"Fenómenos como el de Milei, Bolsonaro o Trump son hijos de una crisis económica, social y política, y en las crisis lo que tiende a pasar es el sentimiento de pérdida de estatus social en las clases medias que ven caer su nivel de vida. Ese sentimiento de privación y de pérdida de estatus es un activador de la política fascista", sostiene Ariel Goldstein, doctor en Ciencias Sociales de la UBA e investigador en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe del Conicet. Goldstein explica así una de las causas del avance de las extremas derechas en países de occidente, donde la "anomia social, la falta de horizonte y destino común" fruto de un desequilibrio sistémico del capitalismo agudizado por la pandemia lleva al crecimiento de alternativas "mesiánicas y autoritarias" que prometen respuestas de forma "refundacional".
¿Cómo funcionan estos grupos? ¿Cuál es su relación con la religión? ¿Qué rol cumplen los fanáticos, los oportunistas, el líder y aquellos que lo rodean? ¿Cuáles son sus vínculos internacionales? ¿Qué papel tienen las teorías conspirativas y los “microemprendedores” políticos?, son algunos de los interrogantes analizados por Goldstein en su nuevo libro La cuarta ola. Líderes, fanáticos y oportunistas en la nueva era de la extrema derecha, recientemente publicado por editorial Marea. En diálogo con Pagina/12, el sociólogo especializado en el estudio de las extremas derechas explica las condiciones globales que favorecieron la irrupción de un movimiento que viene investigando desde 2019 y su anclaje en la Argentina de Javier Milei.
La cuarta ola no es el primer libro que Goldstein dedica al fenómeno que está reconfigurando buena parte del mundo con imprevisibles consecuencias. En 2019 publicó Bolsonaro, al siguiente Poder evangélico y en 2022 lanzó La reconquista autoritaria, un estudio sobre la expansión de estas expresiones radicalizadas en el continente, todos bajo el mismo sello editor.
--¿Podemos definir a esta “cuarta ola” como una expresión de rasgos neofascistas?
--A mí me convence el concepto que plantea (el historiador e intelectual italiano) Enzo Traverso, que es el de posfascismo, porque si bien estas experiencias actuales no son equiparables al fascismo clásico, advertimos que tienen algunos aspectos comunes. Como dice Traverso, hay una dinámica donde se traslada esta violencia física muy propia del fascismo al campo simbólico.
--¿De qué modo se da esa violencia simbólica?
--Lo vemos través de las redes sociales y las llamadas guerras culturales. Esto no significa que estas nuevas fuerzas políticas no puedan ejercer la violencia física, pero se ejerce de forma segmentada, no sistemática como lo hacía, por ejemplo, el fascismo italiano de Mussolini. Hoy vemos el predominio de una violencia psicológica, simbólica, de destrucción del otro y de su identidad a partir de redes sociales (como X, Instagram y TikTok) y las guerras culturales.
--Algunos explican el avance global de la ultraderecha apelando al concepto de insatisfacción democrática. ¿Coincide con esta perspectiva?
--Hay un problema fuerte de la democracia en este momento y una crisis del capitalismo. (Jorge) Majfud sacó hace unos días una nota en Página/12 en la que habla justamente de esto, decía: el neoliberalismo produjo pobreza, endeudamiento en todos lados. ¿Pero cuál es la receta de la extrema derecha? Es como ir más fuerte con esa misma droga, radicalizarla, ir más rápido y más duramente, como la motosierra de Milei, una receta conocida que ya en distintos momentos históricos generó mucho sufrimiento social.
--En su libro dice que esta nueva derecha se presenta como “antisistema”, cuando, en rigor, viene a agudizar los aspectos más regresivos y perversos del capitalismo. ¿Cómo se explica, entonces, la aceptación social a este tipo de expresiones políticas?
