Soledad Villamil maneja de manera particular su carrera. Cuando tenía todo para dedicarse de lleno al cine, tras el Oscar a la mejor película extranjera que el 7 de marzo de 2010 obtuvo El secreto de sus ojos, y después de que la propia actriz argentina conquistara el Goya a la revelación femenina (aunque ya tenía una trayectoria) según la Academia de Cine de España, apostó todo a la música. La actriz tiene también una gran carrera como cantante y, en parte por eso no tiene un trabajo constante en cine. Aunque en 2018 compartió el set con Joaquín Furriel en Las grietas de Jara, cuyo caso es distinto porque él cada vez es más convocado para la pantalla grande. Pero hay algo que comparten, además de los rodajes: son dos animales de la actuación, prolíficos artistas que saben cómo emocionar y tensionar a los espectadores. Es lo que sucede, una vez más, en Una muerte silenciosa, de Sebastián Schindel, donde sólo conviene adelantar que un guía de caza del sur argentino lucha desesperadamente para esclarecer la muerte de su sobrina de 14 años, descubierta con un disparo en el coto de caza donde trabaja. El film se estrena el 9 de enero y será la primera gran apuesta del cine argentino en 2025, tan bastardeado por el gobierno nacional desde que asumió la presidencia Javier Milei.
Cuando se le pregunta qué fue lo que le resonó de la historia para aceptar participar, Villamil reconoce que le gustó el guión, que fue el primer contacto que tuvo con la película. "También me interesó mucho que sea un policial, un thriller, una película de suspenso. Me pareció muy atractivo, me interesa el género. Y después, obviamente, el elenco el director y todo el contexto", agrega la actriz. Por su parte, luego de hacer con Schindel otras dos películas, Furriel señala que lo que más le interesó fue tener la posibilidad de volver a trabajar con el director. "Después de El patrón: radiografía de un crimen y El hijo, teníamos los dos muchas ganas de volver a cruzarnos, de laburar juntos. Después, el thriller es un género que a él le gusta mucho y a mí también", comenta el actor.
"Me gustó el guión, la tensión que provocaba. Cuando lo leí sentí que cumplía el objetivo de un thriller, de este tipo de thriller, donde uno quiere saber y juega a la hipótesis de quién mató a la víctima de la película. Siempre en estos thrillers hay una muerte; en el caso de éste, la muerte es la de la sobrina de mi personaje que es, de hecho, la única persona con la que él tiene un vínculo entrañable. Y es en un pueblo, en el medio de la Patagonia. Y era otro plus filmar en la Patagonia", agrega Furriel.
-Joaquín y Soledad, ambos trabajaron juntos en Las grietas de Jara, de Nicolás Gil Lavedra, que era también un thriller. ¿Cómo como vivieron el reencuentro?
Joaquín Furriel: -Con Soledad nos llevamos muy bien. Tenemos muy buena conexión cuando trabajamos juntos. A mí me puso muy contento trabajar con ella después de haber hecho aquella película, y volver a encontrarnos tantos años después. Hay actrices y actores con los que trabajás que, cuando te mirás a los ojos, sentís que todo lo que está sucediendo te lo crees.
Soledad Villamil: -La verdad que Joaquín es un gran, gran compañero, además de ser un actor muy talentoso. Para mí es un placer trabajar con él. Compartimos el mismo estilo de trabajo, es muy fluida nuestra relación en el set.
-¿La clave de un trabajo en equipo está en dejarse llevar por la mirada del director o son de aportar comentarios?
S.V.: -A mí me interesa cuando hay un ida y vuelta, cuando uno puede interactuar. En general, existe ese espacio. Más allá de que un guión cuando llega a las manos de uno ya es un texto trabajado y elaborado, pero creo que siempre el actor o la actriz que vaya a hacer el personaje específico que le toca va a aportar algo particular, porque nadie lee ese personaje tan en primera persona como lo lee, en este caso, la actriz que lo va a interpretar. Entonces, surgen ideas o preguntas y siempre está buenísimo, y por suerte en esta película estuvo ese espacio de interacción con el director.
J.F.: -Con Sebastián somos una dupla creativa ya. Nos conocemos mucho. A los dos nos gusta involucrarnos mucho en lo que hacemos. Nos gusta ir tirando ideas el uno con el otro. Y algunas quedan, otras no. Las vamos decidiendo. Creo que de las tres películas, a esta la disfrutamos mucho los dos.
-¿Encontrás puntos en común entre Una muerte silenciosa, El patrón: radiografía de un crimen y El hijo?
J.F.: -Hay un punto en el que, en todas las películas, él busca que los personajes estén respirando con una incomodidad tal, que el público también, de alguna manera, se va incomodando con la película, en el buen sentido: los va involucrando. Va involucrando al espectador a que tenga la vivencia de los personajes. Tiene una tendencia a que su cine sea inmersivo para el espectador.
-¿Cómo conectaron con sus personajes?
