“¡Nos están cazando!”, gritaba Pablo D’Elía, megáfono en mano, en septiembre de 2022 frente a Tribunales. Estaba denunciando entonces que dos hombres desconocidos que conoció por Grindr lo habían intentado asesinar. Denunciaba además que lo mismo le había pasado al menos a otras 15 víctimas. La justicia, finalmente, condenó a los culpables en diciembre pasado. Pabló pasó dos años insistiendo para que le dieran la razón. Una porfiada.

Pablo quería que la justicia reconociera realmente lo que había pasado. Es que las autoridades querían presentar el caso como un intento de robo. Cuando mucho, un caso de “lesiones graves”. Pero Pablo insistió desde el primer momento en que lo que le había ocurrido a él y a los demás era un crimen de odio. Y lo logró.

El Tribunal Oral Criminal 27 condenó el 30 de diciembre pasado a Leandro Reynoso a la pena de 12 años y 3 meses de prisión. También sentenció a su cómplice, Enzo Bustamante, a 2 años de prisión en suspenso. El juez los encontró responsables de los delitos de robo, lesiones y defraudación informática. Pero, además, consideró el agravante por “odio a la identidad sexual” de las víctimas.

El fallo hace referencia a cinco personas, atacadas en sus casas en la Ciudad de Buenos Aires, entre mayo y septiembre de 2022. Pero, al final, hay documentados al menos 30 casos similares ocurridos durante ese año relacionados con el mismo criminal, con el mismo modus operandi.

Hay mucho mérito de Pablo en esta resolución. No solo denunció, sino que contactó a muchas de las otras víctimas. Logró que varias organizaciones y organismos se involucraran en la investigación. Y armó una red de maricas en varias partes del país que permitió que el homodiante fuera capturado.

La saña y el odio

Pablo es gay, tenía ganas de coger y, como muchas de nosotras, usó Grindr. Suficiente para ganarse la sospecha de la justicia. Por ejemplo, luego del ataque, los funcionarios del juzgado que recibieron su denuncia le preguntaron a Pablo si las lesiones que tenía eran consecuencia de “un juego sexual”.

Los atacantes fueron detenidos en flagrancia luego de agredir a Pablo, pero los hombres alegaron que se habían defendido “de un ataque sexual por parte de Pablo”. Suficiente para que fueran liberados dos días después. Y así, siguieron atacando hasta diciembre del 2022, cuando Reynoso fue detenido nuevamente en La Rioja.

“No sé a cuántos putos robe ya… Jaja… Más de 30”, dice un mensaje de Reynoso en un teléfono que le fue incautado. “A mensajear de nuevo, con los putos”, a ver “quién se regala“, se regodea en otra conversación. Estos elementos destacados en la sentencia prueban que el atacante escogió sistemáticamente a sus víctimas por su orientación sexual. También se probó la saña contra ellas, distintivo de cualquier crimen de odio.

La UFEM (Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres) fue uno de los organismos que participó del caso. En su informe, resaltó que Reynoso había vandalizado los domicilios de sus víctimas, pero no solo para robar cosas de valor económico. Destruyó objetos que de algún modo exponían su orientación sexual: medicación, objetos de valor sentimental y hasta preservativos. Pero Reynoso, además, ahorcó, golpeó, drogó, cortó y apuñaló a sus víctimas.

El fallo reseña que le provocó a una de ellas 18 lesiones con un puñal, en piernas, muslos y abdomen. Esto ocurrió mientras la víctima se encontraba en estado de semiinconsciencia, “por lo que pudo sentir cómo el imputado le clavaba el puñal”; dice la sentencia.

Reynoso se fue del lugar cuando esta persona ya estaba completamente inconsciente. Pero la dejó encerrada e incomunicada: se llevó las llaves, su teléfono y su computador. Pasaron dos días, hasta que la víctima despertó, acostada en su cama, ensangrentada. En ese momento, notó que, entre todas las lesiones, tenía varias heridas en el abdomen. La sentencia destaca que estos cortes formaban un “Ta-te-ti”.

La red de maricas

La justicia es cualquier cosa menos expedita. Y las víctimas lo saben y eso frustró la denuncia de muchas. Pero Pablo insistió y organizó a una red de maricas en varias partes del país que fueron las que lograron que, finalmente, el homodiante fuera detenido y condenado.

