El cortometraje "El sueño del vino" profundiza en la vida de pequeños productores agroecológicos a partir de la historia de Antonio Cabezas, emblemático campesino que murió en 2021 por la pandemia de la covid-19. En vida, el minifundista vitivinícola tenía sus parcelas de viñas en la localidad de Tolombón, y fue allí donde decidió emprender la difícil tarea de elaborar vinos de calidad en un contexto de crisis social por la década menemista y su paridad peso/dólar.

Hay "historias de vida que desafían el status quo y el orden de vida capitalista", definió  Bruna Fontevecchia, editora de la publicación porteña y que además produjo el corto. El equipo que trabajó durante toda la investigación se completó con Juan Pablo Domenech en la dirección del corto, la periodista Natalie Alcoba y el fotógrafo Sebastián López Brach. Estas cuatro cabezas también desarrollaron la trama del guión.

En parte, el equipo tomó por germen iniciático un fragmento del documental "Mondovino", estrenado en 2004 y dirigido por el cineasta estadounidense Jonathan Nossiter. En esa obra de dos horas, Nossiter critics a las empresas transnacionales vitivinícolas que transforman al vino en un producto masivo de sabor estandarizado. Este director viajó a Tolombón, en los Valles Calchaquíes de Salta, sobre finales de los 90 para documentar la difícil situación que atravesaban los pequeños productores vallistos. En todos los casos, como Antonio Cabezas, producían uva para resistir al modelo neoliberal que los esclavizaba mientras trataban de sobrevivir con una producción de vinos que comercializaban "bajo poncho", porque el vino casero era ilegal.

Antonio Cabezas en su viña (Captura de "El sueño del vino").

Sacha Haro Galli, productor agroecológico salteño que lleva adelante "Bodega Utama" en el paraje que se conoce por La Banda de Arriba, en Cafayate, agrega en el cortometraje otro dato histórico que colabora en retratar las dificultades que vivieron los productores del campesinado viñatero de Cafayate en el pasado reciente. "Cuando la actividad pasó a ser legal en Argentina, pudimos acceder a ciertos conocimientos y además, tecnología", repasó. Fue un momento de quiebre. Primero, por la referencia puntual del viñatero minifundista a la resolución 27 del Instituto Nacional de Vitivinicultura que en 2002 formalizó la producción de vino casero. Luego, Haro Galli reivindicó el trabajo que desarrolló el área de Agricultura Familiar antes de ser desmantelada por el actual gobierno nacional.

Y es que por esos años los pequeños productores viñatero de Cafayate y Tolombón no levantaban cabeza. "Vendo la uva a 10 centavos", contó Antonio Cabezas a la producción de Mondovino, un testimonio que recuperó Revista Anchoa en su corto. "Así no tiene sentido que yo tenga esta finquita, pero prefiero quedarme a trabajar mi vid a ir (a las bodegas) por 200 pesos al mes a trabajar de sol a sol". Al dólar oficial de hoy, Cabezas vendía el kilo de uva tinta a las grandes empresas vitivinícolas a 103 pesos. 

"Antonio tuvo la habilidad de hacer vinos de muy buena calidad con muy poco metabisulfito (de sodio)", rememoró el productor minifundista Luis Fabián en conversación con este diario. "Él cosechaba la uva bien madura y le salían vinos dulzones, incluso champange. Sin querer hacía tardíos, cuando cosechaba después de Semana Santa", detalló.

"(Cabezas) Apostaba por la unión de todos los productores de vinos y decía que teníamos que hacer algo a largo plazo para poder seguir con la actividad. Fue un visionario", aseguró Fabián, que integra la Cooperativa de Productores Vitivinícolas Cafayate y Valles Calchaquíes Limitada. "No sabía lo que se venía", agregó en relación a la tendencia de los fraccionadores -algunas celebrities o jugadores de fútbol- que compran vinos a granel a bajo costo y después embotellan para revenderlos a precios muy elevados. "No producen, no tienen tierras. Nosotros (los 60 pequeños productores que aglutina esa cooperativa vallista) mantenemos la producción desde el acercamiento y el cuidado de nuestra tierra. No usamos agroquímicos, ni herbicidas, fungicidas o insecticidas", destacó.

El cortometraje está disponible en la web de la revista (www.anchoamagazine.com/), y se complementa con el artículo "Cultivando resistencia: vino casero, patero y artesanal", de Natalie Alcoba y Sebastián López Brach. Esta semana se estrenó en YouTube. 

En diálogo con Salta/12, la editora de Anchoa reivindicó el interés del equipo por concientizar a quienes residen en ciudades del centro del país. "No solamente producen vinos las familias aristocráticas", afirmó. Sean familias poderosas o gerentes de empresas transnacionales, conviven con pequeños productores que sostienen otros modos de vida y producción de vinos a partir del fruto que obtienen de esas viñas que crecen "en el fondo de sus casas". 

"El sueño del vino" también se ocupó de esbozar un breve hilo histórico de la cuestión de la tenencia de la tierra. Por el minuto cuatro, se cita brevemente el despojo perpetrado por colonizadores españoles sobre los pueblos originarios que habitaban esa región de la actual Salta. Luego el guión atraviesa velozmante el complejo proceso de aculturación del campesinado originario, que no tuvo otra más que adaptarse a prácticas económicas, culturales y sociales que les eran ajenas. Y finalmente, por medio de dos entrevistados -el plástico Hugo Guantay y el historiador Matías Maita- aborda la paulatina fragmentación de un sistema con legado feudal que sobrevivió hasta mediados del siglo XX. En Cafayate, como en todo el Valle Calchaquí, el peronismo devolvió derechos al campesinado originario y, en algunos casos, la posibilidad de obtener algunos lotes de tierra para producir. Fue el caso de la Finca La Banda, que expropió el Estado salteño durante la década del 50.

Croquis de Finca La Banda sobre la imagen de fondo de viñedos de grandes empresas y el Parque Solar de San Carlos (Captura del corto "El sueño del vino").

"El sueño del vino" poco tiene que ver con la comercialización de vinos de autor que fomentan los fraccionadores o los modelos country&vid que avanzan sobre los Valles Calchaquíes. "Esta es una historia con muchas historias dentro", aclaró la directora de la Revista Anchoa, publicación que se inició en 2024 y aborda la gastronomía desde otras miradas. "Anchoa no busca dar cátedra o inducir a una compra en particular. Hacemos un periodismo que va mas allá del consumo. Me motiva una cultura alimentaria y el derecho a alimentarse de otros modos", dijo. 

Fontevecchia reivindicó la palabra "patero" como parte fundamental del vocabulario de los vinos caseros o artesanales. "Patero no es sinónimo de sucio. Lo aprendí en ese viaje" que significó la producción en Cafayate. "Me pareció un gran símbolo de la resistencia, porque la ilegalidad del vino casero terminó recién en este siglo, antes lo vendían bajo el poncho", remarcó. "Si uno quiere comer rico, tiene que apoyar la producción agroecológica y salir de la versión limitada del bife con malbec que instaló el marketing publicitario".