“Vos quédate tranquila, en un futuro vamos a hacer un trasplante de útero, ya te dejé todo preparado. Me estoy yendo a Suecia para ver el procedimiento”. A. L. todavía estaba bajo efectos de la anestesia cuando escuchó a la doctora Leticia Solari decir estas palabras. Había superado una cirugía compleja en la que hubo que extirparle el útero después de una hemorragia. Intubación, terapia intensiva y el baldazo de agua fría de la noticia. Tenía 24 años y hasta ese entonces la maternidad no era un plan para ella. “Llegué a Rosario, un lunes casi a las doce de la noche, desangrándome. Leti me estaba esperando, sabía que iba a operarme. Gracias a ella hoy estoy viva”, dice y agradece haberla conocido.
***
En 2014, el ginecólogo sueco Mats Brännström y su equipo de médicos de la Universidad de Gotemburgo hicieron un anuncio que cambiaría la historia de los tratamientos de fertilización y de la donación de órganos: por primera vez en el mundo, había nacido un niño luego de que su madre recibiera un trasplante de útero, un año antes. Todos gozaban de buena salud: la madre, el bebé y la donante, una amiga de la familia, de 61 años y menopáusica. La buena nueva comenzó a correr entre profesionales y mujeres cuyo deseo necesitaba otras respuestas.
El trasplante de útero es algo diferente a todo lo que se hizo hasta ahora: se trata de una intervención electiva, efímera y con un fin específico que es tener hijos. La mujer que recibe el órgano planifica su maternidad, es decir, cuántos hijos quiere tener y en qué tiempo. En ese periodo debe administrarse inmunosupresores, algo no recomendable a largo plazo por sus efectos adversos. Una vez cumplido el plan, el órgano se retira del cuerpo. Es una opción para aquellas mujeres que desean transitar un embarazo, pero no pueden hacerlo por factor uterino absoluto de infertilidad. Por supuesto, es una intervención que genera polémica y debate, pero que también es un horizonte para miles de mujeres que habitan un cuerpo que no es viable para su deseo.
Actualmente, se estima que en todo el mundo, cien niños y niñas nacieron producto de esta práctica. En Argentina, este hito se está gestando desde Rosario y cuenta con una lista de espera de 54 mujeres que desean se apruebe el protocolo que les permitirá recibir un útero y, de salir todo bien, concebir en su propio vientre.
***
“Nuestras pacientes tienen el derecho a tener la oportunidad de elegir. En eso se basa, no es que es fácil ni que una opción es mejor que otra, se trata de abrir oportunidades y que cada una elija”. Así define su trabajo la doctora Leticia Solari, médica ginecóloga y cirujana, especializada en medicina reproductiva y directora del Servicio de Medicina Reproductiva del Grupo Centro de Rosario.
Leticia y su colega María Victoria Boccio conocieron a Brännström, en 2016. En realidad, fueron a su encuentro cuando supieron que visitaría Buenos Aires para dar conferencias. “El tipo, como todos los grandes, súper humilde y generoso”, asegura Solari. El grupo sueco trabaja de manera colaborativa a nivel mundial, brinda acompañamiento en el proceso de elaboración del protocolo y en las primeras intervenciones. “Nosotros somos el grupo elegido por ellos en Argentina”, concluye.
Armar un protocolo exige un trabajo meticuloso de organización y planificación. Se trata de un proyecto que tiene un objetivo claro, criterios de inclusión y exclusión y definiciones específicas de procedimientos, técnicas, medicación, controles, entre otros. El protocolo argentino cuenta con la aprobación del Comité de Ética del Instituto Universitario Italiano de Rosario y espera la aprobación del Incucai. Leticia cree que falta muy poco para ello. Cuando suceda, será el punto de partida de la concreción de la práctica en nuestro país.
“Tengo pacientes que me llaman, me preguntan cómo está todo e insisten: acordate de mí, acordate de mí”, cuenta.
