Mientras una lluvia de cenizas del incendio en el Parque Nacional Nahuel Huapi caía sobre la ciudad de Bariloche, el gobierno despedía a otros 30 empleados de Parques Nacionales, que se sumaban a los 100 despedidos en el año. Es la metáfora de un país que se incendia y un gobierno que para ahorrar despide bomberos. En el país que sufrió una era de dictaduras militares que lo arrasaron y ensangrentaron, el año terminó con miles de despidos en la Secretaría de Derechos Humanos cuya finalidad es evitar el retorno a esa época nefasta.

Una joya de la naturaleza, como el Nahuel Huapi, ha perdido en los últimos días del año dos mil hectáreas de hermosos bosques a causa de un incendio provocado por tormentas eléctricas que no tienen antecedentes en la zona. Pero este gobierno no cree en el cambio climático.

Las largas sequías en tierras fértiles, las grandes inundaciones en los desiertos, las furiosas tormentas, los calores excesivos y los bajo cero anormales que arruinan cultivos y destruyen ciudades no existen para este gobierno que se opone a cualquier regulación para el cuidado del medio ambiente. Según los libertarios, el cuidado del medio ambiente restringe la libertad de las empresas que quieren arruinarlo.

Tres dÍas antes de Navidad, los empleados de dependencias de la Secretaría de Derechos Humanos que funcionan en la exESMA habían recibido el aviso de que serían despedidos. Se convocó a un acto para el viernes 27. En medio de las fiestas de fin de año, casi no hubo tiempo para difundirlo y convocar a movimientos y partidos.

Fue un acto sin tiempo de convocatoria y en un contexto desfavorable y sin embargo asistieron miles de personas que se concentraron frente a la ESMA, por lo que fue también una advertencia para el gobierno, o un síntoma de que se trata de un tema sensible para gran parte de la sociedad.

La Comisión Provincial de la Memoria denunció la presencia de agentes de civil y de uniforme que tomaban fotografías y videos del acto en una práctica que implicó espionaje interno por razones políticas. El gobierno no cree en los derechos humanos. La desaparición de Santiago Maldonado en el contexto de una salvaje represión a un grupo mapuche y la aparición de su cadáver dos meses después en una zona que había sido intensamente revisada, así como el crimen de Rafael Nahuel en una represión similar, dan cuenta del pensamiento de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.

A un gobierno que reprime la protesta, le molestan los derechos humanos. Un país que en más de 200 años apenas ha logrado esta etapa de 40 años ininterrumpidos de democracia, recién está aprendiendo a ser democrático. No puede haber democracia sin derechos humanos.

El gobierno no se atrevió a expresar abiertamente sus intenciones. Hay sitios de la memoria que tuvieron que cerrar por falta de personal. Los despidos tienden a desmantelar a la Secretaría. El secretario Alberto Baños, alguien desconocido en el mundo de los activistas en derechos humanos, fue turbio: habló de “reestructuración”.

Javier Milei considera a los derechos humanos como parte de la ideología “woke”, un término inglés que surgió para calificar a las personas conscientes de los derechos de los afroamericanos y que la derecha resignificó para darle un tono despreciativo. Milei se lo robó a su ídolo, el millonario sudafricano Elon Musk, quien lo usó enfurecido por el cambio de sexo de uno de sus hijos a quien desheredó y dio por muerto.

El feminismo también entra en esa categoría junto con el cambio climático y otras reivindicaciones. El término descalifica a los discursos de reconocimiento y defensa de derechos. El gancho para resignificarlo con ese tono despectivo fue la mentira y la confusión para generalizar y exagerar, al mismo tiempo que se lo vinculó a la impotencia del falso progresismo.

Pese a la campaña de desprestigio, esos reclamos tienen razón de ser, no surgen de una disquisición teórica o de una pose hipócrita, aunque puedan existir esas expresiones.

En este país hubo campos de concentración con miles de secuestrados por fuerzas estatales, torturados y asesinados, sus hijos fueron apropiados, muchos de sus familiares también fueron perseguidos y masacrados y las mujeres violadas como botín de guerra.

En este país hubo fosas comunes para decenas de fusilados, vuelos de la muerte, seres arrojados vivos al mar desde aviones, sin hablar de listas negras, censura, quema de libros, saqueos, extorsiones y todo tipo de abusos. Hubo fuerzas armadas que derrocaron gobiernos, y jueces y empresas que fueron cómplices y una sociedad que naturalizó convivir con el terrorismo de Estado.

Los derechos no son “woke”. Cuando se destapó la cloaca de la dictadura en los juicios a los ex comandantes comenzó un camino sin retorno. Es probable que las nuevas generaciones tengan una noción distante del horror, pero aún así la mayoría respaldó los juicios y las condenas, repudió las violaciones a los derechos humanos y los golpes militares. Sin enciclopedismos pero de una manera clara repudió esa historia cada vez que se la quiso reivindicar.

Es la contradicción de este gobierno, pero también de parte de la gente que lo votó. Tuvo que disfrazar sus verdaderas intenciones y esperar a las vacaciones y las fiestas de fin de año para avanzar, porque sabía que una parte importante de sus propios electores no estaría de acuerdo.

Las encuestas cualitativas son claras. Entre los que tienen expectativas muchos llenan de “peros” su respuesta. Están de acuerdo en darle más tiempo al gobierno, pero en temas como los derechos de la mujer, la defensa del medio ambiente y la vigencia de los derechos humanos, o el maltrato a los jubilados, una amplia mayoría disiente con el gobierno.

Una parte de los que todavía lo apoyan han transitado este año el esfuerzo del ajuste que les exigieron y ahora esperan la recompensa que les prometieron en el plano de la estabilización económica, que para el gobierno y el capital concentrado quiere decir una cosa y para la gente de a pie, otra muy diferente.

Hay un malentendido cuando se habla de imagen positiva del gobierno. Esa definición engloba miradas heterogéneas. Aunque la derecha tiene un peso importante, para una parte, esa imagen positiva no implica respaldo ideológico a todo lo que hace. Hay un paréntesis de cierta tolerancia en lo demás para decidir si funciona en temas de inflación, trabajo o calidad de vida.

Esas contradicciones son molestas para la oposición, pero también para el gobierno. El intento de eliminar las políticas y las instituciones que representan los ideales de memoria, verdad y justicia puso otra vez la defensa de los derechos humanos en el escenario. Es una lucha que sigue y crece. Hoy a las 18.00 se realizará un festival en la Ex ESMA contra el cierre del Centro Cultural Haroldo Conti que funciona allí y el despido de los trabajadores. “Convocamos —dice la invitación— a nuestra comunidad hermosa, digna, beligerante a acompañarnos. Traigan sus palabras, sus acordes, sus máscaras, sus poemas, su intensidad, su malestar, su alegría. Traigan el corazón prendido fuego, clavado en un cuchillo, con las raíces a la intemperie. Que la memoria arda, que la historia continúe, que el Conti siga de pie”.