M inou Tavárez Mirabal fue la más requerida por la prensa en los tres días del 14° Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (Eflac) que se hizo la semana pasada en Uruguay. No hubo ningún atisbo de divismo en su incansable disposición a hacer entrevistas, en sus respuestas meditadas y profundas, en el tiempo que se tomó con cada pregunta, en su apelación a la sororidad entre colegas para que hicieran notas conjuntas, por la gran demanda. Alta, morocha, de ojos negros, su estampa recuerda a las fotos atesoradas de su madre, Minerva Mirabal, asesinada junto a sus hermanas Patria y María Teresa por el dictador Rafael Trujillo el 25 de noviembre de 1960. Desde 1981, esa fecha es un emblema internacional contra la violencia machista. Si el peso de la historia es grande para ella, es difícil adivinarlo. Fue la primera candidata a la presidencia de su país, República Dominicana, el año pasado, por el partido Opción Democrática, y es además activa partícipe del movimiento de su país contra la corrupción y la impunidad, Marcha Verde, nacido como respuesta al escándalo de Odebrecht.
Consciente de que nadie lo haría con más amor que ella, publicó el libro “Mañana te escribiré otra vez”, en el que recopila las cartas entre su madre, Minerva, y su padre, Manuel Tavárez Justo, también héroe de la resistencia dominicana contra el totalitarismo. Sospecha que Minerva -la joven que le dijo no a Trujillo como hombre y fue figura fundamental en la fundación del movimiento revolucionario que lo jaqueó- se enojaría con esa publicación, en la que entrelaza la historia de amor y la política con mirada feminista. Encantadora y amable con cada asistente de cualquier país que se acercó a hablarle, a pedirle una foto o una dedicatoria de su libro, Minou fue además la única oradora de la marcha del 25 de noviembre. “Las mujeres hemos sido protagonistas de la más impactante, noble, extraordinaria, espléndida lucha que ha vivido la humanidad en toda su historia. Hoy más que nunca tenemos que estar fuertes, unidas, y alertas, cuidando nuestras espaldas, dando batallas en todos los frentes porque las violencias no paran. Hemos marchado para decir que ya basta de sociedades y gobiernos que siguen tolerando esta crueldad extrema hacia las mujeres”, dijo en un discurso vibrante en la explanada de la Intendencia de un Montevideo herido por el femicidio de Brissa González, de 12 años.
En la sala de prensa del Eflac, Minou se sentó frente a un semicírculo de periodistas argentinas. Lucía García Itzigsohn le preguntó por el cruce entre la violencia de las dictaduras, entre genocidios y femicidios, que condensan las hermanas Mirabal y especialmente Minerva. La larga respuesta de Minou dejó anécdotas que perfilan a una Minerva combativa. “Efectivamente estamos ante un crimen de violencia política, claramente, pero está vinculado con una violencia hacia las mujeres también claramente. Había un antecedente de diez años antes, de 1949, en que ese dictador, el más cruel quizás que ha padecido nuestro continente, quiso apropiarse, quiso poseer a Minerva Mirabal. Se la llevaron, como solían hacer. El tenía gente que trabajaba para él, identificando mujeres bonitas, que le podían gustar, y estaba convencido además de que su poder se relacionaba un poco con desvirgar mujeres”, lanzó Minou y recordó a Mario Vargas Llosa. “¿Ustedes leyeron la Fiesta del Chivo, esa historia del papá funcionario que lleva a su hija para que Trujillo la viole, y, como se llamaba en el feudalismo, el derecho de pernada. Era eso también. Entonces, cuando ella tenía 23 años lo rechazó frontalmente, pero lo rechazó también políticamente”, siguió. “La gente cuenta que cuando él la quiso tocar, ella lo abofeteó, y pagó cárcel por eso. También en ese momento lo rechazó políticamente porque la versión es que él le preguntó si le gustaba su régimen, y ella le dijo que no, y él le dijo: ‘y si yo le mando a mis acólitos a convencerla’, y ella le contestó: ‘¿Y si yo los convenzo a ellos?’”. Minou se sorprende de su madre: “23 años, frente al más cruel de los dictadores. Entonces, al otro día la llevaron presa a ella y a mis abuelos y en el ‘50 otra vez, y luego le impidieron la inscripción en la Universidad, y luego le impidieron que pudiera ejercer cuando se graduó, no le reconocieron los méritos porque ella fue la mejor estudiante de su promoción y no se lo reconocieron”, continuó sobre su madre, que concentra la admiración de muchas mujeres que marchan con su foto. “Pero él la mató y las mató, porque ellas se dieron a la tarea de formar un movimiento político contra la dictadura y lograron hacerlo, el más grande de los movimientos de oposición que el dictador tuvo durante 32 años”.
