¿Qué hay al otro lado de una cerradura gigante con los colores del arcoíris? La respuesta la tienen los visitantes de Puertas a Mundos, una muestra inmersiva que se puede recorrer desde este viernes en La Rural. Las 10 salas que componen este universo de fantasía invitan a un despertar sensorial y lúdico. Comprobar qué tan esponjosa es una nube, saltar sobre la luna y mirar de cerca las estrellas o sumergirse en otra dimensión con castillos de naipes gigantes que desafían la gravedad son parte de la aventura.
Puertas a Mundos es una idea de Luciana Grosman, licenciada en Artes y directora artística del proyecto, quien trabajó codo a codo con las escenógrafas Lucila Rojo y Agustina Filipini para la realización de la muestra. La puesta en marcha de todos los universos requirió el trabajo de más de 150 personas, que convirtieron el pabellón 8 de La Rural en un universo kawaii --expresión japonesa que alude a algo bonito o tierno--.
La inspiración para crear este tiempo fuera del tiempo llegó desde imágenes que veía en redes sociales, comentarios de su entorno, obras de artistas urbanos o de la cultura popular. Por ejemplo, la sala rosa nació del amor que unos de sus hijos siente por los peluches. Para entrar a ese mundo hay que sacarse los zapatos, lo que permite sentir las texturas del piso alfombrado. Detrás de un pesado cortinado rosa, aguarda la recepción de un hotel donde casi todo es de peluche, naturalmente, también de color rosa.
Una experiencia sensorial, ¿sin pantallas?
La mayor tentación de los visitantes de Puertas a Mundos es grabar en las memorias de sus teléfonos una foto absolutamente instagrameable. “Es un desafío en el que nos enfrentamos al pensar este tipo de muestras inmersivas, que en el imaginario son para Instagram, entonces también tiene que funcionar en ese nivel porque vivimos un poco influenciados por cómo se ven las cosas en las fotos”, asegura Grosman en diálogo con Página|12.
Grosman toma esa realidad y, lejos de limitar su espíritu creativo, se propone dar un paso más: que las personas participantes de la muestra “tengan una experiencia real para vivir”, sean parte del juego, exploren cada espacio y estimulen sus sentidos para disfrutar de cada detalle meticulosamente diseñado. “Cuando decimos inmersiva es en el sentido más literal del término”, remarca.
En esa búsqueda decidió que en ninguna habitación hubiera interacción con pantallas: hay golosinas gigantes que brotan desde el suelo, donas que cuelgan del techo, una pileta hecha de un colchón inflable, pasadizos espaciales, camas saltarinas y viejos teléfonos públicos intervenidos, pero ningún dispositivo móvil. “Hay una búsqueda de que no haya pantallas, pero cada uno lo vive también atravesado por su propia cultura, también es parte de la experiencia y son bienvenidas las dos reacciones”, completa.
A pesar del entusiasmo, la puesta en marcha del proyecto no estuvo exenta de desafíos. La falta de ciertos materiales obligó a las creadoras a cambiar ideas sobre la marcha o resolver en el momento con las condiciones que imponía el espacio. Por ejemplo, la idea original era que el arreglo floral de una de las salas flotara, pero al no contar con puntos de colgado, idearon una glorieta.
Una experiencia para toda la familia
La muestra inmersiva Puertas a Mundos se puede visitar desde este viernes 10 de enero de 12 a 20. Las entradas están a la venta en el sitio web de La Rural, con descuentos para menores de 17 años, paquetes familiares y promociones bancarias.
En la primera jornada de la muestra, un público de edades variopintas ya disfrutó el viaje y comprobó que no hay edad para jugar. Un paseo recomendado para personas “de 0 a 99 años”, asegura Grosman entre risas.