“El mundo académico no es lo mío. Tengo esa sensación de no estar a la altura de las grandes casas de estudio. Aunque hoy no siento que necesite una carrera universitaria para avalarme. Igual sé que nunca es tarde para estudiar, quizás en el futuro sea la noticia de color de un diario barrial, anciano de 80 se recibe de…”, dice Walter Godoy, poeta, editor, librero y ahora coordinador editorial en Prometeo, la editorial más importante en América Latina de ciencias sociales. Pero antes de cualquier otro ocupación, un lector, que fue armando su oficio entre ferias, facturas y mostradores.

El barrio y la familia

Oriundo de Merlo, del Barrio Rivadavia. Comenzó a acercarse a la cultura a través de un programa de radio. “Hice programas radiales sobre cultura en Merlo, Haedo y luego Mataderos. Siempre fue una de las constantes de mi vida”, dice Godoy, que ahora está trabajando en un libro de poemas sobre el barrio donde vivió. “Había mucho barro cuando llovía y los perros no eran tan mansos como los que pasean los ciudadanos en la actualidad en veredas iluminadas y de cemento. Mis primeros poemas los inspiraron amigos del secundario y grupos de jóvenes de la iglesia que frecuentaba. Los primeros versos los escribí en el colegio donde mi dedicación por la bandera entusiasmó a las maestras que llevaron mi cuaderno hasta la directora. Desde entonces no paré de escribir. Llenaba cuadernos Gloria con cuentos de fantasía o ciencia ficción”, recuerda.

Su madre influyó mucho en su amor por la lectura. “A ella no la dejaron terminar la escuela, me tuvo muy chica, a los quince. Cuando yo estaba terminando mi secundario, ella empezó la escuela de adultos y desde ahí no paró. Entró a la UBA y, tras una década de esfuerzo, terminó la carrera de Psicología, profesión que hoy ejerce con mucha pasión. Yo creo que ese deseo que tenía, bañado en frustración en principio, fue lo que la impulsó a empujarme a mí al mundo de la lectura, de los libros. También mi padre aportó mucho porque, trabajador tenaz, una vez laburó en una papelera que buscaba fondos editoriales que se vendían como papel y traía libros a casa. Así armé mi primera biblioteca. Como siempre fui dedicado a escribir y mostraba facilidad, muchos profesores me incentivaron, como un profesor de secundario, un viejo al que apodaban Popis me prestó “El mundo perdido” de Arthur Conan Doyle, “El hombre invisible” de H. G. Wells, autor que hoy es uno de mis favoritos y el abuelo de la Ciencia Ficción”, relata.

Con sus emprendimientos radiales dio sus primeros pasos en el “mundillo de la poesía”. Empezó a ir a lecturas, ferias y eventos. Su programa se llamaba “Hacé lo que quieras” y lo conformaban él y un variopinto grupo de contactos que se había hecho en Fotolog y MSN. Un día leyó una nota en el Suplemento No de este diario donde se daba cuenta del fenómeno de las editoriales independientes de poesía. Les escribió a todas y recibió respuesta de una sola: Casi incendio la casa, editorial que conformaban Fernando Bogado, Juan Alberto Crasci y Sebastián Realini. Ellos editaron su primer poemario, que llevaba por título “Cuando éramos jóvenes” y lo invitaron a su primer festival de poesía, el RocanPoetry. 

Me di cuenta de que un poeta se podía sentir como un rockero. Fue amor a primera vista. Creo que la poesía también te incentiva como artista porque pone tu nombre en un flyer y vos sos una de las estrellas de la noche. A partir de entonces seguí participando y editando. Desde la FLIA al Slam o La Noche de los Museos. Para mí la poesía fue un salvavidas y una herramienta de autoconocimiento. A su vez, me abrió las puertas a un mundo de arte y autogestión que me trajo muchos amigos”, recuerda. Fue justamente uno de ellos, Camilo Sce, él que le consiguió su primer trabajo en “el mundo del libro” en la reconocida librería de la Capital, “Clásica y Moderna”. Empezó ordenando libros y pronto llegó a la administración y atención al público. “Yo, en realidad, ya venía autoeditando libros míos y yendo a todas las ferias independientes”, dice. 

