Cuando en septiembre pasado el Tesoro no logró refinanciar el total de los vencimientos de una licitación, el ministro Caputo lo celebró como un dato positivo: al fin se había alcanzado el “punto Anker”. Antes de que el lector busque en Google quién es el tal Anker, ¿acaso algún laureado economista?, lamentamos decirle que es una mera autorreferencia inventada por Caputo.

Se trata del nombre de su consultora, que compartía con el actual presidente del BCRA Santiago Bausili. En ella teorizaban sobre el momento en que los bancos dejarían de prestarle al gobierno para pasar a prestarle al sector privado. Algo que en economía ya tiene un nombre, el efecto crowding in. Fue presentado como el punto de quiebre, pero los préstamos al sector privado ya venían creciendo al mismo ritmo hacía meses, y no variaron.

Un dato que ayudaría a entender el menor apetito de los bancos para financiar al Tesoro es que el gobierno les había ofrecido una tasa menor. En licitaciones posteriores ofrecieron mejores tasas y, mágicamente, apareció la plata. Del punto Anker se retrocedió en chancletas.

Otra patinada en falso fue cuando en diciembre se ofreció un canje para aliviar los vencimientos de comienzo de año, pero solo entró el 19,47% de los acreedores. Si se conseguía una alta aceptación, era un éxito. Como fue magra, se trató de otra muestra de confianza plena de que el gobierno podría honrar los compromisos. Actitud Anker ante la vida.

Entonces, ¿por qué el BCRA tuvo que meter un REPO por 1.000 millones de dólares? ¿Cuál es el sentido de festejar el no financiamiento en pesos con bancos locales para pasar a tomar deuda en dólares con bancos extranjeros? Encima a una tasa de 8,8% en dólares, alta por tratase no del Tesoro, sino del BCRA, del cual creíamos que era un deudor sin riesgo de default. Al pagar los compromisos externos de esta semana, a las reservas del BCRA les bajaron cuatro dientes. De coquetos quisieron disimular el agujero con un diente postizo, el REPO, para poder sonreírle a los mercados, mientras se espera el turno de la ortodoncia con el FMI.

En la misma semana, los ex miembros de Anker quedaron bajo sospecha ante el repentino beneficio de otra empresa a la cual se los vincula, BYMA. La firma creada por Nicky Caputo, tío de Toto -cuando este manejaba las finanzas del gobierno de Macri-, obtuvo recientemente un ascenso meteórico en la cotización de sus acciones gracias a que Toto les liberó el giro de dividendos.

El fiscal federal Carlos Rívolo requirió información a la CNV para averiguar si hubo filtración de información privilegiada que motivó la llamativa compra previa de acciones por un volumen abultado. La contraparte es el FGS del ANSES, que se desprendió de esas tenencias a precios baratos, descapitalizando el ahorro de los jubilados.

El verdadero punto Anker es cuando Toto Caputo y su equipo empiezan a tener enredos con la Justicia. Por las dudas, el ministro ya mandó a su abogado, el hermano del ministro de Justicia. Pero de este punto Anker no hay retorno (o los hubo en demasía).