Alberto Acosta fue Ministro de Energía y Minas y presidente de la Asamblea Nacional Constituyente del Ecuador en 2007, a comienzos del gobierno de Rafaél Correa (Revolución Ciudadana), cargo que abandonó por diferencias internas en su partido. Acosta es autor, junto al experto argentino Enrique Viale, de La naturaleza sí tiene derechos (aunque algunos no lo crean), editado por Siglo XXI.
A partir de un recorrido crítico del pensamiento económico, Acosta y Viale cuestionan la visión universalizadora y homogeneizante del medioambiente. Ponen entre las cuerdas al extractivismo intelectual y las falsas soluciones verdes, que persisten en la lógica productivista del capitalismo imperante.
En diálogo con Cash, este economista y político ecuatoriano propone un cambio radical de los modelos productivos extractivistas y, como contrapartida, escuchar y reconocer el pluriverso que proponen los pueblos originarios para restablecer relaciones de equilibrio con la naturaleza.
--En el libro advierten sobre una serie de “penurias” que se derivan del colapso ecológico. ¿Cómo entender esta realidad?
--Nosotros vivimos en un colapso ecológico que tiene diversas manifestaciones. Una de ellas es el cambio climático, aunque hablar de cambio climático no es suficiente porque, en la larguísima historia de la tierra, han habido varios cambios climáticos. Por eso creemos que es preferible hablar de un colapso ecológico. Entre las principales manifestaciones de este colapso ecológico observamos una pérdida masiva de biodiversidad, la acidificación de los mares, la contaminación del aire, las cada vez más agudas sequías e inundaciones brutales. Es indudablemente visible que los impactos que se viven en una región están concatenados con los impactos vividos en otra región. Es el punto de partida de la época actual.
--¿A qué se refiere concretamente?
--Quizás entendamos esta situación recurriendo a la teoría del caos, algo que entienden los pueblos originarios cuando hablan de la “relacionalidad”. No es una casualidad que tengamos tremendas sequías en la Amazonía y en los Andes, y que haya simultáneamente inundaciones en Valencia, España, y lluvias de granizo en el desierto de Arabia Saudita. Cabe advertir que estamos superando los límites de la sustentabilidad de la tierra. Los umbrales de esa sustentabilidad son nueve y se estima que ya se han superado siete. Los negacionistas dirán que no es cierto y hasta pueden llegar a afirmar que la tierra es plana, pero el hecho es que vivimos una situación que nos confronta con la necesidad de buscar otros caminos. Sobre todo, reencontrarnos y restablecer relaciones de equilibrio con la naturaleza.
Economía verde
--En este escenario, ¿qué efectos genera lo que denomina “la economía verde”, que se ha instalado como una solución a este colapso?
--Los problemas ambientales y los problemas ecológicos son cada vez más aceptados en el mundo. En la cumbre de Río de Janeiro de 1992 se abrió la puerta para hablar del desarrollo sustentable. Allí se estableció el triángulo mágico: economía, ecología y sociedad. Desde entonces, hay cada vez más conciencia de lo que estamos viviendo. Pero frente a eso, las respuestas están orientadas por una lógica de mercantilización de la naturaleza. Y entonces aparece la economía verde, el capitalismo verde y otras opciones tales como el mercado de carbono.
--¿Por qué define al mercado de carbono como una respuesta mercantilizadora de la naturaleza?
--En el libro nos referimos a este fenómeno y demostramos que, por empezar, la unidad de carbono no es uniforme: no es lo mismo el carbono que se emite de una selva y el que se emite de una plantación de árboles en Corrientes, donde las plantaciones forestales son verdaderas catacumbas, cementerios con árboles. Lo grave es que a mucha gente se le vende la idea de que plantar árboles es bueno. La respuesta es “sí, en principio”.
--¿Qué problemas puede generar plantar árboles?
