El proyecto había sido creado entre Ingrid Pelicori y Manuel Callau: Sueño de dos sería dirigida por Raúl Serrano. Luego de entusiasmar a quien había sido el maestro de ambos actores en los ’70, después de ponerse de acuerdo sobre los temas a tratar –el teatro independiente como tribuna de resistencia – y ya con la obra escrita por Mariano Saba, todo parecía bien encaminado. Pero al fallecer el director en junio de 2023, el proyecto quedó detenido. Tiempo después, ya decididos a continuar con la obra, los actores convocaron a Daniel Casablanca para dirigirla. (ver recuadro).
“Habíamos quedado planchados, paralizados con la muerte de Raúl, sin saber para dónde disparar… pero finalmente todos nos dijeron que sí”, resumen Pelicori y Callau en la entrevista con Página/12: Pablo Pérez Iglesias sería el productor, Héctor Calmet realizaría el diseño de iluminación y Analía Morales, el vestuario.
Sueño de dos habla de teatro, de las vueltas de la vida, de la fuerza de la determinación. Una actriz y un apuntador son los únicos integrantes de una compañía teatral que se disgregó en medio de una gira por localidades de la provincia de Buenos Aires. La actriz se llama –o dice llamarse- Olga Nevski (un nombre que evoca tanto a Chejov como a Eisenstein), estrella del que hasta ese momento había sido el Teatro Proletario de Arte. El desmembramiento de la compañía acaba de suceder apenas comienza la acción y esto la tiene furiosa a la primera actriz: es que sus compañeros de escena fueron tentados por una propuesta teatral redituable y menos riesgosa ya que alguna vez terminaron en la comisaría por el cariz político de las obras presentadas por el conjunto.
Antonio, el apuntador secretamente enamorado de Olga, acepta la propuesta de la actriz que no tolera los “efectos narcóticos del teatro burgués”. Y así ambos se preparan para interpretar todos los papeles de Infierno en la tierra, una obra que termina haciendo involuntarios y reideros guiños al circo y al grotesco criollos. Finalmente, luego de tantos años escondido al ras del escenario, el apuntador tendrá la oportunidad de ser visto, de “existir”. Después de todo, tal como se pregunta Olga, ¿para qué hacer teatro sino para erradicar el miedo a la muerte, para propiciar la libertad? A partir de allí, nada será igual ni para él ni para la actriz.
Pelicori y Callau coincidieron no solamente en las clases del maestro Serrano sino también en Acto, el grupo que estrenó en 1980 con dirección de Rubens Correa una celebrada versión de la novela Los 7 locos, de Roberto Arlt, en el Teatro del Picadero, antes de su incendio. En plena pandemia ambos actores participaron en el Radioteatro La compañía, proyecto que contó con la producción de la cooperativa de gestión y producción artística El Descubridor, de la cual Callau es activo integrante.
-¿Qué recuerdan de las clases que tomaron con Raúl Serrano?
MANUEL CALLAU: - A mí me enseñó a pensar, como actor y como ser humano vinculado a esta comunidad. Y me dio su visión de la construcción del teatro, su metodología para dar rienda suelta a mi creatividad. ..en caso de tenerla, claro. (risas)
INGRID PELICORI: -En mis comienzos Raúl me dio herramientas muy sólidas. Hacia el final de su vida, casi a los 89 años, todavía seguía revisando esa metodología suya, obsesionado por la tarea del actor. Fue un ejemplo de persona y un artista apasionado.
M.C.:- Y a su manera, los personajes de Sueño de dos también tienen una clara intencionalidad de revisarse, de repensarse. Y nosotros con ellos, porque desde el borde del precipicio nos decimos ¿Y ahora, qué hacemos, cómo seguimos hacia adelante? Y estos dos personajes, con miradas y pulsos muy distintos, conjugando un conflicto muy interesante desde el punto de vista teatral, se lanzan a construir, a entretejer su propia historia.
I.P.:-Eso también está presente en el fragmento de la obra política que representan ellos, donde se habla de los inmigrantes, de sus luchas. Y con mucho humor y juego escénico –algo que Daniel Casablanca conoce tan bien- se habla sobre todo lo que tiene que ver con el teatro y la identidad.
