En Manos de Cielo, su disco debut, cual fresca bocanada y en armoniosa sintonía con los elementos de la natura, comienza Milagros Majó saludando al viento en -con perdón de la iteración- “Hola viento”, y acaba volviéndose parte de una brillante trama cósmica en “Constelaciones”, track final donde la muchacha se lanza a cruces de montes (que alientan), a fuegos que arden (y despiertan), a la par que entona: Manos de Cielo tendré / Mis brazos, ríos serán… “. Este disco es una suerte de relato acerca de dónde venís, en qué te vas convirtiendo, cómo al final todos somos uno. Acerca de un proceso de transformación, si se quiere”, advierte la artista en charla con Las12, echando luz sobre una personalísima narración de diez canciones. Explicación que resuena especialmente con temas como el intimista “Retrato”, donde canta: Constantes cambios hay, nunca el ritmo es igual / Al transitar emociones, hay modificaciones en la respiración, la circulación / Recuerdos que laten / Alegres los miedos, miedosas las alegrías. Armada de estilos y raíces varias, conjuga sensible y orgánicamente MM ritmos africanos, folclore sudamericano, sonidos litoraleños, pop-folk, en temas donde las texturas toman encantadores e incitantes entramados. Cita como influencias a la chilena Violeta Parra, a la venezolana Cecilia Todd, a la argentina Juana Molina, al maliense Toumani Diabaté, al grupo tuareg Tinariwen, entre otros; podría sumar, por cierto, a Lhasa de Sela…
Que para Majó la música es un lenguaje universal, salta a la escucha de cierta anécdota: cómo dos años atrás se fue a pasar una temporada a África, conviviendo con una tribu de Ghana por varios meses. Tiempo en el que aprendió a tocar -y armar- el balafón, “una especie de marimba pero con otra escala”, “y aún sin entender su dialecto, logré sentirme parte”. “En este clan, todas eran familias de músicos, que asignan a la música un rol sagrado: siempre tiene un objetivo tocar, una razón de ser; es una herramienta para rituales, para celebraciones. Fijate que, mientras estuve, falleció una persona y hubo un funeral, donde los relatores del pueblo contaban la historia del muerto sin decir con la voz, sin decir con la palabra: diciendo con las notas…”, recuerda aún maravillada. Una experiencia que caló tan hondo que decidió animarse al idioma inventado en el track “Koralè”: “Así como yo pude entender a la tribu desde la emocionalidad, quería hacer una canción donde quien escucha, sienta y comprenda más allá de lo que significa (o, en este caso, no significa) la palabra”.
Post-Ghana, vale mencionar, partió Milagros a Burkina Fasso, donde tomó clases de instrumentos de cuerda como el n’goni, mezcla de arpa y laúd, esencial en la cultura griot de Mali… Y n’goni, charango, cristalofón, arpa de boca, guitarra criolla, entre otros, toca MM en Manos de Cielo; acompañada para la ocasión por Diego Lezcano (también productor del disco), David Fernández, Juan Ravioli, Ezequiel Borra, Mariano Malamud y Menech Pérez Marino en los más diversos instrumentos (guitarras, bajo, trompetas, trombones, piano, semillas, batería electrónica).
El arte de tapa, a la altura de las propicias circunstancias: una ilustración de brazos que se extienden al cielo, con manos que echan raíces generando una matriz en el éter. Dibujos, cabe decir, de la propia Majó, que -además de cantante y compositora- es artista visual, con especial predilección por la instalación textil. En esa línea, una de sus piezas más exitosas, que giró por Azul, Tandil, Olavarría, Luján: Hysteros, entretejido de gran tamaño que evoca al útero materno, propone contención e invita a ingresar para gestar (simbólicamente, sobra la aclaración). Como bonus track, Majó es además responsable de Champignon Creaciones, donde diseña preciosos muebles para niñatos con materiales ecológicos y sustentables.
Milagros Majó presenta Manos de Cielo el viernes 15 de diciembre a las 21 en El Universal, Soria 4940. CABA. El disco puede escucharse en Spotify, YouTube o en milagrosmajo.bandcamp.com