En Argentina no existen estadísticas sobre el consumo de pornografía por adolescentes y niños. Sin embargo, los especialistas coinciden en que las cifras locales podrían ser similares, o incluso más preocupantes que los datos recientemente arrojados por un estudio en España. El informe titulado “(Des)información sexual: pornografía y adolescencia” fue realizado por la organización internacional Save the Children, a partir de una encuesta a adolescentes españoles. Ofrece datos como el hecho de que el 88 por ciento del contenido pornográfico disponible en Internet es violento, es decir, contiene representaciones de agresiones físicas o verbales. Esto contribuye a normalizar diversos tipos de agresiones y también la falta de consentimiento en las relaciones sexuales.
Otros datos que se desprenden del informe indican que 7 de cada 10 adolescentes asegura consumir pornografía con frecuencia, y el 94 por ciento lo hace a través de su celular. El 50 por ciento de los chicos de entre 11 y 13 años ha visto pornografía en Internet y el 51 por ciento de los encuestados accede a contenido pornográfico mediante el intercambio de fotos o vídeos por WhatsApp o redes sociales. Además, el 76 por ciento de los adolescentes consume principalmente porno duro ("hardcore").
“Es probable que los números en Argentina sean similares a los de España o incluso peores. Lo estamos confirmando en territorio”, asegura Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital.
En un contexto en el que tanto el Gobierno de la Ciudad como el Nacional critican la Educación Sexual Integral (ESI), uno de los datos más alarmantes de este estudio es que más de la mitad de los chicos que ven porno se inspiran en estos contenidos para sus propias experiencias sexuales, y un tercio considera que estos videos son su única fuente de información sobre sexualidad. Este fenómeno refleja, en cierto sentido, lo que proponía el legislador libertario porteño Ramiro Marra quien, como parte de una campaña de demonización y tergiversación de la ESI en las escuelas, soñaba con que los adolescentes se instruyeran a través del porno.
En efecto, la pornografía ha pasado a ser el maestro de sexualidad, de prácticas, de exploración sexual, de creación de encuadres y normas. “La inmensa mayoría es un porno masculino, misógino, violento y sin protección: la peor lección de sexualidad imaginable”, reflexiona Federico Pavlovsky, psiquiatra y especialista en tratamientos de adicciones a sustancias, ludopatía y uso problemático de tecnologías.
La ESI es clave para contrarrestar los mensajes que surgen de la industria pornográfica, que están dejando una huella en la manera en que los chicos y chicas perciben los vínculos sexuales. La ESI es una herramienta que promueve el trabajo en casa y en la escuela sobre el respeto hacia los demás, el consentimiento, los deseos, el disfrute, los estereotipos de género y la afectividad.
A tu porno le falta ESI
“Evidentemente, la pornografía es un fenómeno sumamente complejo, por lo que no podemos hacer lecturas rápidas y polarizadas del tema; más aún cuando nos referimos al consumo juvenil. Lo que no podemos ignorar es que los adolescentes y jóvenes tienen acceso a la pornografía en la era de Internet. Desde la ESI, buscamos amplificar el acceso a información y acompañar los procesos de desarrollo sexual e identitario de niños y adolescentes, sin mencionar que la pornografía –tal como se supone– es uno de los dispositivos pedagógicos de la sexualidad a los que más acceso tienen”, explica Laura Milano, Doctora en Ciencias Sociales, investigadora y especialista en cruces entre feminismo, pornografía y educación.
Milano se refiere a la necesidad de que la educación sexual integral advierta sobre la presencia de la pornografía en la vida de los jóvenes y, en consecuencia, genere espacios de discusión dentro de las aulas y con nuestros estudiantes. “Como docente, entiendo que esta tarea puede despertar pánico y ansiedad, pero es hora de empezar a trabajar en ello. Ignorar la pornografía es desatender una parte significativa de la cultura sexual”, sostiene Milano. Por ello, señala la necesidad de habilitar espacios para discutir estos temas desde la ESI. De hecho, relata que son los mismos chicos los que demandan estos espacios de diálogo en las escuelas y en las casas.
Si para varias generaciones, los primeros recuerdos de pornografía están asociados con revistas eróticas escondidas, los rincones secretos del videoclub o el soft porn en los canales de cable, para los adolescentes de este siglo, el porno es un producto al alcance de un clic. Milano menciona otros temas: “Muchos son productores de imágenes sexuales que pueden vulnerar el derecho a la intimidad de otras personas, como ocurre con el sexting, la sextorsión y la pornovenganza”.
Federico Pavlovsky ve con preocupación que la pornografía mainstream sea entendida como el único manual de acción para la sexualidad adolescente. “Los chicos necesitan hablar de sexualidad y saber, son curiosos y necesitan explorar, conocer y obtener respuestas. Eso es lo más necesario. Pero el mundo porno, uno de los negocios más grandes a nivel internacional, no puede ser nuestra referencia. Es un producto de mercado, como las apuestas”, sostiene Pavlovsky.