***
“Qué delirio esto que hace, doctora”, escuchó Leticia Solari en el Congreso de Ginecología Obstetricia de Buenos Aires 2023. La declaración venía de un médico reconocido que decidió ponerse de pie entre los presentes para expresar su opinión.
“El problema es que vos sos varón, entonces naciste sabiendo que ibas a subrogar”, fue la respuesta. Leticia, desde el escenario vio como las mujeres del auditorio se iban poniendo de pie para aplaudirla.
“Las chicas vienen a los 15 años porque no menstrúan y cuando las estudias, resulta que no tienen útero. ¿Sabés lo que es eso? Es un golpe tremendo”.
***
En Argentina, la práctica tiene algunas consideraciones legales diferentes a las de Suecia. Acá, pueden recibir el trasplante parejas hetero, parejas homosexuales o mujeres solteras; mientras que en el país sueco solo es aplicable a parejas hetero que puedan certificar el vínculo. La ley argentina contempla también la donación de óvulos, en caso de que la mujer no los tenga, y respecto a donación del órgano permite que sea con donante viva, familiar de hasta cuarto grado de parentesco. En caso de ser una amiga, se requiere mediación judicial.
Generalmente, la acción de donar un órgano reviste altruismo y, en estas historias, la felicidad de poder ayudar a un ser querido a que tenga hijos. Quienes donan, suelen ser hermanas y madres de la paciente. En este último caso, se abre la posibilidad de que una mujer geste a su bebé en el útero que fue gestada ella misma.
***
La pandemia fue una pausa para este proyecto, porque por definición no se trataba de una práctica vital y podía esperar. Sin embargo, Leticia y María Victoria no se detuvieron. En 2021, comenzaron la carrera de Trasplantología en la Sociedad Argentina de Trasplante. Al momento de inscribirse, tenían que seleccionar el órgano en el cual se capacitarían: el útero no formaba parte de las opciones, tuvieron que agregarlo.
“Hay cuestiones anatómicas que no estaban descritas para la cirugía de extracción del útero, ni siquiera para un cáncer se hace de esta manera. La técnica no existía”, explica Leticia.
***
Pasaron 8 años desde que A.L. conoció a la doctora Solari en una situación dramática que ella misma define como “el desastre”. Desde entonces, la noticia del trasplante es una opción en su panorama de posibilidades. “En mi pueblo me habían dicho que me quedara tranquila, que hasta podría llegar a tener embarazos múltiples. Yo tenía útero infantil, nunca iba a poder ser mamá”, recuerda.
La burocracia y los tiempos personales difícilmente coinciden. Hoy, con 32 años, A.L. piensa la maternidad con otra cercanía. Pero aún la práctica necesita tiempos administrativos y eso le genera incertidumbre. Ante la experiencia de Mats Brännström, a quien escuchó de primera mano en una de sus visitas a Rosario, y acompañada por la Leticia, el trasplante es una esperanza. “Ganas tengo de que suceda, pero bueno si no pasa esto veré con Leti las otras alternativas que tengo para poder ser mamá, que en este país no son muy fáciles y para nada bajas en costos, así que veremos cómo se da mi futuro”, reflexiona.
***
“Si trasplantamos el corazón, los pulmones, ¿cómo no vamos a poder trasplantar el útero? Nos parecía algo lógico y súper posible. Por suerte a Mats también y desarrolló la técnica”, celebra sonriente Solari.
Cuando se alcanza un quizá en donde antes había límites para algunos anhelos, la historia cambia: el saber científico trabaja para que nuestros deseos sean alcanzables. Tener posibilidades también forma parte de tener salud.
***
Para cuando
No crea en nada
Quisiera
Un poquito de fe
De esa que siempre
Se olvida en los bolsillos
Y se recuerda porque sí
Como si hubiera algo de magia
En el encuentro
Con las cosas que no esperamos más.
Mariana Finochietto
*Este proyecto se realizó en el marco de la Cátedra Periodismo Científico y Tecnológico, dictada por el Profesor Tomás Viú, de la Licenciatura en Periodismo de la UAI, Rosario.