A un lado, el derecho, Miguel López en bandoneón. Y Miguel Praino, el violinista que lo acompañó largo y tendido durante varios pasajes de su vida musical. Al otro, el izquierdo, el guitarrista Daniel Frascoli. Y en el centro él, el infatigable Juan “Tata” Cedrón, dando a los 85 años un paso más en la dirección de un destino manifiesto: batallarla a morir en defensa de las poesías y las músicas criollas. La secuencia es el domingo, ante una colmadísima sala en Hasta Trilce (Maza 177), y así será durante los dos domingos que le faltan al mes –cuyas entradas ya están agotadas-, todos los de febrero, y el sábado 1 de marzo, cuando la agrupación cierre el ciclo en el Refi Café de Rosario (Vélez Sarsfield 641). El gancho de la cita es la enésima vuelta del Cuarteto Cedrón, hoy con la formación predicha (Cedrón-Praino-López-Frascoli) y mediante un espectáculo llamado Gotán, Sur, 60 años y después.
El nombre alude a Gotán, el Café Concert que los músicos fundaron en 1964 en Talcahuano al 300, y derivó en plataforma de creación –y ejecución- de varias de las piezas que el “Tata” propone en el retorno, a partir de una premisa: conversar con música. Efectivamente, es lo que encara durante setenta minutos entre historias, milongas, canciones camperas y valses. Una entre las catorce piezas que suenan es “La cerveza del pescador Schiltigheim”, poema de Raúl González Tuñón que Cedrón musicalizó en 1994. La canción por supuesto entrelaza con una historia de antaño: la de El Puchero Misterioso, viejo bodegón donde paraba una variopinta galería de personajes de la bohemia porteña.
“El Puchero Misterioso quedaba en Talcahuano y Sarmiento, y creo que Nalé Roxlo fue el que le puso ese nombre, porque había una ventana redonda, vos pedías un puchero y salía una mano con una fuente llena de chorizo, poroto, morcilla, todo ahí ¡y valía un peso! (risas). Por eso decían que era misterioso. En fin, allí iba todo tipo de personajes como 'El Diente', uno de los canillitas a quien Carlos de la Púa dedicó La crencha engrasada, su único libro”, evoca un Cedrón de riguroso negro, a la usanza de siempre.
Al Puchero Misterioso asistían también los ladrones que Tuñón retrató en el poema que el “Tata” musicalizó. Esos que aman a sus madres, escuchan un tango de Pracánico y le ponen luto a la guitarra, cuando esa madre se les muere. Su ejecución desata fuerte emoción colectiva en la platea, y un remate del músico a medida: “Me paro ante el Tuñón que siempre decía 'cada cual vive como quiere'... es difícil, lo sé, pero es lo que hay que hacer”. El concierto sigue por “A Lola Mora”, instrumental abismal que compartió disco con “Los ladrones” en 1972, y “Palabras sin importancia”, tema de Homero Manzi, cuya historia Cedrón se encarga de contar antes de volver a marcar cuatro.
“Salimos a pasear con su hijo Acho una vez por Boedo y le decía yo '¿te das cuenta Acho?, por acá andaban Roberto Arlt, Castelnuovo, Cátulo Castillo… Boedo era una especie de República en esa época'. Y entonces Acho se emocionó y sacó del saco un poema de su padre, para que yo lo haga. En realidad, nunca le pongo tango a lo que hago, que tango nuevo, que tango viejo, y qué sé yo, pero esto es un tango”.
Otro álgido pasaje de la tarde-noche de luna llena en Buenos Aires pasa por “Mano Blanca”, cuya historia también narrada por el “Tata” mantiene en vilo nuevamente al público. Cuenta él que el arreglo se lo facilitó Dino Saluzzi en un momento en que el cuarteto fue trío con César Stroscio el bandoneón y el mismo Praino. Era trío, y solía tocar en vernissages de pintores, donde los muchachos se codeaban con Pugliese y Tarantino, dos Osvaldos. “Una vez fuimos a protestar contra la guerra de Vietnam a la Facultad de Filosofía y Letras, y ahí estaba Pugliese. Yo lo adoro a Pugliese, pero recuerdo que lo invité a tocar a Gotán, donde venía Gelman que recién había sido expulsado del Partido Comunista, y Osvaldo me dijo que no. Que Gotán era prochino, porque se lo había dicho el Partido, a lo que yo respondí 'lo que debe ser tu partido en política internacional' (risas) Otra cosa, ¿ustedes no graban para Columbia?, le dije a Pugliese... bueno, esas contradicciones que tenían, ¿no?”.
El otro Osvaldo que trae el guitarrista al presente es Tarantino, pianista que sí concurría al boliche, donde incluso proveía al Cuarteto sus arreglos de “Los Mareados” o “Cantor de Buenos Aires”, además de entregarles algún que otro tema suyo. El bellísimo y piazzollero “Diagonales”, por caso, que suena muy a la altura. Tampoco faltan en la noche del retorno “Qué noche”, “El ciruelo”, “Silencio de corchea”, “Ensueño”, y tres temas más de Tuñón, el vate más visitado del concierto: “Alabama”, “Polka de la tarjeta de cartón” y “Eche veinte centavos en la ranura”, el de que con la filosofía poco se goza. Y uno de los que legitima el lema del regreso del cuarteto: “Siempre se vuelve al primer amor ¿o será que nunca dejamos de habitarlo?”