El escritor, que no se cansa de repetir que la teoría literaria es teoría política, mira el paisaje y cuenta lo que ve: la relación del hombre con la naturaleza y la naturaleza del hombre en el capitalismo. No es la perspectiva del “colonizador” porteño que releva un territorio en función de su usufructo; es el enfoque de un cronista que camina por El Mallín, un barrio pobre de Villa La Angostura, asediado por la lluvia de cenizas que expulsó el volcán Puyehue (palabra del mapudungun que se traduce como “lugar de peces”) el 4 de junio de 2011, y se deja habitar por las voces de las víctimas para narrar el daño psicológico, sanitario y económico. En Escrito en Patagonia, Guillermo Saccomanno reúne 18 artículos y crónicas que surgieron a partir de sus habituales recorridas por la región, desde su juventud, cuando realizó el Servicio Militar en Neuquén, hasta su encuentro, décadas después, con el maestro de adultos en la comunidad mapuche Orlando “Nano” Balbo (1948-2023), que fue secuestrado por la dictadura cívico militar y estuvo exiliado hasta 1984 en Italia.
El libro, publicado por la editorial independiente La Flor Azul, se presentará este sábado en las 19 en El Náutico, calle Buenos Aires y la playa, en Villa Gesell. El autor dialogará con el editor, Pablo Franco. Muchos de los artículos y crónicas incluidos en este libro fueron publicados en Radar, el suplemento cultural de Página/12, y algunos en Tiempo Argentino. En el prólogo titulado “El territorio y la violencia política”, Saccomanno aclara que no es un libro de viajes. “En esos años, los noventa, tuve la oportunidad de recorrer distintos lugares patagónicos. Y en todos y cada uno encontré relatos que valía la pena anotar en la medida que nos compromete. No se trata sólo del conflicto de la Nación Mapuche y el despojo a que se la ha sometido. Cabe incluir también la entrega de la riqueza, el patrimonio nacional. La Patagonia no es sólo un jugoso territorio turístico, es además uno que debe analizarse desde una perspectiva histórica y política”. El escritor hilvana una profunda reflexión sobre la escritura y su compromiso con la tierra y sus habitantes y retoma el trabajo de otros autores como Osvaldo Bayer, Leopoldo Brizuela y Bruce Chatwin.
En uno de los textos de su último libro, el autor de la trilogía sobre la violencia compuesta por La lengua del malón, El amor argentino y 77 habla de “contar desde el sur” para invertir la perspectiva que propone la política cultural del centro hegemónico y asumir la periferia, el margen, el borde. Escrito en Patagonia está dedicado a la memoria de Osvaldo Bayer y Orlando “Nano” Balbo. “Bayer y el Nano son dos marcas importantes en mi percepción política de la Patagonia y su problemática. Bayer fue un conocedor profundo del tema por sus investigaciones y narraciones en las que reveló cómo los estancieros fusilaron a los trabajadores rebeldesm además del genocidio roquista de los pueblos originarios y los estragos de su cultura”, explica Saccomanno desde Villa Gesell.
El autor de El oficinista, novela con la que obtuvo el Premio Biblioteca Seix Barral, y de Cámara Gesell, que fue premiada con el Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón, conoció a “Nano” Balbo durante el Servicio Militar que le tocó hacer en Junín de los Andes durante el 69 y 70, mientras en el país empezaba la insurgencia revolucionaria, el Cordobazo y el Choconazo. “El Nano venía de una experiencia de campo, de las luchas de las ligas agrarias, y además era docente. Compartimos una oficina en el cuartel. Después de la baja, nos perdimos. El Nano se quedó en Neuquén y yo volví a Buenos Aires. Durante la dictadura me vino el rumor de que estaba desaparecido, pero nos reencontramos en los 90 tras su prisión, exilio, el retorno de la democracia y la experiencia de maestro rural. Había quedado sordo por la tortura. Y no obstante inició una experiencia docente en la comunidad Millain Currical en Huncal, y puso su docencia bajo la influencia de Paulo Freire y su Pedagogía del Oprimido”, repasa el escritor que recibió el Premio Democracia y el Konex de Platino como mejor novelista.