Después de que fueron liberados, un Pablo frustrado decidió publicar en Instagram las imágenes de las cámaras de seguridad de su edificio en las que se veía la cara de sus atacantes. El objetivo era alertar a otras para que no les pasara lo mismo.

Las fotos comenzaron a correr por varias redes y dos cosas clave pasaron con esta iniciativa. Primero aparecieron otras víctimas que reconocieron a Reynoso en las imágenes. Pablo llegó a armar un grupo de WhatsApp con otras 15 personas que habían sido emboscadas de la misma manera por él. Así fueron documentando todos los casos, varios de ellos reconocidos en la sentencia.

Lo segundo: pudieron seguirle la pista. Cada vez que alguna marica reconocía a Reynoso en Grindr, levantaba la alerta y se corría la voz. Así supieron que estaba en La Rioja en diciembre de 2022.

“Un día, me llama una marica de la Rioja y me dice: ‘Che, esta persona está conectada a 500 metros, ¿es él?”, cuenta Pablo. Y sí, era Reynoso. “Cada vez que lo veíamos conectado, sabíamos que iba a atacar”. Esto ya había pasado antes, así que esta vez se movieron muy rápido y todas juntas.

Para entonces, Reynoso ya tenía una orden de captura, porque tenía meses atacando a más víctimas. Pablo envío una copia del documento y Franco, la marica de la Rioja que había dado el aviso, fue personalmente a dos comisarías a avisar a la policía. En una de ellas, le dijeron que no podían hacer nada. En otra, le recomendaron que citara al homodiante y, solo entonces, avisara para que fuera la policía. Por supuesto, no lo hizo.

Pero el ruido que hicieron en redes sirvió para que una de las víctimas más recientes en La Rioja formalizara otra denuncia de inmediato. Y todo esto, en su conjunto, terminó de empujar a las autoridades a accionar. A Reynoso lo detuvieron en la terminal de micros, con varios objetos robados de su último asalto. Así, el homodiante terminó siendo cazado por las mismas maricas de las que se había jactado haber burlado y atacado.

Las “víctimas imperfectas”

“La resolución de estos casos nunca (jamás) llega a ser del todo satisfactoria. A esto, sumale el patrón de impunidad que existe en el sistema de justicia, que en su accionar replica la violencia que sufrimos las personas LGBTI+ en tantos otros espacios”, dice Pablo. La justicia había dilatado los procesos  e ignorado los agravantes al preguntar si las lesiones del ataque contra Pablo eran resultado de un “juego sexual”.

“Yo no siento que se haya hecho justicia en mi caso. A mí me humillaron por redes, en mi trabajo… Tantas veces me dijeron que por buscar pija merecía lo que me pasó”, comparte Pablo. “Como si nuestro deseo fuera la justificación para que nos hicieran todo lo que nos hacen”. Cuenta que durante muchos meses durmió asustado, con muebles en la puerta, por el temor a que volvieran.

Pero, a pesar de todo, Pablo insistió durante dos años. Tan porfiada como Norma Nahuelcura, quien logró el año pasado un fallo histórico en contra de uno de los culpables de la desaparición de su hijo, Tehuel de la Torre, en 2021. Una Norma que todavía insiste en que se castigue al otro de los responsables.

Porfiadas todas las que protestan los 6 de cada mes para se reconozca como lesbicidio la masacre ocurrida en mayo del año pasado en Barracas. Y qué valiosa tanta testarudez en un momento en el que desde lo más alto del gobierno se les quiere llamar crímenes comunes. Como si todo esto no ocurriera por el odio que ellos mismos profesan contra todas nosotras.

“No solo frenamos a este delincuente, dejamos en claro que existe este tipo de crimen. Les encontramos un nombre y evidenciamos su motivación. Insistimos porque no queremos que le pase a nadie más”, agrega Pablo. Todavía, todos los meses, alguien que sufrió un nuevo ataque por Grindr (por que sí, hay otros como Reynoso sueltos) le contacta. “Alguien en mi trabajo me dijo un día: ‘¿No vendría siendo momento de volver al closet?’. ¡Mirá si vamos a volver al closet después de todo esto!”, remata Pablo. Porfiadas mil veces.