El perfil militante de Minerva es el que subraya su hija hoy. “Ella era una verdadera activista. Todos los que estaban presos, los familiares de los que estaban presos cuentan que ella salía de la cárcel y al otro día iba a visitar a los presos, a su esposo, a sus cuñados y a todos los presos y en la fila para verlos estaba organizando otra vez a la gente, viendo quién quedó afuera, quién faltaba”, relató Minou.
Recuperar la vida de su madre es parte de su legado. “Les voy a contar esta anécdota para que vean el talante de esa mujer que todavía nos sigue inspirando. Cuando iban a hacer el juicio a los compañeros, mi papá era el presidente del movimiento: Manolo Tavárez Justo también es un héroe nacional. Llevaron a todos los presos a la fiscalía, y ella convocó a todos los familiares para que los esperaran ahí. Entonces les dijo que tenían que cantar el himno nacional. Y así hicieron. Era una provocación que no podían reprimir, porque los militares, los policías, no les podían impedir que cantaran el himno nacional, pero eso tenía una significación tremenda”, siguió el relato.
La última anécdota de Minerva la mostró dando ánimos a los compañeros. “En la cárcel, cuando estaban ya condenados, estaba el pabellón de hombres y el de mujeres. Ellas tenían una pequeña ventanita que la usaban para dos cosas básicamente: ponían una toalla para que su familia supiera que estaban vivas todavía. Y lo otro que se le ocurrió hacer, cuando sacaban a los presos varones al recreo, ella se paraba en la ventana a cantar El ratoncito Miguel. ¿Ustedes han oído la canción infantil? Dice que el ratoncito Miguel ha venido muy contento a bailar, porque el gato micifuz dormido en su cueva esta. Entonces, llama a bailar, a cantar, no sé qué, y dice ‘la cosa está que mete miedo y horripila de verdad, vamos a ver quién va a ponerle el cascabel a Micifuz’. O sea, eso era en la cárcel. Los demás compañeros que sobrevivieron cuentan la fuerza, la inspiración que significaba para ellos que las mujeres compañeras presas le cantaran esa canción. Es una canción cubana, yo la había oído toda la vida, la cantan los niños en las escuelas. No se te puede ocurrir que se puede convertir en una herramienta de lucha contra la opresión, contra un tirano”.
–¿Cómo ves hoy la situación de la violencia contra las mujeres?
–Evidentemente hemos progresado, porque ha existido siempre, pero era como si no existiera porque no se hablaba de ella, era un tema tabú. Entonces, la gente dice antes no mataban a las mujeres. No sabemos. Lo que podemos es presumir que era menor. Tal vez es cierto, no sentían necesidad de matar a las mujeres porque sentían que tenían el control y que la violencia fatal ha llegado finalmente como expresión del temor de perder ese poder machista sobre las mujeres, sobre sus cuerpos y sobre sus mentes. O sea que no sabemos. Ahora lo sabemos, tenemos leyes, mecanismos, herramientas, pero hasta qué punto nos han servido si desde que este tema se empezó a conocer en nuestra sociedad, las cifras no bajan. Entonces, algo está fallando y tenemos que repensar la manera en que estas luchas -para las cuales las hermanas Mirabal nos sirven de inspiración-, sean más efectivas, y sirvan para que ninguna mujer pierda su vida en los espacios en los que se supone que deben sentirse más protegidas, que es el espacio familiar o en el entorno en el que viven, porque ese es un tema que también nos preocupa, que se habla de violencia intrafamiliar como si eso fuera la sombrilla que cubre la violencia contra las mujeres y no lo es, es otra manifestación. Así que hay mucho por hacer, mucho por pensar y para eso hace falta la voluntad no solo de nosotras las mujeres, porque no podemos creer que somos las víctimas y además las que tenemos la responsabilidad de denunciarlo y hacer que la sociedad cambie. No es así, así no se va a solucionar. Esto es un tema de derechos y por lo tanto es una responsabilidad de nuestros estados. Los estados, los gobiernos, demuestran el compromiso que tienen de una manera bien clara y bien simple: con lo que asignan en los presupuestos para las políticas que van a hacer al año siguiente. Basta con revisar esos presupuestos en cada uno de nuestros países para saber que estamos gobernados por autoridades que no tienen un compromiso con la erradicación de la violencia hacia las mujeres.
–Hiciste una referencia a que tu madre no era feminista, ¿cómo te acercaste al feminismo?