En los 90, no sólo porque estaba escribiendo Un maestro, la historia del Nano, recorrió todo lo que pudo el territorio patagónico. “Me resultaba increíble y a la vez lógico pasar por algún pueblo y comprobar que Bayer había pasado un tiempo atrás -recuerda Saccomanno-. Bayer se sabía la Patagonia entera, todos sus rincones. En Chos Malal, apenas entré a un local de la CTA, en una pared blanca, había un retrato de Osvaldo. También me lo solía encontrar en Aeroparque, tempranísimo, antes del amanecer, cuando despegan los primeros vuelos. Con frecuencia tomábamos un café. Después, al llegar a destino, empezaban nuestros itinerarios respectivos en colectivo o camión”. En otro viaje acompañó a Adrián Giménez Hutton, abogado y escritor que siguió los pasos del novelista británico y escritor de viajes Bruce Chatwin (1940-1989) y desenmascaró las falsedades de En Patagonia, “una crónica turística y mentirosa que Osvaldo Bayer criticó también en sus artículos”.
El conflicto con la Nación Mapuche
“La Patagonia no representa para mí solo un paisaje donde se encuentran las aventuras de Butch Cassidy y otros pistoleros, sino también tensiones de nuestra historia que se proyectan hacia hoy”, plantea Saccomanno y reconoce que un escritor que orientó la escritura de muchos de los textos que integran el libro es el David Viñas de Indios, ejército y frontera. “Si me interesó Viñas mientras juntaba estas crónicas fue en su comprensión de las intrincadas relaciones entre escritura y violencia política. Hay una vasta literatura patagónica compuesta en gran medida por un repertorio de cronistas como el padre (Abraham) Matthews y su registro de la colonia galesa, el documentalista (José María) Borrero y el narrador (Asensio) Abeijón”, agrega el escritor que puede afirmar sin jactancia que conoce la Patagonia desde hace décadas, cuando todavía no era el destino turístico ni la tierra rentable que atraería a los multimillonarios Luciano Benetton, Ted Turner y Joe Lewis. Mucho antes de que las poderosas y depredadoras compañías petroleras como Chevron arrasaran y contaminaran territorios mapuches con su política extractiva: el fracking.
“El conflicto con la Nación Mapuche arranca con la formación capitalista de nuestra sociedad, desde la expansión ganadera hasta la explotación del suelo”, aclara Saccomanno a Página/12. “Decir Nación Mapuche es indicar una identidad. Hay vastas extensiones que, originalmente, sino eran propiedad del estado, fueron entregadas a los intereses extranjeros y la identidad originaria fue borrada con violencia. Y esta entrega no ha sido sólo ejemplificada por las posesiones de los magnates Benetton o Lewis. Habría que revisar en manos de quienes se encuentra la extracción petrolera. Sin duda la Patagonia es un territorio codiciado. Y la resistencia mapuche no es caprichosa”, precisa el escritor.
En el primer texto de Escrito en Patagonia, titulado “El sur, una identidad de escritura”, conecta la geografía con la identidad. “Los mapuches no piensan que este territorio les pertenece. A los huincas este pensamiento los sorprende: ‘No es que esta tierra me pertenece’, piensa el mapuche. ‘Sino que yo soy de esta tierra’. El pensamiento es mucho más sencillo y, a la vez, más abarcador. No se trata de la posesión. Sino de sentirse parte. Cuando el mapuche habla de ‘nación’, habla de un concepto más fuerte que el de estado. Habla de una identidad. De una identidad que se avasalla día a día. Esa identidad no precisa de la palabra escrita en documentos oficiales. Porque esa palabra, la palabra escrita, miente. Los mapuches le otorgan a la palabra otro valor. Y ese se vincula con la verdad”.
Saccomanno subraya que esta filosofía mapuche “pone en entredicho la cuestión de la propiedad tal como la entiende el pensamiento huinca” y que refiere también “una preocupación no sólo por la tierra donde se nació sino también por la preservación del territorio que ha sido avasallado”. En la crónica “El jardín de la catástrofe”, sobre sus días en Villa La Angostura después de las explosiones del volcán Puyehue en junio de 2011, vuelve sobre la cosmovisión mapuche. “El sismo que sacudió a Chile es un aviso de la Mapu, para que empecemos a reflexionar. La sociedad, dice el Lonko Ramón Nawel del Lof Wiñoy Meliá, debe comprender que los lagos, los ríos, las montañas y todo lo demás son seres vivos. Algo que la ‘ciencia occidental’ aún no comprende”.