Razones del acceso temprano
En Argentina, las edades en las que los chicos empiezan a entrar en contacto con contenidos XXX son cada vez más tempranas. “Somos el noveno país consumidor de porno en el mundo, según las estadísticas de YouPorn de 2023. En mi experiencia, el contacto con la pornografía hoy comienza desde los 11 o 12 años”, confirma Federico Pavlovsky.
Las razones detrás de este acceso precoz son múltiples: la facilidad para encontrar contenido pornográfico en línea, la falta de controles de edad en los sitios web y la ausencia de supervisión parental cuando los chicos manipulan celulares y tablets. A esto se suma que la pandemia exacerbó el uso compulsivo de estos contenidos.
El acceso es muy fácil, tanto en plataformas de pago, como gratuitas. En los sitios de apuestas hay publicidad de pornografía y en los sitios de pornografía, hay publicidad de apuestas. “Parte del problema es que los chicos navegan en Internet en solitario, a edades en las que no deberían estar haciéndolo sin supervisión. No es que un chico de corta edad busque pornografía, sino que esta irrumpe en sus plataformas”, asegura Lucía Fainboim.
Las estadísticas españolas alertan sobre un consumo que comienza alrededor de los 8 años. “Al principio, de forma accidental; y luego se empieza a transformar en algo buscado, debido a los estímulos que generan esos contenidos y la imposibilidad de procesarlos. Entonces, surge la necesidad de repetirlo para intentar entenderlo. Sería muy importante empezar líneas de investigación en Argentina sobre este tema, porque para pensar formas de abordaje, es clave entender en qué punto estamos”, dice Fainboim.
Durante la infancia, “los chicos atraviesan un momento de desarrollo y constitución de su subjetividad, marcado por un periodo de latencia en el que lo sexual está reprimido”, explica Fainboim. La aparición accidental de la pornografía es como un spoiler para su desarrollo. “Se encuentran con esto, pero durante la infancia no tienen la estructura psíquica necesaria para entender lo que están viendo. En muchos casos, puede resultar traumático. Recordemos que en nuestro país, mostrarle pornografía a un menor constituye un delito, es abuso sexual”, agrega Fainboim.
Federico Pavlovsky explica que, en los consultorios, se están viendo básicamente tres problemas en estas edades, que pueden transformarse en adicciones conductuales: las apuestas online, los videojuegos (en particular, algunos como LOL) y el consumo de pornografía. “Nos escandalizamos por las apuestas, pero aceptamos como sociedad que un chico de 12 años tenga acceso a un mundo adulto, sin control, sin límites, y con mensajes que pueden destruirle la cabeza. He visto pacientes con consumos irrefrenables de porno, chicos que se pueden pasar 6 a 7 horas mirando. Al principio, lo que sienten es excitación, y luego de varias horas, gracias a los algoritmos, terminan viendo casi cualquier cosa, incluyendo sexo con animales, tortura, pedofilia o violaciones”, relata Pavlovsky.
Los adolescentes consumen con mucha frecuencia contenido porno que suele tener las siguientes características: es muy corto, hiperestimulante y, en muchos casos, violento y machista buscando que el tiempo entre el deseo y su satisfacción sea casi inexistente. “Para ellos, es muy eficaz consumir pornografía porque no tienen que esperar”, sugiere Fainboim. “No hay escenas de amor o ternura, sino que se va directamente al momento de mayor recompensa y liberación de dopamina”. La mayor preocupación radica en que se están acostumbrando y naturalizando estos consumos, y eso que se les ofrece dista mucho de lo que podría ocurrir en sus primeras experiencias sexuales.
Por la segmentación propia de la industria pornográfica, existen categorías violentas y otras que constituyen delitos. “La mujer deja de ser sujeto de placer y derechos. No existe el consentimiento”. Los videos en los que se usa preservativo tienen muchas menos visualizaciones que aquellos en los que no se utiliza.
Según explica Fainboim: “El algoritmo de las plataformas los premia porque ofrecen estímulos inmediatos y recompensas inmediatas. Premian ese tipo de videos, antes que otros en los que, por ejemplo, haya que esperar un poco más para llegar al momento de la penetración, donde aparezcan los vínculos, el respeto o la ternura. El contenido que promueve los cuidados sexuales es desestimado e invisibilizado”.
Es una cultura de picoteo de contenido en la que “si tengo que esperar un poco para que me dé satisfacción, lo descarto. Y si me da satisfacción rápida, lo consumo”.
“A estos adolescentes acostumbrados a la satisfacción inmediata y a los contenidos hiperestimulantes, a veces les resulta un gran esfuerzo conocer a alguien, tener un vínculo y luego ver si se logra una relación sexual. Eso les resulta muy desgastante. Entonces van por el camino solitario y más fácil, que es el consumo de pornografía”, cierra Fainboim.