S.V.: -El mío es un personaje bastante intenso y desafiante, en un punto, pero muy contenido. Es una mujer que no es extrovertida o que tenga grandes parlamentos o textos en donde despliegue su personalidad, sino que más bien es al contrario: es introvertida, es alguien que ha sufrido y sufre mucho durante la película, con lo cual está como muy metida para adentro. Y había que trabajar mucho con lo no dicho, más que con lo dicho. Las escenas estaban mucho más puestas en cuál era el vínculo de los personajes y qué cosas estaban pasando por debajo del diálogo. Es lo que en la jerga le llamamos el subtexto.
J.F.:- En mi caso, lo difícil con Octavio era cómo lograr en 1985 un hombre que vive solo en el medio de ese paisaje, cómo hacer estos personajes duros, aislados, que han ido tapando dolor tras dolor, frustración tras frustración y han ido silenciándose y se han quedado viviendo en su propia soledad, y cómo hacer de eso un personaje que también convive con muchas fragilidades. Probablemente, la mayor es la del insomnio. Entonces, era esa combinación de generar un tipo muy físico, muy hostil en ese paisaje, muy acostumbrado a convivir con esa hostilidad, pero al mismo tiempo hubo que buscar la manera de que se lo note frágil, que es un tipo que también sufre por ser así.
-Cuando una historia tiene un enigma, ¿son de preguntarse qué harían ustedes en esas circunstancias?
S.V.: -Sí, es medio inevitable. Además, me encantan las policiales y soy muy consumidora desde novelas hasta series. Me gusta mucho el género y siempre está la pregunta. Primero está la pregunta: quién es el culpable o quién es el asesino. Y después está el interrogante de qué hubiese hecho yo en su lugar. Y me parece que cuando el género está logrado, lo que tiene que pasar es que el espectador se haga esas preguntas.
-¿Es más importante que atraiga al personaje o la historia a la hora de elegir participar en una película?
S.V.: -La verdad que es una combinación de las dos cosas, te diría. Es como un 50 y un 50. Esa proporción es ridícula, la que te dije (risas), pero es una combinación porque obviamente que me tiene que interesar el personaje y, además, tengo que poder, en algún lugar, imaginarme a mí misma haciéndolo. Por ahí, un personaje puede estar muy bueno, pero yo decir "No me veo poniéndole el cuerpo a esto", por algún motivo. Pero también me importa mucho la historia. Me importa mucho la película. Cuando leo el guión no solamente hago foco en las escenas que le tocan a mi personaje, sino en general, a cómo me imagino que esa película puede puede terminar siendo vista. Me pongo bastante en espectadora y digo "Bueno, a ver, ¿esta película me gusta, me interesa, me interpela esta historia, en general, más allá de mi personaje?". Eso tiene bastante peso para mí.
-¿Y cómo viven, después de tantos años de trayectoria, eso de verse a uno mismo en la pantalla, pero siendo otro?
J.F.: -Yo me veo más complaciente conmigo con los años. Ese es el punto más novedoso para mí. Disfruto de todo el proceso: de la previa, durante el rodaje, y disfruto después ver la película. Y acepto las decisiones que se tomaron y listo. Es como que cada vez entiendo más. Un poco, el juego del cine es ése. Es el cine del director y el montaje donde termina.
S.V.: -La verdad es que yo siento que cambié bastante en eso. Cuando empecé a trabajar y durante muchos años me costaba mucho verme, era muy muy despiadada conmigo, me criticaba mucho, me frustraba también viéndome. Y ahora siento que, con el paso del tiempo, puedo ser un poco más amable y también un poquito más desapegada. Es verlo como parte de un proceso y siento que estoy un poco más relajada.
-Vos estudiaste piano, guitarra y flauta traversa. Si la música fue tu primera vocación, ¿por qué surgió antes la actriz?
S.V.: -Porque yo estudiaba música, pero después también bastante chica, a los 15 años , en el colegio tomé una clase de teatro en un taller que se daba a contraturno. Entré a esa clase y salí diciendo: "Esto es lo mejor que me pasó en mi vida". En la adolescencia me sentía incómoda en todos lados, básicamente incómoda conmigo. Y fue una hora o dos horas de jugar, improvisar y sentir que lo que no fluía en ningún ámbito de mi vida en esas dos horas fluyó. Fue como un encuentro así muy categórico con ese juego, con ese placer, con esa sensación de libertad. Entonces fue como un flechazo y ya ahí me orienté para la actuación, terminé el colegio. Ya por entonces tomaba clases de teatro y después me anoté en la Escuela Municipal de Teatro. Fue como bastante flechazo, pero no porque pensara en esto que después terminó siendo de ser actriz o trabajar como actriz de cine, sino más bien en lo que me gustaba hacerlo, digamos, en el apasionamiento que sentía por actuar y por el teatro.
-A diferencia de lo que sucede con el cine, con el canto te enfrentas a un público. ¿Cómo vivís ese momento? ¿Es un espacio de mayor libertad o es condicionante?
