Cuando la poesía o la prosa van al hueso sin dobleces, la condena a sus hacedores nunca se hace esperar. Ejemplos sobran.
En efecto, en Granada, Andalucía, aún en el presente, para los oscurantistas, Federico García Lorca es innombrable. Los oscurantistas jamás le perdonarán sus versos sobre los oliveros de Jaen, su reivindicación de Yerma y su dignidad de mujer y la denuncia del autoritarismo brutal de Bernarda Alba.
En Rusia, Boris Pasternak padeció la feroz persecución del stalinismo y sus esbirros.
En Grecia Yanis Ritsos. Julius Fucik enfrentó con dignidad su destino fatal con su Reportaje al pie del patíbulo al que lo envió el nazismo.
En la Región Argentina, Roberto Jorge Santoro y Haroldo Conti fueron secuestrados y desaparecidos por su militancia social revolucionaria, pero sus dichos y hechos perturbaban de por sí a los inquisidores.
¿Cómo tolerar la actitud iconoclasta e irreverente de Santoro respecto de la galería de correctos escribientes insulsos? Hasta 1977 siguió inclaudicable en la senda de la resistencia y la lucha.
En cuanto a Haroldo Conti, relatos tales como el cuento "Como un león" y "Con otra gente", muestra el destino de niños maltratados por un sistema de explotación que los margina y aliena.
Las novelas Sudeste y Mascaró, el cazador americano plenas sensibilidad son acicates para visibilizar realidades sociales que tienden a ocultarse y en el caso de Mascaró también una apuesta a la utopía.
Por más que se empecinen los inquisidores, no podrán borrar las letras que van al hueso de la condición humana interpelando para impulsar la transformación social en sentido emancipatorio y genuinamente libertario.
Carlos A. Solero