--El tipo de plantaciones de árboles que se están realizando no resuelven el problema, sino que lo agudizan, por ejemplo al destruir la biodiversidad y provocar graves pérdidas de agua, con brutales afectaciones a las comunidades. Este es un tema que debemos discutir con mucho detenimiento. Nosotros cuestionamos las economías de colores, pues seguimos dentro de la vieja lógica de la economía que se sustenta en una serie de principios básicos propios de la modernidad, como es ubicar –figurativamente hablando– al ser humano al margen de la naturaleza para que pueda dominarla, controlarla y transformarla en un factor de producción, un elemento para buscar el “desarrollo”. El segundo elemento complicado de esta concepción es buscar un crecimiento económico permanente, con lo que entramos en contacto directo con los límites.
Crecimiento sustentable
--¿Cuáles son los límites de un crecimiento sustentable?
--Un crecimiento económico permanente no puede ser sustentable, por definición. En definitiva, estas opciones del capitalismo verde son más de lo mismo, en tanto cierran la puerta a las soluciones radicales necesarias, todo para seguir sosteniendo la acumulación del capital.
--Ustedes proponen abordar la problemática desde análisis más amplios. ¿Por qué, entonces, cuestionar el tan promocionado mercado de carbono?
--El mercado de carbono no sólo tiene una mirada homogeneizante, sino, además, mercantilizadora. La naturaleza es vista como una mercancía, eso da paso a la desnaturalización de la naturaleza. En la práctica se termina obviando sus ciclos vitales. Es imposible adecuar y adaptar esos ciclos de la naturaleza a la lógica de acumulación del capital. Esta desnaturalización, como contrapartida, viene de la mano de la deshumanización de la humanidad, que derivan en una nueva enfermedad social: el individualismo a ultranza. Una situación que provoca algunas respuestas perversas; por ejemplo, el establecimiento de los ministerios de la soledad en Inglaterra y en Japón, que apuntan a personas que no son económicamente pobres, pero sí lo son en sus relaciones humanas. Yo no creo que la solución sea el Ministerio de la soledad, pero esto es la manifestación de un problema sumamente complicado y difícil de resolver.
Respuestas
--Si esa respuesta política no es suficiente, ¿qué habría que hacer para afrontar estos problemas?
--En el libro proponemos respuestas múltiples. En lugar de reacciones para ganar tiempo, proponemos establecer cambios radicales y profundos. En términos económicos es inviable mantener una lógica mercantilizadora de la naturaleza. Nuestra propuesta exige profundos cambios en la economía.
--En un fragmento del libro afirman que el motor de la economía verde reside en el campo de la tecnología. ¿Qué tipo de perjuicios trae esto?
--Hay una creencia generalizada en muchos sectores de la sociedad de que los problemas se resuelven a través de la tecnología; ello incluye asumir que la tecnología es neutra. En realidad, la tecnología responde a determinados criterios de la sociedad capitalista: está inspirada en el lucro, que puede llevar a la reducción del uso de mano de obra para obtener mayores niveles de rentabilidad. La tecnología no debe verse por fuera de una reflexión política, menos aún confiar en que resolverá todos los problemas. Por el contrario, las tecnologías pueden ser motores de destrucción al acelerar los ritmos de acumulación. No esperamos un milagro tecnológico que resuelva todos los problemas.
Consumo
--¿Qué relación encuentra entre el consumo de bienes materiales, el ocio y el entretenimiento?
--Dentro de la lógica del sistema en el que vivimos, el ocio y el entretenimiento son parte de la lógica de acumulación. Yo soy partidario de no reclamar el derecho al trabajo, porque, en el sistema capitalista, es el derecho a que nos exploten. Lo que deberíamos reclamar es el derecho al ocio creativo, ese ocio que nos convierte en seres humanos comunitarios y nos permite desarrollar nuestras capacidades en otros ámbitos. Para enfrentar estos retos precisamos construir sociedades radicalmente distintas, en donde ya no sea “el tiempo de trabajo la medida de la riqueza, sino el tiempo libre”, en palabras de Carlos Marx, sustentándolas en esquemas que aseguren la vida digna de todos los seres humanos –y no humanos, cabría anotar–. Por eso hablamos de otra economía para otra civilización. La solución no es ponerle apellidos a la economía, sino pensar en otro tipo de economía. Por eso cuestionamos el triángulo “economía, ecología, sociedad”, que fue un avance importante del año 1992. El ser humano debe estar por sobre la economía. Más aún, la economía del capital debe subordinarse a las demandas del ser humano. Pero el ser humano y sus formas de hacer economía tienen que estar en armonía con la naturaleza.
