Hubo una novela llamada Porgy. Escrita en 1924 por DuBose Heyward –un gerente inmobiliario de Charleston devenido hombre de letras–, se convirtió en best seller dos años después. El y su mujer Dorothy habían investigado la vida de las poblaciones afroamericanas de Carolina del Sur y, juntos, adaptaron la novela como pieza teatral. La nueva Porgy se estrenó en Broadway en 1927. La primera carta de George Gershwin a Heyward, hablando de su interés en componer una obra sobre la novela, es de un año antes. Y por ese entonces hubo también un empresario de comedias musicales interesado en la adaptación, con música y libreto de Jerome Kern y Oscar Hammerstein II, que cantaría Al Jolson pintado de negro. El proyecto de Gershwin sería mucho más radical: una gran ópera, con una orquestación compleja y suntuosa, tomando como modelo el realismo italiano de autores como Pietro Mascagni o el Puccini de Il Tabarro. Y un elenco conformado exclusivamente por negros, que tuvieran algún conocimiento de las prácticas interpretativas de la música de tradición académica.
Las dificultades para conformar elencos con esas características y, sobre todo, el rechazo de los teatros “serios” en relación con el contrato de artistas afroamericanos no fueron ajenos, en todo caso, a que Porgy and Bess, a la que su autor definió, en 1935, como “ópera folk”, se hiciera mucho más famosa por sus adaptaciones e interpretaciones parciales –y sin la orquestación original– que en su versión primigenia, que fue estrenada en un teatro de ópera recién en 1976. La historia en Buenos Aires no es muy distinta. Se la vio en el Colón por primera y hasta ahora única vez en 1992, por iniciativa de su director de entonces, Sergio Renán. Suele ser, sobre todo fuera de los Estados Unidos, una ópera de compañías itinerantes, especializadas en su interpretación. Dos ejemplos notables fueron la Everyman Opera, que en 1956 viajó a la Unión Soviética –gira inmortalizada por “Se oyen las musas”, la crónica a la manera de una novela cómica publicada por Truman Capote en The New Yorker– o la Davis-Breen Touring Company, que representó Porgy and Bess en distintas ciudades europeas durante dos años, entre 1952 y 1954, con Leontyne Price en el papel de Bess y, en una notable vuelta de tuerca, con Cab Calloway como Sportin’ Life, el papel que Gershwin había creado a su imagen y semejanza. Y a la lista habría que agregar la compañía de la Opera de Ciudad del Cabo que, con la alianza de una Orquesta estable del Teatro Colón impecable, está ofreciendo en ese teatro un espectáculo extraordinario.
La puesta de Christine Crouse interviene sutilmente en la partitura; agrega unos tambores, suspende unos acordes para permitir cantos rituales africanos en las escenas en que aparecen prácticas religiosas. En rigor, esos momentos, en que se incluyen palabras y gestualidad de la tradición bantú, junto a ciertos giros de la excelente –y altamente funcional– coreografía de Sibonakaliso Ndaba, la dicción paródicamente británica de los blancos –el juez, el policía– y la referencia visual a las fotografías de la revista DRUM, donde se retrataba la vida callejera en los ghettos del appartheid, son los que, junto a unos carteles con anuncios comerciales, tratan de situar la escena en Soweto más que en Carolina del Sur. Sin embargo, el texto y la innegable información cultural que porta la música anclan para siempre ese imaginario Camino del Bagre (Catfish Row) en Charleston, con el agregado de un eventual panafricanismo que hubiera dejado más que satisfechos a muchos de los poetas americanos de la negritud –Langston Hughes entre ellos–. El gran logro de esta versión escénica es la convicción de los intérpretes, el compromiso que asumen y la manera en que el coro se integra en cada una de las acciones. Resulta prodigioso, en ese sentido, cómo todos bailan y se mueven por el escenario durante más de dos horas en que no hay momentos vacíos ni acciones que no tengan un sentido dramático. En todo caso, además de una música maravillosa, se está en presencia de teatro de gran nivel. Se trata de una ópera en que, como en Carmen de Bizet, no hay escenas privadas, donde todo –o casi todo– sucede en lugares públicos y con el pueblo como protagonista. Y es allí donde el coro se constituye en verdadero eje.
Analizar la calidad de las voces con los patrones de una puesta operística habitual resultaría un error. La cuestión en este caso no pasa por allí. Más allá de la gran actuación de Xolela Sixaba, dueño además de un timbre de voz bello y profundo, y de algunas interpretaciones vocales destacadas, como la de Goitsemang Lehobye y la fantástica Miranda Tini, lo que prima es un elenco que sostiene la tensión, y que convence –y está convencido– con la trama, independientemente de algunas falencias técnicas. El Sportin’ Life de Lukhanyo Moyake es excelente y las dos cantantes que representan a Bess (Nonhlanhla Yende y, en las funciones del miércoles pasado y el próximo martes, Philisa Sibeko), con características corporales sumamente distintas entre sí otorgan similar carnadura a un personaje complejo y voluble. La dirección musical del británico Tim Murray (director musical asociado de la Opera de Ciudad del Cabo y conductor en Londres de estrenos como el de Nyx, de Esa-Pekka Salonen) es de una precisión y un swing llamativos y la orquesta Estable, destacadísima en los solos de clarinete, violín y cello, y tan compacta como expresiva en los conjuntos, es un socio a la altura. Si el “I Got plenty o’ nuttin’” de Porgy esta entre lo más logrado de un espectáculo memorable, la increíble polifonía de la escena de la tempestad –una verdadera obra maestra de escritura, por si alguien aún duda del talento de Gershwin como compositor “clásico”– pone en escena el detalle, la sutileza y el cuidadoso trabajo con los planos musicales.
10 - Porgy and Bess
Opera de George Gershwin con libreto de Ira Gershwin y DuBose Heyward.
Producción de la Opera de Ciudad del Cabo.
Dirección musical: Tim Murray.
Dirección escénica: Christine Crouse
Diseño de escenografía y vestuario: Michael Mitchell.
Diseño de iluminación: Kobus Rossouw.
Coreografía: Sibonakaliso Ndaba.
Orquesta Estable del Teatro Colón y Coro de la Opera de Ciudad del Cabo (dirigido por Marvin Kernelle).
Elenco: Xolela Sixaba (Porgy), Nonhlanhla Yende o Philisa Sibeko (Bess), Mandisinde Mbuyazwe (Crown), Siphamandla Yakupa o Noluvuyiso Mpofu (Clara), Goitsemang Lehobye (Serena), Lukhanyo Moyake (Sportin’ Life), Miranda Tini (Maria), Mthunzi Mbombela (Robbins), Mandla Mndebele (Undertaker), Owen Metsileng (Jake), Lindile Kula Jr (Jim), Lusindiso Dubula (Mingo), Andile Tshoni (Peter), Bukelwa Velem (Lilly) y Noluvuyiso Mpofu o Ernestine Stuurman (Strawberry Woman).
Teatro Colón. 6 y 7 de diciembre (con diferentes elencos)
Nuevas funciones: hoy a las 20, mañana a las 17 y martes 13 a las 20.