Por la forma en que se comportaba una sala llena de críticos de cine neoyorquinos en diciembre de 1998, cualquiera diría que Cameron Diaz había recogido su premio a la mejor actriz mientras eructaba y se tiraba pedos al subir al podio. "Se oyó a más de uno de los presentes comparar este acontecimiento de agosto con una parodia de la entrega de premios en Saturday Night Live", publicó The New York Observer unos años más tarde, todavía escandalizado de que luminarias del cine como Judi Dench y Vanessa Redgrave hubieran sido derrotadas por una profana estrella de 26 años, que acabaría ganando un concurso de eructos de famosos para el canal infantil Nickelodeon. Díaz había sido premiada por el círculo de críticos de cine de la ciudad por su trabajo en Loco por Mary, el fenómeno de ese año de gags testiculares y semen volador, y parecía avergonzada. "La próxima vez prometo actuar”, dijo desde el escenario.

Diaz ocupó este extraño estado de aclamación pseudoirónica durante sus primeros años de fama. Fue una intérprete impulsada al estrellato por su brillo innato, su descaro y su atractivo sexual, pero para quien la aprobación real y sincera siempre parecía estar fuera de su alcance. Y solo cuando se retiró de la actuación en 2015 -en un esfuerzo, según ella, por "recuperar" su vida- muchos decidieron volver a mirarla. Diaz hizo que actuar pareciera una broma, con una facilidad y un naturalismo que normalmente se pasan por alto en favor del histrionismo. ¿No debería habérsela apreciado más como la ex despechada de Tom Cruise en Vanilla Sky, o por la sensibilidad que aportó a su papel de pelirroja que acaricia chimpancés en ¿Quieres ser John Malkovich? ¿No merecía un Oscar por En sus zapatos?


Qué suerte, entonces, que salga de su retiro, atraída por la perspectiva de trabajar de nuevo con su viejo amigo Jamie Foxx en una nueva comedia, De vuelta a la acción, que llega este viernes 17 a Netflix. "Si tuviera que volver y hacer una película, la única persona con la que volvería sería este tipo", dijo a Empire. Es probable que la película de Netflix sobre espías casados sea algo olvidable, un chorro de tonterías de poca monta con suficientes explosiones y persecuciones de coches como para mantener a un público durante 90 minutos frente a la caja. Pero es un comienzo, el tímido primer paso de lo que podría ser un trascendental segundo acto. Si ella quiere.

Diaz siempre fue una estrella de cine reacia. En 1993 era una modelo de 21 años que sólo se presentó a la audición para el film de Jim Carrey La máscara a instancias de su agente. La actuación no estaba en sus planes, ni siquiera le interesaba, pero Diaz consiguió el papel de la protagonista femenina de la película, una sensual cantante de club nocturno que se enreda con el agente del caos con cara verde de Carrey. "Cameron Diaz es un verdadero descubrimiento en la película, una auténtica bomba sexual con una cara preciosa, una sonrisa maravillosa y un don para la comicidad", escribió el crítico de cine Roger Ebert en el momento de su estreno. "Es su primer papel en el cine, tras una breve carrera como modelo. No será el último". Los comentarios de Ebert hablaban del monstruo que es ella en esa película, una chica de ensueño que te para los pies y de la que Carrey parece completamente embelesado. No es de extrañar.

Declarada la próxima gran promesa de Hollywood, Diaz no tardó en subvertir las expectativas yendo a lo pequeño (lesionarse la muñeca en el rodaje de la que habría sido su siguiente película, la costosa adaptación de un videojuego, Mortal Kombat, fue el segundo de una serie de golpes de suerte). Utilizó películas independientes como la comedia negra de 1995 The Last Supper como campo de entrenamiento para perfeccionar su arte. Pero también se resistía al estrellato cinematográfico. "No quiero que mi nombre aparezca nunca sobre el título", dijo en 1997. Por eso se inclinó por los conjuntos: Vida sin reglas, la atolondrada película que Danny Boyle dirigió luego de Trainspotting; el drama romántico Ella es única; comedias de chicas como Los ángeles de Charlie y La cosa más dulce.