-Cuenten cómo surgió el proyecto…
-M.C.: -Lo que nos encontró, lo que nos reunió fue la lucha por el sentido, esa llama que nos mueve en nuestra tarea. Fue un proyecto que pensamos los dos para estar cerca de los que tienen nuestras mismas necesidades, de quienes se ríen…
-I.P.: -…y se emocionan, se conmueven o se enojan por las mismas cosas que nosotros. Es una obra en la que jugamos y hablamos sobre nuestro teatro, que es parte de nuestra identidad. Lo que nos deja ponernos en contra del ataque a la cultura.
M.C.:-Y entrar en conexión con la gente, como una forma de resistencia.
I.P.:- Serrano estaba tan entusiasmado con hacerla con nosotros dos, sus viejos alumnos. Y estaba tan lúcido, tan bien…
M.C.: -Y yo como siempre, discutiendo todo el tiempo con él. Es que había que aprovechar la cabeza que él tenía…
-¿Fue difícil ponerse de acuerdo en el tipo de obra que querían hacer?
I.P: Fue a partir de las inquietudes de nosotros dos y de Serrano que Mariano Saba escribió el texto que sería nuestro homenaje al teatro independiente y al teatro político. Nuestra obra no está ubicada en un tiempo preciso, aunque el texto sí se refería a lo que pasaba en el teatro en los años ’30, porque Mariano es un estudioso y como erudito había puesto muchos datos de aquella realidad. Pero pensamos en no ser estrictos con una época y no hacer una obra de carácter histórico, aunque sí teníamos la inquietud de hablar del rol social del artista, con humor inteligente y sin bajadas de línea.
-Antonio, el personaje del apuntador, podríamos decir que se hace actor a la fuerza…
M.C: -A la fuerza y por amor, de la mano de Olga.
I.P.: -Sí, y mediante un curso de actuación acelerado de toda una noche. Porque la letra ya se la sabía de memoria.(risas)
M.C.:-De alguna manera yo también me quedé con el teatro sin haberlo elegido. Yo iba a jugar a la pelota a la parroquia Tránsito de la Virgen de Montallegro, en Cangallo 3333, en el barrio del Abasto. Me encantaba una piba que iba allí a un curso de teatro y me quedé en la clase porque había llovido y no se podía jugar. Ese día no jugué a la pelota pero me quedé con el juego del teatro. Finalmente, el 11 de diciembre de 1969 debuté con dos obras de Chejov, El pedido de mano y El oso. Y este autor tiene que ver con Sueño de dos.
I.P.: -Sì, en la obra hay algunos intertextos sobre la obra de Chejov.
-¿Cómo es interpretar a Olga, un personaje tan arraigado a sus principios?
I.P.:-Olga es algo rígida pero hay cierta nobleza en su utopía. Merece amor porque está obnubilada por un ideal y en esto recuerda al Quijote. Es por eso que no quise parodiarla. De todas formas, ella se transforma a lo largo de la obra.
M.C.:- Creo que si no hubiese sido así como se muestra desde el comienzo no hubiese llegado a hacer nada. Porque los que vivieron aquella época del teatro tenían que tener una convicción y una fuerza interior muy grande para ir adelante, como le pasó a Barletta, que fue muy criticado. Pero yo lo reivindico porque fue el primero en darle herramientas a los actores para formarse. Todo lo hizo por su afán de enseñar.
-¿Cómo entienden el teatro comprometido?
M.C.:- Siempre necesité tener en claro que quiero hablar con mi gente sobre cosas que nos interesan a todos. En mi vida –aclaro que digo vida porque no quiero decir carrera, ya que nunca corrí una carrera contra nadie- siempre me pregunté con quién quería hablar, qué quería decir y qué le pasaba a mi interlocutor. En mi caso no me llegan obras que me entusiasmen como para hacerlas, como actor. Será porque siempre formé parte de grupos y lo que hacía era consecuencia de debates, inquietudes, discusiones sobre lo que nos estaba pasando. Al quedarme sin grupo me quedé sin instancias de construcción gregaria. Aunque también tengo otro proyecto…
-¿Cuál es?
