El pequeño Nicolás casi siempre se manda una macana. No por tonto, no por malo, sino simplemente por niño. En esa sencillez radica la magia de El pequeño Nicolás, un clásico de la historieta francobelga co-creado por el inigualable guionista René Goscinny (bajo el pseudónimo de Agostini) y el maravilloso dibujante Jean-Jacques Sempé.
La edición lanzada recientemente por Libros del Zorzal tiene varias particularidades. La primera, y más notoria para los fanáticos de la obra, es que se trata de una serie de páginas publicadas a color antes de que esta historieta se consagrara. Habitualmente se considera que Le petit Nicolas nació en la revista Pilote en 1960. Pero estas primeras páginas en realidad aparecieron en Le Moustique entre 1954 y 1955 y no fueron recopiladas en su país de origen sino hasta hace unos pocos años, así que permanecían inéditas. Ya publicadas, revelan no sólo los primeros momentos, el germen de la forma final de la tira, sino también una concepción a color de los personajes que después alcanzarían fama en un mucho más modesto blanco y negro.
Aún sin el rol de Goscinny en esta obra, el libro valdría ya por la posibilidad de acceder a una página de Sempé. Considerado una de las grandes figuras de esa prolífica etapa francobelga, Sempé es un personaje en sí mismo (hay en su vida una biopic mereciendo ser filmada). Famoso por sus acuarelas y sus dibujos pródigos de imaginación, lo que distingue a Nicolás del resto de su obra es que es un trabajo en que su plumín tomaba elementos de su propia infancia y de la vida cotidiana, algo que evitaba en otras ocasiones.
Pero además de la participación de Sempé, hay un hecho importante, que es que estas páginas datan de apenas diez años después de que el guionista dejara la Argentina, donde vivió durante buena parte de su infancia. ¿En qué medida sus lecturas en Buenos Aires influyeron su obra posterior? Para muchos críticos no caben dudas de que la figura de Patoruzú se trasluce en su icónico Obelix. ¿No puede haber también en Nicolás y su barra de amigos el eco –al menos inconsciente– de cualquiera de los tantos títulos que durante la infancia del pequeño René abarrotaban los puestos de diarios de la Argentina, y vendían de a decenas de miles de ejemplares?
Más allá de esa posibilidad, resulta muy interesante para el lector especializado este acercamiento a la etapa inicial del título, mientras el guionista va buscando el tono y la dinámica más adecuada a la relación entre los distintos personajes. La idea base, sin embargo, ya aparece bien consolidada en torno a las ocurrencias del pequeño Nicolás que, aún involuntariamente, terminan trayendo dolores de cabeza a los adultos que deben cuidarlo. Y el gesto –hoy mafaldesco– del grupito de niños que en su inocencia, desarman las tonterías del universo adulto. Una mirada que aun 70 años más tarde, sigue vigente.