--Una explicación posible es que la extrema derecha promete un sueño meritocrático y, en ese sentido, el capitalismo de plataforma (con aplicaciones como Rappi o Uber) tiene algunos aspectos de verosimilitud: a más esfuerzo, más salario. Aunque se trate de un trabajo terriblemente explotador, es asumido como un paliativo a una crisis del capitalismo que genera desempleo. Se trata de un modelo que genera retribuciones que habilitan un sistema de redistribución de la pobreza. En Argentina tuvo impacto el problema de la inflación en el último tramo del gobierno de Alberto Fernández, y la pandemia que le permitió a Milei armar un discurso estructurado alrededor de la idea de un Estado comunista y opresor. Los Jóvenes por la Libertad fue un fenómeno único marcado por la pandemia y los efectos sociales que generó. Vemos que fenómenos como el de Milei, Bolsonaro o Trump son hijos de una crisis económica, social y política. Y en las crisis tiende a haber un el sentimiento de pérdida de estatus social en las clases medias que ven caer su nivel de vida. Ese sentimiento de privación y de pérdida de estatus es un activador de la política fascista. Pasó tanto en los años 30 como ahora.
--¿Podemos entender ese temor burgués como anclaje desde donde se opera la agudización del odio y esa destrucción simbólica del enemigo que define como propias de estos movimientos?
--Hay una serie de autores que hablan de la crudeza burguesa, en el sentido de que la clase media puede tener actitudes democráticas y tolerantes en un contexto expansivo, donde siente asegurado cierto bienestar, pero cuando eso entra en crisis aparecen actitudes más autoritarias, más jerárquicas. Hoy estamos viendo cómo actitudes autoritarias y clasistas afloran todos los días. Están en el ataque a una mujer con un palo de golf en Pinamar, en expresiones como "andate negro de mierda" u otros casos vinculados a marcar la diferencia social frente a un sentimiento de status que se percibe como amenazado. El fascismo de arriba se conecta con el fascismo de abajo, con ese caldo de cultivo del cual emerge el líder. Es decir, esas disposiciones autoritarias y jerárquicas ya estaban circulando en la sociedad antes. Milei las organiza y legitima. Por ejemplo, usa la palabra casta, pero antes de que él apareciera había una fuerte insatisfacción con la política tradicional evidenciada en todas las encuestas.
--Sin embargo, en Argentina y en buena parte de la región las crisis económicas sociales y de ruptura de representatividad de la década pasada tuvieron su superación en expresiones progresistas...
--El mundo hoy es completamente distinto al del 2001. Este es un mundo marcado por el salto tecnológico, por un capitalismo de plataformas, por figuras como Trump, Elon Musk, que reflejan bien el sentido de la época pospandemia. Además, insisto sobre la importancia que tuvo la inflación, un problema que evidentemente genera tal nivel de caos y desorganización en la vida de la gente que habilita dos cosas: por un lado, que el asunto se resuelva de cualquier forma, no importa los costos. Y por el otro, el que lo resuelve es un héroe, algo que otorga un largo periodo de gobierno. Así sucedió con Fujimori, en Perú; con Menem acá, y con Fernando Henrique Cardoso, en Brasil. Vamos a ver si pasa eso con Milei.
--¿Qué rol juega el elemento religioso en la "batalla cultural" que propone la extrema derecha?
--Ahí entra lo que llamo hibridación religiosa. Esta extrema derecha construye una narrativa conspirativa en la que los valores occidentales están en crisis por culpa del "marxismo cultural" y las "élites globalistas". Apelan a la idea de familia tradicional y la crítica a lo que ellos llaman la ideología de género, que es el feminismo. Plantea una hibridación religiosa que va desde el judaísmo ortodoxo hasta el evangelismo más conservador y el catolicismo para cooptar a un público más amplio. Apelan a esas matrices religiosas conservadoras e, incluso, apuntan a que las iglesias y los sectores conservadores religiosos participen en política para imponer su visión del mundo. Esto fue fuertemente impulsado por el pentecostalismo, corriente del evangelismo que surge en Estados Unidos y que se ha expandido mucho en América Latina, especialmente en Brasil, con un claro objetivo: imponer una dominación basada en la manipulación religiosa, moldear una sociedad más conservadora y reforzar la idea de un orden social jerárquico, mostrar que los de arriba y los de abajo tienen que estar en su lugar.
