demás. La sensibilidad de cada quien, ese mapa personal que cada uno de nosotros tiene, hecho de tierras y fronteras, encontrará aquí una brújula tal vez.

El desgarrado abrazo, una extraña proximidad hecha de tinta y papel, con quien escribe y firma este libro. Esa voz ronca de tonada dulce que escribe: "El amor también puede ser una patria". Cierra la mesa una música santiagueña. Luis Bruschtein, Mariana Roldán Suarez y yo, junto a tantos que nos acompañan, celebramos la escritura, ese viaje que atraviesa generaciones transportando sentido, sentido pasado, presente y sentido porvenir, porque si no ya estaríamos liquidados. La escritura también, añado. Es una patria fundada a lo largo de los siglos, una patria de remiendos inclaudicables, inextinguibles. La escritura es la repatriación del desecho.