La magia de la primera Cameron Diaz reside en lo deslumbrante que es, en lo mucho que la seguirías hasta el fin del mundo si te lo pidiera. Loco por Mary sólo funciona gracias a la credibilidad de Diaz como mujer de la que todo hombre se enamora a primera vista. Y La boda de mi mejor amigo, estrenada un año antes, en 1997, es una de las comedias románticas más inteligentes de la época porque aprovecha con éxito el poder de Diaz como estrella. Se la presenta como la rival amorosa adinerada de la crítica gastronómica de Julia Roberts, una mujer algo tonta que le ha "robado" al chico con el que Roberts está destinada a terminar. Pero Díaz es tan entrañable, y Roberts tan fascinantemente retorcida, que la película da un giro brusco a la izquierda en su ecuador. Roberts, la aparente heroína, se convierte en la villana de La boda de mi mejor amigo, y Díaz en su incomprendida heroína.

En este punto de su carrera, las películas de Díaz se convirtieron en un cajón de sastre de calidad variable. Está brillantemente aterradora en Vanilla Sky, encantadora y vulnerable como mujer ciega en el pequeño drama Con sólo mirarte, pero también muy mal encasillada como ejecutiva de negocios en la película de Oliver Stone Un domingo cualquiera, y como carterista irlandesa en Pandillas de New York, de Martin Scorsese. Lamentablemente, esas dos últimas películas -grandes epopeyas de directores potentes- fueron descritas por la prensa como las "verdaderas" películas de Diaz, las diseñadas para sacarla del espacio de la comedia grosera de la que nunca se había quejado. La crítica malinterpretó sus intereses y el tipo de actriz que era.

Pero la efervescencia no se puede enseñar. El poder de Diaz siempre ha sido su extraordinaria ordinariez, su falta de adornos y de tonterías hollywoodenses. "Lo que realmente la hace única es su encanto y su humor, que la hacen atractiva tanto para hombres como para mujeres", dice Chuck Russell, su director en La máscara. No es una supermujer en Mary ni en la perenne El descanso de 2006, sino una chica normal que busca el amor y la felicidad; básicamente, nosotros, aunque un poco más brillantes. "Siempre hay risas alrededor de Cameron", dijo una vez su directora en El descanso, Nancy Meyers, comparándola con una especie de “antidepresivo humano” en el set. 

Parecía saber esto de sí misma. En un perfil de Vanity Fair en 2002 titulado "La diosa de la fraternidad", diseñado para promocionar su trabajo en Pandillas de New York, Diaz expresó su falta de interés por la parte comercial de la producción cinematográfica. En el rodaje de la secuela de Los ángeles de Charlie, recuerda, "Lucy Liu está con su maldito BlackBerry cada segundo... Drew Barrymore está haciendo llamadas, y yo digo: '¿Me necesitan en el rodaje? ¿No? Bien. Voy a volver a mi caravana y preparar algo de comer. ¿Alguien tiene hambre?" Dos años después, en declaraciones a la misma revista, dijo que admira sobre todo a Michelle Pfeiffer: "Trabaja ocho horas diarias, y sólo durante el verano".

Con Ben Stiller en Loco por Mary.

No es de extrañar que terminara alejándose. Sobre todo cuando muchas de sus últimas películas parecían falsas de arriba abajo: la comedia romántica  Locura de amor en Las Vegas (2008, junto a Ashton Kutcher), la película de superhéroes de Seth Rogen El avispón verde (2011), la remake de Annie (2014). El thriller pulp de Ridley Scott El abogado del crimen (2013) -en el que Diaz hace carreras con guepardos y tiene sexo con el parabrisas de un coche- y la película de terror y experimentos mentales lisérgicos de Richard Kelly La caja (2009) son joyas secretas, pero las vieron unas seis personas. Si el trabajo se ha convertido en trabajo, las películas de las que te sentís más orgullosa están desapareciendo y apenas necesitás dinero, ¿por qué no ibas a dejarlo todo?

De vuelta a la acción, una película de espionaje trotamundos, parece una opción "Claro, ¿por qué no?" para Diaz: una oportunidad de viajar por todo el mundo con el dinero de Netflix y de trabajar con un actor que le gusta. También se ha negado a decir si está de vuelta para siempre (aunque tiene en el horizonte una comedia negra con Keanu Reeves llamada Outcome, y un aparente Shrek 5, donde volvería a prestar su voz a la princesa Fiona). "Me reservo el derecho a decir que no a hacer una película nunca más, y me reservo el derecho a decir que sí si lo decido", dijo a Empire. Pero gran parte de la carrera de Díaz ha estado dictada de la misma manera: elecciones instintivas, favores a amigos, películas que simplemente parecen divertidas.

La única diferencia es que esta vez se tiene la oportunidad de apreciarla realmente en el momento, y no con un guiño irónico o una pizca de cinismo. Cameron Diaz: La superestrella más normal. Que siempre eructe y haga tonterías.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.