–No, no era feminista, no creo ni siquiera que supiera de la existencia del feminismo. La primera feminista dominicana que conozco lo fue en Cuba, Camila Henríquez Ureña, que tiene un libro de 1930 más o menos sobre el feminismo. Después, en la República Dominicana hubo movimientos sufragistas pero el feminismo como tal… Piensen que Minerva Mirabal tenía 4 años cuando empezó la dictadura de Trujillo, que la mató. Ella vivió toda su vida dentro de esa dictadura, donde había represión pero había todavía mucha censura. Tenían que conseguir libros sobre filosofía o de poetas, agenciárselas para mandarlos a buscar. No tenían ese conocimiento. No fueron comunistas tampoco, porque no existía la posibilidad de acceder a esa literatura en la época que les tocó vivir, ellos fueron revolucionarios, siguieron a Fidel Castro, lo escuchaban, hay un poema que también encontré escribiendo el libro de las cartas, es un acróstico que escribió mi mamá a Fidel Castro Ruz, y se lo mandó a los exiliados dominicanos en Estados Unidos cuando Fidel fue a dar el discurso ante Naciones Unidas. Hay una carta también que refleja a esa Minerva política, que es una carta también a uno de los exiliados donde ella protesta porque en los programas de radio que producían los exiliados se habían puesto a hablar de que el pueblo dominicano era ignorante, que no tenía educación. Ella les dice cómo pueden decir eso, es un pueblo que no ha tenido la posibilidad, no tiene información, dice: “todo el que desconozca la fuerza del pueblo, fracasará”.
–¿Pero vos cómo te acercaste?
–Bueno, era natural, igual que la política, desde que yo me acuerdo. El primer discurso que yo dije en mi vida, yo debía tener como 17 años o 18, fue en un evento que hicieron en la Universidad Autónoma de Santo Domingo para ponerle a la Facultad de Derecho el nombre de Minerva Mirabal e inauguraron una cátedra Minerva Mirabal. A mí me invitaron a decir un discurso, fue la primera vez que hablé en público. Ahí hable del tema de las mujeres, de modo que fue algo como natural, bueno, una hija de Minerva Mirabal, sobrina de Patria y de María Teresa, necesariamente tiene que saber qué son las luchas de las mujeres. Pero también hay gente en mi familia que no son feministas y que no son políticos, eso tiene mucho que ver con la vocación y con la conciencia y la sensibilidad que tenemos para los diferentes temas con los que nos involucramos.
–¿Cómo es ser política y mujer en República Dominicana ahora?
–Yo fui la primera mujer candidata a la presidencia de la República en nuestro país, ya eso dice mucho de cómo estamos. Casi dos siglos de independencia y nunca había habido una mujer ni siquiera candidata a la presidencia. Eso ocurrió en 2016. Yo creo que hoy es mucho más fácil que lo que les toco a mis padres y a ellos se los tenemos que agradecer. Lo que somos en gran medida y lo que hemos avanzado se lo debemos a los sacrificios de ellos y de muchos otros y otras que han luchado desde hace mucho tiempo por nuestro país. No sé, yo creo también que el compromiso de las mujeres y de las feministas es involucrarnos de manera directa en la política. Yo espero y estoy segura de que la única manera que nuestras sociedades van a cambiar es si de aquí, de estas 2200 mujeres que están participando aparecieran en cada uno de nuestros países esas mujeres en los parlamentos, tomando las decisiones, votando a favor de las leyes y de las decisiones que van a impactar en la vida de las mujeres y de la sociedad, y cuántas de esas jóvenes que están participando en este evento van a ser esas políticas que van a cambiar nuestras sociedades. Empoderarse es eso, alcanzar el poder, y cuál es el poder, es el poder político. Es desde ese compromiso político es desde donde mejor podemos defender y hacer avanzar las agendas de las mujeres, esa es mi convicción. Y además creo que en momentos en que nuestro continente vive retrocesos evidentes, que vivimos en democracias amenazadas, acorraladas, disminuidas, desprestigiadas, las mujeres tenemos un papel fundamental que jugar en recuperar la política como lo que es. Decía José Martí que la política es el arte de conducir hacia la justicia a la humanidad injusta. Esa es nuestra labor, porque lo que nos pasa a las mujeres es precisamente porque no hay justicia. La violencia contra las mujeres no ha sido posible erradicarla de nuestras sociedades porque la protege la impunidad, que es la falta de justicia, la impunidad es la falta de sanción a quienes perpetran los delitos y los crímenes. Entonces la impunidad está en el centro de la violencia que se ejerce contra las mujeres.