En sus distintos viajes a la Patagonia, “tierra de extravío y fundación”, constatará que en Vaca Muerta de la violencia no se habla. “Alguna vez pensé en escribir una crónica que se titularía Neuquén-Texas y comprendería las historias de violencia del petróleo”, advierte el escritor. “Si hay violencia, es obvio, se la silencia y los medios no están interesados en que repercutan hechos oscuros de un territorio que se promociona como progreso. Una primera impresión de quien se asoma a este sector puede asociarlo con comportamientos que hemos visto en el western -compara-. Los gringos de la cultura petrolera, la prostitución, la droga y el juego son componentes de un entramado que se liga con la represión de los originarios”.
Vergüenza y venganza
Hay un Saccomanno íntimo que, como le enseñó Oscar Masotta, asume la vergüenza y la convierte en una estrategia de venganza en “En la colonia penitenciaria”. El abuelo del escritor, un tranviario calabrés, debía aclarar que su apellido no era el mismo del asesino condenado a perpetua en Ushuaia. Hace exactamente cien años, en 1925, el condenado había confundido a una telefonista que regresaba a su casa con una puta y un tal Saccomano (con una sola “n”) le quiso arrebatar la cartera. La muchacha se resistió y el ladrón la mató con un golpe de furca. Los compañeros del padre del escritor, que frecuentaba círculos anarquistas, le contaron que el penado Saccomano era inocente, “un mártir de la causa, a quien le habían adjudicado el crimen para sacarlo de circulación”.
Su abuelo, según le contaba su padre, volvía de su trabajo de motorman y en el camino de vuelta a su casa juntaba ladrillos para mejorar su construcción que había levantado con cajones de madera de embalaje de automóviles importados que llegaban al puerto. En “Filosofía del hombre que necesita ladrillos”, una de las aguafuertes porteñas de Roberto Arlt, escribió: “Hay un tipo de ladrón que no es ladrón, según nuestro modo de ver, y que legalmente es más ratero que el mismo Saccomano. Este ladrón, y hombre decente, es el propietario que roba ladrillos, que roba cal, arena, cemento y no pasa de allí. El robo más audaz que puede hacer este honrado ciudadano consiste en dos chapas de cinc para cubrir el armazón del gallinero”.
El escritor viajó en 1995 por primera vez a Ushuaia en busca de la historia de aquel penado cuya sombra había perturbado la vida de su abuelo y de su padre “por una diferencia que era y no era de letras”, como reflexiona en esa crónica en la que se atreve a hurgar en las entrañas de un sentimiento complejo como la vergüenza. “Durante mucho tiempo, de pibe, ya fuera en el colegio o en un primer trabajo de cadete, se me preguntó que era yo del asesino -revela el escritor-. Aunque la historia familiar negara el parentesco con el recluso, yo tenía que ver con él. Pienso ahora, como antes, qué sentiría mi padre cuando se lo preguntaban. Estoy convencido de que mi padre, como yo, necesitaba probar que no era un delincuente. Para no ser confundidos con el penado había que elevarse –mi padre usaba ese término--, tener una educación, un título, ser alguien. Algunos libros, algunos premios, no me libran todavía de ese sentimiento de vergüenza que, en ocasiones, todavía me ataca, y me induce a pensar que la escritura, tanto en mi padre como en mí, representó una reivindicación”.
El escalofriante inventario gubernamental
En “Bayer, la función de la palabra”, el último texto del libro, Saccomanno menciona que Bertolt Brecht decía que un fascista era “un pequeño burgués asustado”. ¿Cómo calificaría a un libertario como Javier Milei, que se ha definido como “un liberal libertario”, “un anarquista de mercado”? “Cuando era pibe mi padre me llevaba a reuniones con veteranos resistentes del sindicalismo anarquista. El anarquismo era tanto el pensamiento de (Mijaíl) Bakunin y (Piotr) Kropotkin como el de (Severino) Di Giovanni. Anarquistas eran los protagonistas de la rebelión contra los terratenientes patagónicos que historió Bayer como los que ganaron las calles en la huelga de Vasena, y que generaron la represión sangrienta del sistema. Este pensamiento es la antípoda de esta fantochada gubernamental. Hablar de anarquismo capitalista es, por lo menos, un oxímoron”, manifiesta el autor de Terrible accidente del alma, Cuando temblamos, El sufrimiento de los seres comunes y Mirlo, entre otros.
“En estos días leí que desde la asunción de Milei se cerraron 2.333 empresas en Argentina, de las cuales 879 son productoras de manufacturas. En total, se perdieron 126.050 puestos de trabajo, de los cuales 40.000 son del sector manufacturero. Y esto sin contar los trabajadores estatales arrojados al naufragio. Toda estadística que se consulte al respecto es escalofriante”, concluye Saccomanno.