Nadie se pasa de intensidad cuando reclama por derechos humanos básicos. Nos hicieron creer que habíamos podrido las cosas, nos quisieron responsabilizar, todo para poder negar la inutilidad política y social que hasta acá nos trajo. Estamos presentes para hacer la autocrítica constructiva y sobre todo colectiva que hace falta. No existimos para ser el chivo expiatorio de ningún fracaso, ni para que busquen excusas para vengarse por haber tenido que ponernos en sus mesas.
Estamos a más de un año de un gobierno que no para de regodearse y celebrar el destrozo de las políticas públicas. Todos los días se anuncian medidas que vulneran derechos humanos mientras se nos cagan de risa gastando plata en complacer millonarios y pasear al presidente por cuanta cumbre anti derechos exista. Sin embargo en medios y charlas internas la pregunta sigue siendo “si nos pasamos de mambo reclamando derechos”. La respuesta es clara: no. Nadie se pasó de progre conquistando los derechos que hacen de este país un ejemplo de la verdadera libertad.
El presidente ejerce violencia institucional todos los días. Se siente divertido y es celebrado por los obsecuentes pagos por el Estado cada vez que hace chistes sobre el culo de los mandriles con claras alusiones a la violación. Si por la lucha y el reclamo que dejen de morir pibas y personas gestantes reclamamos y visibilizamos, entonces “fue un montón”. Si el Gobierno niega a las diversidades y elimina los recursos educativos y de salud no pasa nada, ni media marcha. Ahora si la señorita maestra incorpora una pareja LGBT+ en algún material didáctico quienes alguna vez pensamos de este mismo lado nos dicen que no es el momento, que no es la manera, que somos muy sensibles, que qué queremos inventar.
Nos quieren hacer creer que lo que está pasando actualmente es nuestra culpa, que estas oleadas anti derechos, fascistas y de políticas criminales son un castigo porque en algún momento pretendimos que nos maten menos. Milei no llega al poder porque logramos aborto, matrimonio igualitario, ley de identidad de género, DNI no binario, ni porque alguna vez dijimos “gatite”. Milei y toda su casta idiota-siniestra llegan porque no logramos incidir completamente en la política y nos dormimos en los laureles de una gestión imperfecta. Llegan porque nos superaron en el manejo de la comunicación con sus fake news, engaños, anzuelos y performatividad. Ganaron las elecciones porque no pudimos responder a las necesidades de todo un país y fuimos tibios a la hora de la crítica y autocrítica con los propios. No ganaron porque las diversidades sexuales y transfeminismos hayamos reclamado lo que nos corresponde.
Entonces, ¿por qué el debate sigue siendo si nos pasamos de progres? Quizás seguimos mirando al pasado porque nos aterra hablar de este presente y descubrir lo inútiles en lo que nos hemos convertido. En las poquísimas marchas y acciones de reclamo que asistimos escuchamos los cánticos melancólicos que hablan de cuadros políticos que ya no se la juegan por nadie. En las noticias se comentan tres banalidades ad eternum. Entonces, ¿quién se sienta a hacer un mapeo de nuestros recorridos y encontrar nuestras fallas y aciertos?¿Qué estamos haciendo? ¿Qué estamos proponiendo?
Es mentira que “todo esto pasa porque nos pusimos pesadas”. Y peor es cuando te lo dicen desde los medios y streams que ahora viraron con total velocidad e hipocresía al contenido lavado, bobo, anestesiante, que nos arrulla en la somnolencia mientras el odio avanza. Ellos también son responsables. Si querés ser el más visto y para eso te adosás a la industria de la distracción y el conformismo, si se te cae el pañuelo y volvés a ser el mismo tipo en mesa de tipos que ya no lleva variedad de voces porque pasó el tiempo de ser “correctamente político”, si ahora solo les interesa complacer algoritmos, métricas, empresarios y sponsors, es injusto e hipócrita recitar el mantra de que “eso de los derechos ya pasó, ya fue”.
La universidad pública jamás fue demasiado gratuita, los derechos de diversidades y disidencias nunca fueron piantavotos, que nos maten menos no es un capricho, nuestros pronombres son parte fundamental de nuestra identidad, pudrirla en calles y familias es lo que nos ayudó a seguir creciendo. Nos educaron y forzaron a pensar que nuestros derechos, nuestras existencias, debían pedir perdón y permiso. Ya dolimos y duelamos, ahora es momento de accionar.