M.C: Emiliano López está escribiendo el texto de un unipersonal que voy a hacer sobre la experiencia de un pescador que se viene a la Argentina con su familia. Será una obra relacionada con la familia que tengo en España, en Tarragona. Este personaje está basado en uno de sus integrantes.
I.P: En mi caso, tal vez porque me interesa una variedad de géneros, estilos, temas, personajes, encuentro muchos textos interesantes. Es cierto que puedo tener cierta nostalgia del rol social del teatro como todos los que de jóvenes estuvimos en Teatro Abierto. Pero después pienso que El zoo de cristal, (que vuelve en febrero al Centro Cultural Borges) al haber sido escrita por Tennessee Williams en un momento de crisis, parece un texto para nuestra época. Y en Cae la noche tropical (obra de Manuel Puig que la actriz repone en Hasta Trilce) encuentro tanta humanidad que me parece muy bueno hacerla. También me entusiasma referirme a los mitos fundantes en Yo, Fedra (obra de Fedra García que vuelve en marzo) como la lectura que hace sobre la mujer.
M.C.: -Como se ve, a ella no le faltan textos que la convoquen. A mí, que no me sucede lo mismo, encuentro en esta obra todo lo que me interesa decir a nuestra gente, que es todo lo que conversamos desde un principio con Ingrid y con Raúl Serrano.
La mirada del director
Dice Daniel Casablanca, director de Sueño de dos: “Fue como recibir un premio que me hayan convocado para retomar un proyecto que iba a dirigir Serrano. Es un espectáculo profundo y popular, un homenaje al teatro independiente, al circo criollo, al grotesco, al teatro como espacio de educación que va por los pueblos. En aquellos inicios, el teatro era un arma de protesta, de reflexión ideológica. Desde hoy es difícil entender el protagonismo que tenía. Y al tiempo que hacemos ese homenaje tomamos conciencia de lo que nosotros, los teatreros, hacemos. Es un espectáculo que habla de nuestra escena, porque hay un resurgimiento de un teatro que no habla desde un penthouse en Manhattan. Siempre que hay crisis el teatro se renueva: no es cuestión de plata porque se hace a tracción a sangre y se nutre de ideas. Y el espectador va si es que se siente identificado, si no se lo subestima y se le habla de historias cercanas a su identidad, a su realidad. Esta obra es profundamente melancólica pero tiene mucho humor y está cruzada por el amor al buen teatro.
Voluntades compartidas
Escribe Mariano Saba, autor de Sueño de dos: “Hay algo de María Zambrano que anoté al principio, en un cuaderno, cuando empecé a escribir Sueño de dos: “Nada separa más a los hombres que aquello que esperan”. No sé si entonces le veía un sentido tan claro, pero con el tiempo terminó haciendo sistema con la obra. Porque hay algo que suele emparentar amor y teatro, y es esa voluntad de un sueño compartido, de un ‘esperar’ juntos a pesar de todo. Como si el amor y el teatro siguieran siendo antídotos contra ese desgarro intuido por Zambrano, ese aislamiento que provoca la esperanza de cada uno, si no hay proyecto común. Nos interesaba traer ese remoto origen del teatro independiente, tan pleno de utopía, sin invocar referentes históricos exactos pero sí el ambiente de las compañías pioneras. Esos grupos entregados al ideal de un teatro capaz de comprometerse políticamente, de cambiar el mundo palabra a palabra, función a función. Artistas tenaces, trashumantes, imbuidos de aquella euforia arltiana que insistía en ganarse el futuro por prepotencia de trabajo, incluso ante la más cruel de las derrotas. Y nos parecía divertido pensar cómo el amor podía venir a complicar aún más aquellos sueños, confirmando que a veces el destino esboza una piadosa sonrisa chejoviana. Hoy, que el futuro llegó hace rato, tal vez todavía tengan algo para decirnos aquellos desencuentros de los que venimos”.
*Sueño de dos, en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza (Corrientes 1660), martes a las 20 hs.