Todo enero tiene música para Eli Fernández, cantora criolla de penetrante, poderosa y versátil voz. Junto a Herederas, proyecto que comparte con Cecilia Mezzadra, Roxana Carabajal y Silvia Lallana, la esperan tres fechas festivaleras: el sábado 11, la Fiesta de la Empanada en Seeber; cuatro días después, el tradicional festival de Jesús María; y el domingo 26, Cosquín. Y tiene con qué, por cierto. Fernández acaba de publicar Las ramas de este sueño, y el grueso del repertorio del disco –en la parte que le toque–estará dado por la ejecución de sus ocho piezas, todas compuestas (co-compuestas en ciertos caso) por ella. "Como todos mis discos, éste es un homenaje al canto", sintetiza Eli a modo de introducción al trabajo que realizó con Popi Spatocco como productor, más colegas invitadas de la talla de Patricia Gómez y Laura Albarracín.

-Decís que tu sueño es cantar… si ya cantás.

-(risas) Bueno, sí, cuando hablo de mi sueño de cantar me refiero a dos cosas en particular. Primero, al coraje y el valor que necesito para seguir haciéndolo, porque en el canto me encuentro conmigo misma, soy plenamente yo. Por otro lado, pienso en la niña que jugaba a cantar en el patio, usando la mesa de herramientas de su papá como escenario, y quiero que esa niña siga viva en mí. No quiero perder la inocencia ni el amor puro por el canto. Aunque es difícil explicarlo, también lo vivo como un sueño desde esa perspectiva.

Las ramas de ese singular sueño que la cantora persigue en su disco no van por el lado "duro" de Carl Jung o cualquiera que se traiga del psicoanálisis y sus interpretaciones de lo onírico. Nacen más bien de un motivo más silvestre. De la citada niña que juega y explora como si fuera un árbol con raíces profundas y ramas que se expanden. "Imagino a esa niña recorriendo cada rama, buscando, creciendo y descubriendo sin miedo. Así veo mi sueño cantor: en expansión, como un árbol que sigue creciendo", metaforiza la compositora, también hacedora de Canto soy, disco debut que casi le da un Gardel en 2019, y Alas sin pena, el segundo, galardonado como Mejor Álbum Solista de Folklore en los Premios Mercedes Sosa 2023.

-¿Eso que decís del derrame podría asociarse también a los distintos estilos que abordás en tus discos?

-Sin dudas. Tomo nuevamente a esa niña que juega y busca entre las ramas, porque de ahí nacen las canciones. Las propias son como faros que me desafían constantemente, y nunca pienso para ellas en estilos cerrados ni en etiquetas como "soy esto". Me dejo guiar por lo que las canciones piden y por el camino que ellas van marcando. Cada composición o elección me recuerda que quiero pensar la música sin fronteras de estilos… puedo componer y cantar desde una zamba o una chacarera hasta una cumbia, sin pensar en etiquetas.

La que Eli eligió para hacer punta –video mediante– es una cumbia lúdica, bien colocada, a la que dio por llamar "Ofrenda". La compuso inspirada en el bello paisaje de Traslasierra y su inmensidad. "En realidad, nació en ritmo de bailecito, pero cuando la pre produjimos, el Pitu Marquesano me dijo 'Esto es una cumbia, fijate la cadencia'. Y cuando la probé, descubrí que la cumbia le daba la alegría que quería expresar: una ofrenda a la Madre Tierra y a toda la belleza que nos regala, incluso siendo tan maltratada."

-Rebozan de alegría esta canción y buena parte del disco. ¿El dolor dónde está?

-El dolor también tiene musicalidad, quiero decir. Tanto la alegría como el dolor son estados de la vida que me definen. No voy a mentir, el dolor me inspira mucho, incluso. Pero creo que este disco es un desafío, porque piensa en la felicidad como trinchera, y en defenderla con gratitud por el presente.

Tal vez una de las canciones que sopese el tono general de Las ramas de este sueño sea "Sos mi manto", una linda y bucólica zamba canción, que Fernández concibió pensando en su madre, fallecida cuando Eli tenía 17 años. "Fue devastadora su partida", evoca. "Ella era como mi mánager no oficial. Me acompañaba a los conciertos, gestionaba los ensayos, me ayudaba con el vestuario… en fin, pasó que una vez me puse a jugar con un piano recién comprado y salió este tema que habla de mi madre enferma pero llena de esperanza, bajo la luz del sol pampeano, rodeada del patio, el limonero y el jazmín."

Otra canción flamante cuyo dejo suena más introspectivo que lúdico es "Me iré cantando", un chamamé de León Cuyé. "Es un tema nostálgico, sí, pero a su vez lleno de esperanza. Lo grabé con Patricia Gómez, una gran referente del chamamé actual. Su participación le dio aún más fuerza, y eso fue muy emocionante para mí", destaca. "Pero si me tengo que quedar con una canción en especial, opto por la chacarera 'Para las cantoras', porque se trata de un homenaje a las voces de las cantoras, y a todo lo que significan para mí en inspiración y cariño."