--¿Cómo juega la nueva era comunicacional en la forma de organización y expansión de la narrativa de extrema derecha?
--El posfascismo se adaptó muy bien a las condiciones comunicacionales del presente porque el poder de la comunicación tanto en el fascismo clásico como en el posfascismo es muy importante. En estos últimos, el jefe no cumple tanto el rol de un líder fascista en el sentido clásico, funciona más bien como una especie de "macro celebrity", "macro influencer", como dice el filósofo brasileño, Rodrigo Nunes. Alrededor de él se agrupa una serie de microemprendedores políticos que son los influencers pequeños que --en un contexto de comunicación fragmentada y el auge de los podcasts, de los lives-- van reproduciendo para distintas audiencias el discurso de este gran jefe.
--¿Quiénes son estos "microemprendedores políticos"?
--Los microemprendedores políticos son una mezcla de fanáticos y oportunistas. Es importante decir que estos microemprendedores políticos ganan plata porque monetizan con las visualizaciones. Por lo cual, su interés no es puramente ideológico, es también económico. Su accionar les permitió a muchos ganar mucho dinero. Por ejemplo Agustín Laje, un defensor de la familia tradicional, un negacionista de la dictadura. Él ya tenía su propia feligresía conservadora, pero al haberse ligado al fenómeno Milei accedió a cargos. Ahora es el jefe de la Fundación Faro (un think tank ultra libertario) que creó Milei y logró una visibilidad impresionante también por ser parte de los rituales de comunicación estatales. Estos microemprendedores políticos presionan por la radicalización del movimiento y ahí está su negocio. Presionan por correr la agenda cada vez más a la derecha, eso los presenta como rebeldes anti statu quo, algo que a su vez les otorga más influencias en ese movimiento y crecer económicamente.
--¿Podríamos encuadrar el caso Laje en lo que en su libro denomina oportunistas de la política?
--Me parece que su llegada a medios masivos a los que antes no llegaba fue un impulso para sumarse al movimiento libertario. Por lo cual, es un oportunista y un fanático a la vez. No es un libertario puro, sin embargo, está en la Fundación Faro explicando qué es la libertad, cuando, en rigor, es un conservador con simpatías fascistas. Hay muchos personajes que no necesariamente compartían inicialmente estas ideas pero asociarse a ellas les ha permitido escalar posiciones, y eso es un patrón que vemos no solo en el mileismo, sino también en el trumpismo, y en el bolsonarismo.
--¿Por qué el poder económico corre su respaldo a una derecha tradicional, proclive a cierta estabilidad institucionalidad, hacia experiencias más radicalizadas y, por tanto, más expuestas a la anomia, la anarquía social y al riesgo de descontrol?
--El capitalismo atraviesa una etapa en la que, para aumentar la concentración de la riqueza y sus tasas de ganancias, los dueños del capital ya no apuestan a un tipo de acumulación compatible con la democracia, sino justamente a un endurecimiento autoritario como garantía para conservar ese ciclo de acumulación. Está muy claro en personajes como Elon Musk, Peter Thiel o Mark Zuckerberg, que ya no creen en la democracia. Son personajes que creen en una élite tecnocrática que optimiza las ganancias con el liderazgo tecnológico, pero que no precisa de la democracia. A lo único que aspiran es a los cortes de las regulaciones y la desaparición del Estado que, para ellos, es siempre un obstáculo. Entonces, sin el Estado que protege las libertades y es garante de un marco de estabilidad la democracia no tiene más lugar. Esa es la visión del capitalismo de esas élites.
--¿Hay en ese sentido una homogeneidad entre los dueños del capital?
--Creo que sí, apuestan a una administración de esta crisis capitalista que favorezca sus pretensiones de acumulación. Por ejemplo, cuando Lula se cayó hace poco, que tuvo una operación, subió la bolsa de San Pablo --que como ocurre en otros países está asociada a la derecha-- en una apuesta a que Lula muera. Hay una parte del capitalismo global carente de compromiso democrático. Sectores tecnológicos de punta muy importantes porque son los que van a moldear el futuro del mundo como parte de una economía cada vez más digitalizada. Lo demuestra el respaldo de estos personajes a Trump, un tipo que con el asalto al Capitolio quedó claro que no tiene ningún compromiso democrático. El movimiento de Trump es el que más avanzó en una fascistización más clásica de todos los que tenemos en el mundo porque él sí tiene sectores organizados de milicias y demostró estar dispuesto a ir hacia la acción física.
