Había que hacer algo para levantar el espanto de tanta oferta de toldo marplatense sin demanda. Es como si Mar del Plata se hubiera preparado para volver a ser preperonista, como si una inercia de clase le hubiera brotado del inconsciente colectivo, y la recorriera un aire a Peralta Ramos, a Victoria Ocampo, una vieja esencia elitista que se evaporó con Perón, cuando la invadieron los grasitas.

La Mar del Plata que amamos es la popular, no la exclusiva. Y es obvio que es posible veranear en Mar del Plata con el mismo presupuesto que en otro lugar de la costa, pero la Mar del Plata televisada, la que mostraba todos los años la Bristol pero se detenía y hacía notas con famosos en Punta Mogotes o más arriba, está desierta, sencillamente porque queda dentro de la Argentina. Hay lugares más caros que la Mar del Plata cara, y puede que tengan su público abc1. El tema es que los que se gastan esas fortunas no eligen Mar del Plata porque es popular.

Quizá esa ciudad hermosa, multifacética y tan revisitada en los últimos tiempos, con un cambio de foco sobre los lobos de la Rambla, que están en muchas de nuestras fotos familiares de nuestra infancia y hasta de la juventud de nuestros padres, esté somatizando, si se me permite la licencia, esta puja bestial entre lo popular y lo megaelitista.

Están chocando los planetas, claro que sí. Está chocando todo. Chocó Scioli, con su tardío intento de revivir la temporada cuando recordó que es secretario de Turismo de la Argentina, no de Brasil. Y metió nomás la foto de 2011, atestada, colorida, festiva, llena de vida. Eso pasaba con Cristina.

Cuando lo escuché decir que a Milei deberían darle el Premio Nobel de Economía, pensé que estaba borracho. Pero no. Era Scioli. Que siempre debe haber sido así, como un borracho. Y no lo digo por ninguna asociación con el alcohol, sino por la falta de reflejos y capacidad de raciocinio.

Scioli es más que Scioli, como Mar del Plata es más que Mar del Plata, y como la mentira de la foto es más que un descuido, una chantada, una desprolijidad. Es un me cago en la verdad del que estamos total, absoluta y completamente hartos, pero del que no podemos salir. Avanza la mentira porque es la columna vertebral del mundo que trae consigo la ultraderecha. Con la verdad, ofenden y temen.

Tipos como Scioli contribuyeron enormemente a que millones de personas crean que la política no sirve para nada. Ese aire contemporizador, esa aparente mesura, esa afectación y debilidad por la farándula, ese ni ni, esos infaltables negocios y contactos, tributaron con ganas a la idea que impulsa hoy la ultraderecha y es que los políticos son una mierda y la política es una estafa.

A Scioli lo militamos y lo votamos. Y tengo ganas de ir a tocarle el timbre y pedirle que me devuelva el voto. Y no le echo la culpa a Cristina como hacen tantos superados últimamente, como si esta sociedad racista, clasista y colonizada hubiese soportado una profundización del modelo inclusivo. Ahí arranca la pregunta que tenemos que hacernos. Por qué está tan incrustado el prejuicio antiperonista, hasta el punto de la propia autodestrucción. Y por qué cuando el 56 por ciento decide algo radical, algo extremo, algo totalmente distinto a lo conocido, elige algo mucho peor que todo lo conocido. Y por qué nuestras diferencias domésticas nos están atontando y agriando, en un contexto desesperado.

La pregunta es por quiénes somos, y por qué hay que extinguir la posibilidad de otros Sciolis, un tipo al que le vino bien jugar una candidatura con Alberto, ser embajador en Brasil del gobierno que está destrozando al país, hacerse devoto de un fascista, y entonces... metamos la foto de la Mar del Plata populista. Durante demasiado tiempo nos hemos conformado con muy poco. Con muchos Sciolis haciéndose pasar por representantes populares.

No se puede estar bien con dios y con el diablo. No se puede girar a la izquierda y a la derecha al mismo tiempo, ni quedarse en el centro cuando uno es funcionario de un gobierno infame. No se puede convivir con esa gente, ni tolerarla, ni consentir la mala práctica política, porque hay que reconstruir un patrón ético con urgencia en un país que ha perdido la noción de la verdad y que consume mentiras con avidez.

Tienen en mente un mundo donde la noción de verdad desaparezca. Elon Musk está en el núcleo del proyecto de gobernanza global de los tecnoautócratas. En Europa ya están bajo ataque de mentiras masivas para derrocar a los actuales gobiernos y facilitar el ascenso de más ultraderechas. No piensan en alimentar personas, sino máquinas. Por eso Trump quiere comprar Groenlandia.

 

Creo que no está de más agregar que esto no se puede abordar con ninguna de las lógicas políticas que conocemos, porque la situación es grave y extraordinaria en su capacidad de daño. No estamos para copiar y pegar. Hay que inventar, y unidos.