Pero fue en Clásica que empezó a tomar noción de cómo se consumía el libro como producto en otras esferas sociales. “Gente que compraba determinados libros para darse ínfulas, escritores espías que preguntaban por sus libros simulando ser clientes, lectores pedantes o pretenciosos”, dice. También relata que tuvo la suerte de conocer a Natu Poblet, alma mater de la librería, gran lectora y promotora de muchos autores jóvenes que hoy son tendencia. “Ella tenía un conocimiento arrollador sobre autores, libros, editoriales, temas. Yo fui el último librero que atendió en Clásica y fui un testigo privilegiado de la debacle que se fue dando lentamente”, recuerda.

De lo chico a lo grande

Tras el cierre de la librería, consiguió trabajo en la editorial Prometeo y ahí se abrió otra hoja en su camino como lector. “Empecé a entender cómo se hacían los libros y cómo funcionaba una editorial a gran escala”, dice. Allí conoció a otro gran lector y librero, Raúl Carioli, director de la editorial. Su trabajo empezó reconociendo las diferentes colecciones y acomodando el infinito caos del depósito. Hasta que poco a poco fue tomando la parte administrativa y en el 2023 empezó a trabajar como coordinador editorial. Su tarea es ahora coordinar el trabajo de los autores, correctores, traductores y agencias literarias. Prometeo es la editorial más importante en América Latina de ciencias sociales. Su catálogo es enorme y es producto de las lecturas de Carioli y de los diferentes directores de las colecciones (Pablo Alabarces, Raúl Fradkin, Rita Segato, Débora D'antonio, Daniel Feierstein, entre otros). “Aunque vienen siendo años complicados para la producción y venta de libros, Prometeo se mantuvo estable y piloteó las tormentas. Termina un año con más de cien títulos editados y tenemos en carpeta varias decenas de libros para el 2025”, dice.

Este año saldrán muchas traducciones. Autores como David Le Breton, Francesco Filippi o Wendy Brown. Joyas como Fordlandia de Greg Grandin o El deseo de los otros de la autora brasileña Hanna Limulja. Nuevos libros de Rita Segato y Miguel Benasayag. También seguirán apostando a su nueva colección “Umbrales” donde exploran el mundo digital y sus ramificaciones en la sociedad, que ya lleva en haber la publicación de “Desertemos” de Bifo Berardi, “Utopías digitales” de Ekaitz Cancela y “Poder Inhumano” de varios autores ingleses.

Godoy confiesa que poco a poco se siente más cómodo opinando y sugiriendo autores que disfrutó como lector. Es que en el fondo todo editor es un cazador, y está al acecho. “Sugerí hace poco la publicación de un autor turco que escribe sobre las redes sociales. Por ahora prefiero no mencionar su nombre. Pero tiene un punto de vista muy original y fresco. Estamos en tratativas”, confiesa.

Pero él sigue eligiendo el camino de la autogestión. Hacer y no detenerse. Su último libro de poemas, “Capricho cósmico”, salió por Cumbiecita Ediciones, el sello que creó junto con su esposa, Belén Serra Delmar, diseñadora, artista plástica, poeta y punk. El libro se puede conseguir comunicándose con la editorial por Instagram @cumbiecitaediciones. “A la poesía siempre le costó encontrar lugar. Hay pocos lectores de poesía, se vende poco, es un género menor en cuanto a lo comercial, aunque históricamente sea considerada la más elevada forma de arte, gran contradicción entre realidad e idealización. La verdad es que cuando fue la pandemia con Belén además de estar encerrados como todos, teníamos entre manos la tarea mayor de criar a un recién nacido, nuestro hijo, Cian. Por eso estuvimos varios años encapsulados. Dejamos de ir a eventos de poesía. Pero no por eso queríamos dejar de hacer lo que nos gusta”, dice.

También el año pasado sacó junto al poeta Lucio Greco el poemario saga de ciencia ficción: El flaco presidente & la vuelta del flaco. “Esta vez lo hicimos en un formato más profesional, influenciado y ayudado por Carioli. Le dimos un formato grande para romper la lógica de que los libros de poesía son en formato chico, como si les diera vergüenza por ser de poesía.Creo que no hay ningún problema con autoeditarse. Hay muchos escritores ignotos y geniales que andan por ahí en alguna montaña o pululando de ciudad en ciudad creando y vendiendo sus ediciones y no aparecen en ningún ranking, ni revista, ni posteo cool de Instagram y seguramente estén haciendo una gran literatura. Guillermo de Pósfay, es un ejemplo de eso”, concluye este lector todo terreno.