El papa Francisco comenzó ayer su visita en Bangladesh y en su primer discurso alertó sobre “la gravedad de la situación y el inmenso dolor humano” de cientos de miles de refugiados en el país, un mensaje contundente en el que, sin embargo, no identificó a las víctimas por su etnia, rohingya, cumpliendo con la exigencia del Estado que los persigue, masacra y expulsa, el vecino Myanmar.
“Ninguno de nosotros puede dejar de estar consciente de la situación, del inmenso dolor humano involucrado y de las condiciones de vida precarias de muchos de nuestros hermanos y hermanas, la mayoría de los cuales son mujeres y niños, abarrotados en campos de refugiados”, afirmó Francisco en un discurso en el Palacio Presidencial bangladesí frente a su anfitrión, el mandatario Abdul Hamid. “Es imperativo que la comunidad internacional tome medidas decisivas para enfrentar esta grave crisis, no sólo para trabajar por resolver los temas políticos que llevaron a este masivo desplazamiento de personas, sino también para ofrecer asistencia material inmediata a Bangladesh en sus esfuerzos por responder eficazmente a las necesidades humanas urgentes”, agregó el Pontífice.
Cuando le tocó hablar, el presidente bangladesí Hamid destacó el apoyo del Pontífice y sus repetidos llamados desde el Vaticano a ayudar a los refugiados rohingyas. “La muy loable posición que su santidad ha tomado a favor de los rohingyas en apuros y su apasionada voz contra esa brutalidad, nos da esperanzas para una resolución de la crisis”, sostuvo el anfitrión.
A diferencia de los últimos días, cuando visitó Myanmar (ex Birmania), Francisco fue más contundente en su denuncia al sufrimiento y la situación que viven los refugiados, pero mantuvo su decisión de no identificarlos como rohingya, nombre de una minoría musulmana del oeste de Myanmar que hace décadas es discriminada y acosada, y en los últimos meses abiertamente reprimida, masacrada y forzada a escapar al país vecino.
El Papa, que mañana se verá a cara a cara con un grupo de rohingyas en la capital bangladesí, se refirió a ellos como “los refugiados llegados en masa del estado de Rakhine”, en referencia al distrito de Myanmar donde se concentra esa minoría y una zona hoy prácticamente vedada para medios y organizaciones humanitarias internacionales.
El vocero del Vaticano, Greg Burke, había tenido que responder ayer a una lluvia de críticas de miembros de la minoría rohingya y de organizaciones humanitarias que reclamaban que el Papa asumiera una posición más firme frente al Estado de Myanmar. “El papa Francisco es muy persuasivo pero no el tiene poder de arreglar todos los conflictos”, sentenció Burke. La gira por estos dos países del Sudeste Asiático “no fue concebida para que se centrara en refugiados”, agregó.
Sin embargo, desde hace años que el Papa habla sobre esta crisis humanitaria y a finales de agosto, cuando la última ola de violencia del Ejército de Myanmar desató un nuevo éxodo de rohingyas que aún no conoce fin, Francisco dedicó parte de su Ángelus dominical a solidarizarse con esa minoría musulmana: “Tristes noticias nos llegan de la persecución de nuestros hermanos y hermanas rohingyas”.
Por esos días, el mundo comenzaba a enterarse de que la supuesta ofensiva del Ejército contra una joven guerrilla rohingya era, según confirmó después la ONU, un plan sistemático para quemar, asesinar y expulsar a esa comunidad musulmana del territorio nacional. Desde entonces, más 620.000 rohingyas cruzaron desesperados el río que separa al país con Bangladesh y un número aún desconocido murió en ejecuciones y quemas de pueblos enteros.
Hoy el Papa oficiará una misa ante unos 80.000 fieles en el parque Suhrawardy Udyan, donde serán ordenados además 16 sacerdotes, y tras lo cual se espera que se reúna con los refugiados rohingyas.