--Milei se autopercibe como un líder central de la ultraderecha global. ¿Qué rol juega en realidad, es un referente marginal, un mero experimento regional o puede llegar a ser una ficha clave en la expansión de este movimiento en Latinoamérica?
--Inicialmente su figura no era relevante, hoy lo es. Es aplaudido por medios conservadores de Estados Unidos como el Wall Street Journal por haber bajado la inflación. Además sus disruptivas y polémicas intervenciones en distintos foros agrada a empresarios como Musk. Creo que se ha convertido en un ícono para estos sectores. El 2024 fue un año donde Milei utilizó la presidencia argentina como tribuna global en estos círculos y eso le ha sido bastante redituable. Un punto central es que en América Latina Milei está rodeado de gobiernos de centroizquierda progresista, por lo que aparece como un baluarte para una región que a Trump le interesa.
--En su análisis plantea el rol central que tiene esta "batalla cultural" como condición de continuidad para los proyectos de ultraderecha. ¿Esto explica el ataque de Milei a ciertas referencias de la identidad político cultural de la Argentina, como el Estado de bienestar, la educación y salud públicas, los derechos humanos?
--Hay una parte de su electorado que quiere esa sangre. Es parte de esta lógica polarizadora a la cual recurre permanentemente del león contra las ratas. Él busca antagonizar con esos símbolos caros al progresismo, justamente para fortalecer su núcleo duro. Por otra parte, para lograr el ajuste que quiere hacer en el Estado necesita recordarle permanentemente a la sociedad que el progresismo es una farsa, es corrupción, es cáncer, es socialismo.
--¿Hasta qué punto esta narrativa será efectiva para el sostenimiento del ajuste?
--El día que esa narrativa deje de tener sentido, su gobierno se cae. Pero mientras lo tenga permanecerá. Esa batalla cultural necesita buscar tácticas y estrategias permanentes para mantener el fuego avivado frente a la sociedad y que otros debates no sean los que ganen fuerza.
--¿Cómo contrarrestar el avance de la extrema derecha?
--Buscando defender a la gente que está sufriendo las consecuencias del ajuste y ofrecer una alternativa. Las expresiones progresistas deben darle a la sociedad un mensaje de esperanza, armando un frente lo más amplio posible, un poco como hizo Lula en Brasil, incluyendo sectores que no necesariamente son progresistas pero que sí pueden atraer a sectores del electorado disconformes con las formas, la violencia del lenguaje del mileismo, sectores como el radicalismo. Eso sería muy importante. El que pueda liderar esa construcción va a tener mucha más chance de hacerle frente a Milei.
--América Latina parece moverse nuevamente hacia proyectos progresistas de mayor o menor intensidad: Brasil, Colombia, México, Chile, ahora Uruguay. "La cuarta ola" no parece consolidarse en la región...
--Evidentemente la extrema derecha no es invencible. Perdió en Brasil, en Estados Unidos en el 2020, en Europa ha perdido muchas elecciones en los últimos años. Pero es un fenómeno en crecimiento más allá de resultados electorales. Esto se advierte en la disputa entre derechas. En Argentina, por ejemplo, el PRO no tiene buenas perspectivas de futuro, salvo acompañar a La Libertad Avanza y gobernar la Ciudad de Buenos Aires. Y algo parecido vemos en otros países. En Brasil, el PSDB, que era un partido más de centroderecha, hoy está muerto, cuando era un partido que tenía el 50 por ciento de los votos. Hoy en Brasil la derecha está representada por el bolsonarismo y sus satélites. La extrema derecha es un fenómeno en crecimiento y aunque pierda y sea desplazada del poder, igual deja una marca. Toda esa violencia simbólica trae toxicidad al debate público y a la práctica política que después es muy difícil de erradicar.