S.V.: -De mayor libertad para mí. Lo que tienen las situaciones es que son mucho más catárticas. Empieza el show, el recital y es una hora, hora y media o lo que dure de esa energía que va y vuelve entre el público, que se despliega, que tiene mucho espacio, a diferencia del audiovisual que es todo más fragmentado, más intenso, pero como alta intensidad en momentos cortos, ¿no? Y sin ese feedback del público. Tenés a la persona que dirige, el equipo técnico y tus compañeros de escena, pero es mucho más de laboratorio la situación.
-¿Y en el caso del teatro, Joaquín?
J.F.: -Es diferente. A la hora de trabajar, manejás las mismas dualidades en lo interpretativo. Tratás de no quedarte en una sola línea con los personajes. Siempre cuanto más dualidad tiene un personaje, más atractivo es el trabajo que uno hace. Para mí, por lo menos. Es muy subjetivo esto, pero sí, con la sensación del vivo hay una adrenalina y una sensación de que "si te equivocaste no podés ir a otra toma". Eso que tiene el teatro me fascina. Y lo que me gusta mucho del teatro es lo efímero. Esa función termina esa noche y punto. Hay algo de muchísima vida y también hay algo que es finito, termina ahí. Una película la podés volver a ver y volver a ver. Cada función es realmente muy diferente.
-En una entrevista dijiste "Yo creo más en la formación que en la suerte". ¿Esto te lo enseñó el esfuerzo para llegar a donde querías?
J.F.: -Yo creo que depende del recorrido que cada uno quiera hacer. Después, hay demandas de laburo y demandas de personajes que, en mi caso, si no hubiera tenido la formación que tuve y el entrenamiento que sigo teniendo, no podría resolverlos, más allá de que a la gente le guste o no. Esto no tiene que ver con el resultado. Tiene que ver con mi tranquilidad a la hora de asumir una responsabilidad laboral y llevarlo adelante. La suerte es una idea un poco mediocre. Podés tener oportunidades, sí, es una gran fortuna tener la oportunidad, pero luego tenés que ver qué hacer con esa oportunidad. Nadie puede armar un camino solo con las oportunidades y la suerte. Hay un punto donde si no, sería la vida un hecho fortuito -que en parte lo es-, pero dentro de lo fortuito que te provoca la vida uno también puede con su voluntad, con sus esperanzas, sus ilusiones y sus consecuencias también ir armando recorrido. Por lo menos, eso es un poco lo que me pasa a mí.
Villamil y la serie sobre Cromañón
La serie Cromañón estrenó en noviembre y está disponible en Prime Video. Repasa desde la ficción los sucesos del recital fatídico de Callejeros en diciembre de 2004, que provocó la muerte de 194 personas. Soledad Villamil forma parte del elenco y cuenta qué significa en lo vivencial participar de esta serie: "Fue algo muy intenso, muy relevante en mi trabajo. Nunca había hecho una historia real. Por más que mi personaje no es una persona concreta, pero de todas maneras, la serie sí se refiere a la masacre de Cromañón. Y ponerle el cuerpo a esa historia fue algo muy interesante, muy intenso, muy difícil por momentos, por toda la carga emocional que planteaban las escenas y la historia", cuenta la actriz. "Y también ahora que ya se estrenó y empezamos a tener el feedback de las personas que la ven, va tomando más dimensión, inclusive, en lo que significó y en lo que significa socialmente, la cantidad de personas involucradas de una manera o de otra. Y cómo todo el mundo se acuerda. No la gente más joven, que no había nacido, pero muchas personas dicen 'me acuerdo que estaba haciendo tal cosa' o 'conozco una persona'. Gente que me cuenta cosas, y gente que yo conocía y no sabía que había estado vinculada o había tenido un familiar. Te metés con un tema y aparecen todas sus repercusiones sociales y emocionales. Es muy impresionante."
Furriel, en teatro como Ricardo III
Joaquín Furriel y el director español Calixto Bieito volverán a trabajar juntos en Ricardo III, que será la máxima apuesta del Teatro San Martín en 2025. "Hace dos años y medio que veníamos hablando. Había hecho La vida es sueño con él y tenía muchas ganas de hacer Ricardo III, y cuando me dijo que también estaba entusiasmado en volver a trabajar conmigo, me dio mucha felicidad. Después tuvimos que empezar a ponernos en concreto", cuenta Furriel. "Me estoy preparando y haciendo el trabajo de campo. Leyendo mucho los libros que Calixto me recomendó leer. Estoy viendo documentales. Estoy empezando a entrar en lo que vamos en lo que va a ser un tratado sobre el Mal. Estoy todo el tiempo ahora convocando eso, y también lo puedo ver sin que me lastime, de alguna manera, porque es una zona escabrosa. Vas viendo un poco por qué existen la villanía, la maldad", agrega el actor. "No quiero anticipar mucho, pero lo que sí es seguro es que va a ser Ricardo III versionado por Calixto Bieito y eso ya de por sí es algo muy muy positivo, sobre todo que haya un estreno así en Buenos Aires. Hace ocho años que Calixto no dirige Shakespeare porque está dirigiendo mayoritariamente óperas, así que es un gran privilegio tener un director de esa calidad dirigiéndonos a actores y actrices argentinas en un teatro como el San Martín", comenta entusiasmado Furriel.