--En su trabajo, ustedes plantean la necesidad de un decrecimiento. ¿Es practicable, es posible de ser pensado dado el grado de avance que ha alcanzado el capitalismo?
--La idea del decrecimiento –que no es sinónimo de crisis económica– no es sólo una cuestión económica. Se trata de una profunda transformación social, en clave post-capitalista. El capitalismo necesita acumular permanentemente, produciendo, consumiendo, destruyendo, especulando; y ahora quiere seguir acumulando, restaurarando todos los daños que ha provocado a la naturaleza. Me parece perverso: acumularon, destruyeron la naturaleza y ahora pretenden seguir acumulando con falsas soluciones destinadas a la remediación y la mitigación ambiental, en línea con las soluciones verdes o azules. La esencia es cómo romper esa lógica de acumulación permanente.
--En la práctica, ¿qué significa el decrecimiento?
--Eso es más complejo. El decrecimiento no sólo debe inspirarse en los límites ambientales. Es preciso abordar el tema desde la combinación permanente de la justicia social y la justicia ecológica. Por lo tanto, hay que desmontar los niveles de opulencia de determinados sectores de la sociedad mundial, que explican la miseria de otros sectores. El decrecimiento tiene que empezar en los países ricos y en los segmentos más ricos de la población, aunque no para permitir que los demás crezcan con la misma lógica. Por eso es necesario tener una visión completamente diferente respecto de la estructura de producción y de consumo. El decrecimiento, que tiene mucha historia, abre puertas para la construcción de alternativas, al igual que el derecho al ocio. En concreto precisamos liberarnos de la religión del crecimiento económico permanente al tiempo que construimos otras racionalidades económicas orientadas por los ritmos de la naturaleza, que, como demostramos en el libro, tiene derechos. Cuando hablamos de decrecimiento pensamos también en el post-extractivismo; sobre todo, en el Sur Global.
--Ustedes hablan de un regionalismo autónomo, más autocentrado. Considerando el contexto político y económico actual de América Latina, ¿es posible imaginar dicho regionalismo?
--El regionalismo autónomo es una propuesta que nunca se llevó adelante, porque los gobiernos siguen apostando a la exportación de materias primas. Tanto los gobiernos neoliberales, con mayor presencia del mercado, como los progresistas, con una mayor presencia del Estado, caminan por una senda extractivista y, en esencia, aperturista. Si bien los gobiernos progresistas tuvieron un discurso propenso a la integración, en la práctica no lo concretaron. Algo evidente es que a Brasil nunca le interesaron las verdaderas propuestas de integración en la región.
--¿Por qué cree que no le interesaba establecer una integración a nivel regional?
--El Banco del Sur tenía mucha importancia. Se planteó, al mismo tiempo, un sistema único de compensación regional, incluso una unidad monetaria latinoamericana. Pero a Brasil nunca le interesó, ya que cuenta con el BNDES –su banco de desarrollo para financiar sobre todo inversiones brasileras en el exterior– y mantiene una lógica subimperialista, que tampoco cambió durante los gobiernos progresistas.
--¿Por qué proponen una nueva economía inspirada en el pluriverso?
--El pluriverso ya existe. Hay muchas formas de entender y vivir el mundo, pero tenemos una civilización dominante que es la capitalista, que universaliza la economía del capital, universaliza el productivismo y el consumismo a ultranza y, finalmente, universaliza la lógica de ver la naturaleza como un objeto a ser explotado. Sin embargo, emergen múltiples formas de organizar las sociedades; algunas, dentro del sistema capitalista y otras, fuera de la lógica dominante del sistema. Sin idealizarlos, podemos aprender mucho de los pueblos originarios, de su cultura, de sus instituciones políticas y económicas.